sábado, 19 de enero de 2013

Lima, la horrible


La ciudad de Lima, la Ciudad de los Reyes, la descomunal capital del Perú, se apresta a celebrar sus 478 años de fundación española. Lo hace en medio de una campaña política que tiene cono objetivo la revocatoria de su alcaldesa, promovida por un grupo de sinuosos y oscuros sujetos que actúan movidos por subalternos intereses personales.
     Lo paradójico es que dicha campaña haya cundido de tal manera que todo hace presagiar que lograrán sus torvos fines el 17 de marzo próximo. A pesar de que un colectivo heterogéneo de ciudadanos honestos y decentes ha salido a defender, a pesar de todo, la gestión de la burgomaestre, las mentiras y las infamias de aquellos turbios personajillos han tenido fuerte impacto en cierta prensa que se ha prestado al juego de algunos sectores políticos y de sus impresentables voceros.
     Sin ánimo de ser aguafiestas, tampoco hay mucho que celebrar, pues la ciudad, esta inmensa urbe babilónica que crece día a día, se encamina más rápido de lo que parece a una terrible encrucijada. El desarrollo de un sinfín de conjuntos arquitectónicos, la boyante industria de la construcción en su punto más alto, no hace pronosticar precisamente un porvenir halagador, pues fácil es prever lo que ello significará en el mediano plazo en materia de servicios, convivencia y calidad de vida.
     Son múltiples los problemas que afronta esta megalópolis en su aniversario, desde el transporte, caótico, ineficiente y peligroso, hasta el de la inseguridad ciudadana, con una delincuencia que campea a sus anchas, incluso con la complicidad de la propia policía, algunos de cuyos miembros son los que integran curiosamente muchas de las bandas de asaltantes y criminales.
     La firme decisión de enfrentar el problema del comercio informal en La Parada, le ha costado justamente a la alcaldesa una tenaz oposición de sectores enquistados en el desorden y la ilegalidad, atmósfera precisa para amparar la corrupción y las actitudes mafiosas. Por ello se entiende que todos estos segmentos de la sociedad, que pretenden seguir viviendo en la mugre y en el vicio, hayan sido captados por los benditos revocadores.
     En las filas de éstos, previsiblemente, se alinea una variopinta gama de partidos políticos que, coincidentemente, poseen antecedentes de amarres, contubernios y arreglos hasta con sus propios enemigos. No es sorprendente que, además del partido del ex alcalde Castañeda -promotor directo de la campaña-, se junten en este aquelarre electoral el aprismo y el fujimorismo, dos de las fuerzas más amorales y antiéticas de los últimos tiempos en nuestro país.
     No sé cómo el electorado -por lo que se puede saber a través de las encuestas- puede ignorar estas movidas tenebrosas, y prestarse a darle su apoyo a una manga de siniestros personajes que simplemente buscan tumbarse a Susana Villarán por caprichos e inconfesables deseos subjetivos. Nada hay en la gestión de la alcaldesa que pueda justificar una medida como la que persiguen los revocadores, pues la transparencia y la honestidad han sido hasta ahora su sello.
     Están en su derecho, por supuesto, de plantear este recurso, por más que también lo hayan conseguido con ciertas triquiñuelas jurídicas; pero ello no puede significar para la ciudad paralización de obras en marcha, incertidumbre con respecto a su futuro inmediato y, sobre todo, un inútil derroche de fondos públicos, sólo por el prurito de un grupúsculo de señorones venidos a menos y sus rabietas de antipatía frente a la autoridad municipal.
     Es una pena que los revocadores, respaldados por la ignorancia y el simple instinto de rebaño de miles de ciudadanos, vayan a cumplir sus propósitos nefandos de pretender enquistarse otra vez al poder municipal para seguir haciendo de las suyas.

Lima, 17 de enero de 2013.

1 comentario:

  1. Walter:
    Una sociedad enferma solo puede pretender gobernantes pésimos. Si surgiera alguno probo, durará lo que les lleve a sus oponentes ponerse de acuerdo en el reparto posterior.
    Es historia conocida, al menos en mi país.
    Un abrazo.

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