jueves, 20 de junio de 2013

G. Giacosa versus A. Mariátegui

Me ha causado cierta sorpresa, un asombro lleno de gracia e ironía, el encontrarme en la página central de un diario limeño, con dos columnas diametralmente opuestas; curiosamente ubicadas a izquierda y derecha, como revelando a través del símbolo las posturas ideológicas de sus respectivos autores; que condensan, a mi parecer, las posiciones más definidas del periodismo de opinión actual.
     Sus puntos de vista, sus miradas de las cosas y del mundo, sus perspectivas políticas no pueden ser más antagónicos, como si el escenario de la hoja de periódico se convirtiera, cotidianamente, en un campo de batalla donde se libraran los combates más férreos de la prensa de nuestros días. Ante cualquier acontecimiento o suceso analizado, si el primero dice a, el segundo dice b; si uno piensa así, el otro piensa asá. Es extraño, pero conviven respetuosamente en un mismo medio, que los alberga armónicamente.
     Demás está decir que la paradoja puede erigirse en una prueba irrefutable de las maravillas que puede obrar la libertad de expresión en una sociedad civilizada, de los altos grados de tolerancia y espíritu de apertura que pueden regir los destinos de la prensa en un país democrático. Mas también revela los bruscos niveles de encarnizamiento con que pueden debatirse los temas que más interesan a una ciudadanía ávida de información y análisis de la noticia.
     Guillermo Giacosa es un cazurro periodista argentino afincado en nuestro país desde hace más de tres décadas, que ha transitado con gran versatilidad y solvencia por la radio, la televisión y la prensa escrita, demostrando siempre su talante de hombre bien informado y poseedor de una vasta cultura, producto de una larga experiencia adquirida en su fructífero recorrido por diversas regiones y países del mundo. El hecho fortuito de haber recalado definitivamente en el Perú, lo ha hecho merecedor del cariño y el afecto de una legión de admiradores que lo siguen con devoción por el medio en que tenga ocasión de salir.
     De Aldo Mariátegui desconozco su trayectoria, sólo sé que fue director de un diario local, del cual fue defenestrado por misteriosas razones que muy pocos se han preocupado de hurgar. Tiene presencia igualmente en la radio y la televisión, donde aseguran los estudios de mercado que es uno de los periodistas más influyentes, lo cual francamente me asusta. Pero lo más irónico de su biografía, es que es nieto de José Carlos Mariátegui, el Amauta, dato que dispara mi estupor hasta la estratósfera. No me puedo imaginar al gran prensador socialista del Perú y Latinoamérica, al ícono de la izquierda en el continente, leyendo con placer los farragosos mamotretos reaccionarios de su descendiente.
     Porque en Aldo Mariátegui habla no el liberal que cree ser, sino la más rancia derecha retrógrada, que aún asoma sus belfos desde la caverna del pensamiento ultramontano. El fascismo embozado y militante esgrime sus argumentos de papirote desde cada palabra y cada frase de los artículos que escribe, con mucho sonido y furia, este aprendiz de Riva Agüero y de Luis E. Flores.
     Si Guillermo Giacosa es, a sus 73 años, un beligerante y juvenil contestatario del orden de cosas imperante, un rebelde lúcido y sagaz que busca los mejores rumbos para este planeta lacerado y para esta humanidad agónica -en el sentido unamuniano del término-; Aldo Mariátegui es, a sus cuatro décadas y pico, un viejo cascarrabias que despotrica de quienes encarnan, a su manera, las ideas de progreso y compromiso social con sus pueblos. Sus invectivas previsibles y marinas -pues tiene una fobia patológica por los que él llama “caviares”-, se vuelven pétalos de rosas cuando habla de quienes pisotearon y deshonraron la dignidad de la patria.
     Particularmente repugnante es leer una de sus últimas columnas anatemizando al expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, de visita por estos días en el Perú. Tratar de esa manera tan grosera y lumpenesca a una figura indiscutible de la política latinoamericana, revela el alma retorcida y de mala entraña de un pobre diablo que funge de periodista, pero que a veces parece ser sólo un vertedero de calumnias y difamaciones.
     Todo lo contrario sucede al leer las columnas de Guillermo Giacosa, siempre precisas, bien escritas y críticas de lo establecido. Cómo no estar de acuerdo con posiciones inteligentes, agudas y perfectamente coherentes con la realidad; mientras que al frente rezuman mal humor y negativismo un puñado de palabras salidas desde los fondos más miserables de la condición humana.

Lima, 9 de junio de 2013.

         

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