La
ciudad de Lima, la Ciudad de los Reyes, la descomunal capital del Perú, se
apresta a celebrar sus 478 años de fundación española. Lo hace en medio de una
campaña política que tiene cono objetivo la revocatoria de su alcaldesa, promovida
por un grupo de sinuosos y oscuros sujetos que actúan movidos por subalternos
intereses personales.
Lo paradójico es que dicha campaña haya
cundido de tal manera que todo hace presagiar que lograrán sus torvos fines el
17 de marzo próximo. A pesar de que un colectivo heterogéneo de ciudadanos
honestos y decentes ha salido a defender, a pesar de todo, la gestión de la
burgomaestre, las mentiras y las infamias de aquellos turbios personajillos han
tenido fuerte impacto en cierta prensa que se ha prestado al juego de algunos
sectores políticos y de sus impresentables voceros.
Sin ánimo de ser aguafiestas, tampoco hay
mucho que celebrar, pues la ciudad, esta inmensa urbe babilónica que crece día
a día, se encamina más rápido de lo que parece a una terrible encrucijada. El
desarrollo de un sinfín de conjuntos arquitectónicos, la boyante industria de
la construcción en su punto más alto, no hace pronosticar precisamente un
porvenir halagador, pues fácil es prever lo que ello significará en el mediano
plazo en materia de servicios, convivencia y calidad de vida.
Son múltiples los problemas que afronta
esta megalópolis en su aniversario, desde el transporte, caótico, ineficiente y
peligroso, hasta el de la inseguridad ciudadana, con una delincuencia que
campea a sus anchas, incluso con la complicidad de la propia policía, algunos
de cuyos miembros son los que integran curiosamente muchas de las bandas de
asaltantes y criminales.
La firme decisión de enfrentar el problema
del comercio informal en La Parada, le ha costado justamente a la alcaldesa una
tenaz oposición de sectores enquistados en el desorden y la ilegalidad,
atmósfera precisa para amparar la corrupción y las actitudes mafiosas. Por ello
se entiende que todos estos segmentos de la sociedad, que pretenden seguir
viviendo en la mugre y en el vicio, hayan sido captados por los benditos
revocadores.
En las filas de éstos, previsiblemente, se
alinea una variopinta gama de partidos políticos que, coincidentemente, poseen
antecedentes de amarres, contubernios y arreglos hasta con sus propios
enemigos. No es sorprendente que, además del partido del ex alcalde Castañeda
-promotor directo de la campaña-, se junten en este aquelarre electoral el
aprismo y el fujimorismo, dos de las fuerzas más amorales y antiéticas de los
últimos tiempos en nuestro país.
No sé cómo el electorado -por lo que se
puede saber a través de las encuestas- puede ignorar estas movidas tenebrosas,
y prestarse a darle su apoyo a una manga de siniestros personajes que
simplemente buscan tumbarse a Susana Villarán por caprichos e inconfesables
deseos subjetivos. Nada hay en la gestión de la alcaldesa que pueda justificar
una medida como la que persiguen los revocadores, pues la transparencia y la
honestidad han sido hasta ahora su sello.
Están en su derecho, por supuesto, de
plantear este recurso, por más que también lo hayan conseguido con ciertas
triquiñuelas jurídicas; pero ello no puede significar para la ciudad
paralización de obras en marcha, incertidumbre con respecto a su futuro
inmediato y, sobre todo, un inútil derroche de fondos públicos, sólo por el
prurito de un grupúsculo de señorones venidos a menos y sus rabietas de
antipatía frente a la autoridad municipal.
Es una pena que los revocadores, respaldados
por la ignorancia y el simple instinto de rebaño de miles de ciudadanos, vayan
a cumplir sus propósitos nefandos de pretender enquistarse otra vez al poder
municipal para seguir haciendo de las suyas.
Lima, 17 de
enero de 2013.
Walter:
ResponderEliminarUna sociedad enferma solo puede pretender gobernantes pésimos. Si surgiera alguno probo, durará lo que les lleve a sus oponentes ponerse de acuerdo en el reparto posterior.
Es historia conocida, al menos en mi país.
Un abrazo.