Los
periodistas peruanos se han enfrascado en una verdadera discusión inútil y
estéril porque el Congreso ha autorizado el viaje del Presidente Humala a Cuba,
justo en los días en que el mandatario venezolano Hugo Chávez tenía que
juramentar su tercer periodo de gobierno, hecho que no se ha producido, por
encontrarse convaleciente de la cuarta operación a que se ha sometido en La
Habana, siendo este otro motivo de polémica tanto en Venezuela como en el resto
de Latinoamérica.
Un
panel radial con vistosos invitados, políticos ellos de las más diversas
bancadas, y los propios periodistas de la casa, se han largado a especular las
razones o sinrazones para que el Presidente Humala tenga que viajar a la isla
caribeña. Cuestionan, por ejemplo, el por qué tiene que ser ahora y no, por
decir, en dos semanas más o en febrero. Otro dice que en realidad va a visitar
al líder llanero en su recuperación habanera, mientras que oficialmente se
aducen razones de acuerdos bilaterales; un tercero habla del aval implícito que
ello representa con relación a lo sucedido en Caracas a propósito de la
decisión del Tribunal Supremo de Justicia de postergar la juramentación del
Presidente.
Los más aventurados hablan incluso de la
posibilidad de que Chávez esté muerto, ocultándose la noticia por estrictas
razones políticas. Todos al unísono ponen en tela de juicio la manera cómo la
justicia venezolana ha resuelto el aparente entripado jurídico de la ausencia
de Chávez para jurar el cargo el 10 de enero. La interpretación que hacen de la
norma constitucional es curiosamente unánime.
Por qué no dejan de desgañitarse ante el
hecho sencillo de que Humala quiere tal vez hacer coincidir el tal trámite
oficial con una visita a su colega y amigo en problemas de salud. Lo digo así
porque quizá el motivo de Estado no sea sino un mero pretexto, y si así fuera,
por qué se rasgan las vestiduras cual fariseos aguafiestas este grupo de
periodistas y políticos debatiendo de lo más serios y preocupados un asunto personal,
por más que involucre razones de Estado.
Dirán que viaja con dinero del pueblo, de
nosotros los contribuyentes, y toda esa retahíla de frases demagógicas que
pretende justificar su pataleta mediática, pero si siempre los presidentes han
realizados viajes en su calidad de jefes de Estado por las más diversas
razones. Y si en esta ocasión lo hace para acompañar a la familia de Chávez
conjuntamente con otros dignatarios del continente, y si las motivaciones
poseen evidentes raíces políticas, por la cercanía ideológica entre ambos o por
lo que sea, por qué levantan tanta polvareda y agitan tanto el gallinero
nuestros líderes de opinión, habiendo tantos temas más importantes a los que
dedicarles atención en la agenda pública.
Allí está el caso de los congresistas, por
ejemplo, y su fracasado intento de incrementarse obscenamente sus ingresos. Han
retrocedido avergonzados luego que la población y los líderes de opinión les
han endilgado todos los calificativos que dicho acto merecía: sinvergüenzas,
caraduras, comechados, abusivos, conchudos, ladronzuelos, pillos, etc. Ante tal
descarga de indignación y malestar ciudadana, no les ha quedado más
alternativa, con el dolor más grande de sus bolsillos, de dejar sin efecto el
llamado bono de representación.
Pensar en un mecanismo legal que impida en
el futuro que los mismos congresistas puedan decidir tan campantemente sus
propios emolumentos, debería ser la tarea tanto de los políticos aquellos como
de los periodistas, abocados a convertirse en voceros informados de una
ciudadanía casi siempre inerme ante las artimañas y jugarretas de su
desprestigiada clase política.
Esa debiera ser la principal preocupación
de estos señores y señoras, y no andarse fijando en decisiones presidenciales
que si bien es cierto conciernen al país en tanto actos de un jefe de Estado,
dejan un margen de privacidad con respecto a las motivaciones personales y
afectivas que ellas también entrañan.
Lima, 12 de
enero de 2013.
Walter:
ResponderEliminarEs curioso ver a todos los presidentes populistas desfilar por La Habana, sede de un gobierno dictatorial.
Se dice que el tirano está en contacto con todos y no hay prueba fehaciente de ello.
Toda Sudamérica sigue el antiguo modelo de gobierno: caciques, rey o caudillos, solo que lo disfraza de democracia, mediante instituciones inservibles. Lo que dices es cierto, los opositores la pasan fenómeno y el mandamás hace lo que le viene en gana. Reina la impostura.
El ciudadano es súbdito...
Saludos cordiales.