La primera vez que oí
mencionar el término “churrupaco” fue allá por los años finales de la década
del 70 del siglo pasado, cuando aún cursaba los estudios secundarios, en
ocasión de uno de esos imborrables almuerzos dominicales, el abuelo, que
aprovechaba los minutos de sobremesa para narrarnos una serie de anécdotas y
sucesos diversos, contó un incidente del día en que un tipo, que nosotros no
conocíamos, había tenido un pequeño altercado con él, de cuyos detalles no
guardo una memoria precisa, y que remató muy molesto calificándolo con la
palabra de marras.
Me quedó grabada la nueva palabra que
escuchaba, pero no atiné a interrogarle al abuelo sobre su significado,
tratando más bien de desentrañar el mismo a través de inferencias y
asociaciones, como siempre he hecho cada vez que me enfrentaba a una situación
similar. No soy muy dado a preguntar a las personas sobre algo que no sé,
prefiero averiguarlo por mí mismo; tal vez sea un curioso modo de exhibir un
orgullo personal en materia del conocimiento. Volvería el anciano a emplearla
muchas veces más, en circunstancias parecidas, dejándome intrigado con mayor
intensidad.
Otra vez, pasados algunos años, volvería a
escuchar la singular palabreja en boca de otra persona, quien también relataba
una ocurrencia de aquel día y finalizaba calificando a la que había sido
protagonista de la misma con el epíteto misterioso que reaparecía ante mis
oídos después de un relativo olvido en que vivió enterrado durante ese tiempo.
Pero ahora podía tener más claro lo que querían decir ambos con ese término,
pues a la coincidencia de caracteres y rasgos que podía distinguir en ambos
casos, se agregaba el bagaje de experiencias y conocimientos que había
adquirido en el ínterin.
Hasta ese momento, sin embargo, el encuentro
con la palabra no había pasado de ser exclusivamente oral, es decir, nunca la
había visto impresa, hasta que hará un par de años tuve la memorable ocasión de
toparme con ella en una publicación local con todas sus letras. Aparecía la
fotografía de la legendaria actriz estadounidense Marilyn Monroe, sosteniendo
entre sus manos un libro abierto ante ella, y donde podía distinguirse el
título y su autor, nada menos que el Ulises
de James Joyce, y en la leyenda venía el comentario del periodista, que
concluía afirmando que contra lo que todos se imaginaban sobre el talante
intelectual de la belleza rubia, y teniendo la evidencia del testimonio gráfico
de una de sus lecturas, no podía hacerse caer tan fácilmente sobre ella el
juicio lapidario de haber sido cualquier “churrupaca”.
En esporádicas ediciones volvía el mismo
periodista a usar el vocablo para etiquetar actitudes, personas,
comportamientos, modos de ser, naturalezas y contenidos. Lo sorprendente es que
no exista un estudio riguroso, o por lo menos básico, sobre su origen y su
inasible significado. Llama la atención que lingüistas y filólogos consagrados
de nuestro país –porque debo suponer que la palabra viene a ser un peruanismo–
no hayan advertido de su uso coloquial y relativamente frecuente. Tampoco en el
internet se puede encontrar nada al respecto, situación que me fue comunicada
por algunos alumnos que trataban de hacer sus propias indagaciones cuando yo
solté un buen día en clase la vocecilla en cuestión.
Razón de más para ensayar una aproximación
conceptual a partir de todas las evidencias recogidas en años de convivencia
con el sentido figurado del término. ¿Cómo podemos definir a un “churrupaco”?
Creo que lo primero que destaca es su acusada ordinariez, seguida de una
flagrante vulgaridad, tanto en los gestos como en las palabras; el “churrupaco”
es el tipo sin brillos, anodino y común en su silvestre condición, poseedor de
una ostentosa incultura que lo manifiesta a través de actitudes y preferencias
que delatan su penosa inclinación por las cosas de mal gusto y visiblemente
huachafas. Todo ello en medio de la más sórdida y banal grosería.
El “churrupaco” puede desplazarse en auto
de último modelo o vestir la llamada ropa de marca, pero nada de ello podrá
esconder ni ocultar su radical “churrupaquería”; inversamente, un simple
ciclista o modesto peatón muy bien pueden estar librados de esa condición por
sus cualidades notorias de finura y nobleza. No interesa el color ni la
condición socio-económica, pues los “churrupacos” están repartidos entre todos
los segmentos sociales, y los hay blancos, negros, mestizos, cholos y demás
expresiones de nuestra celebrada multietnicidad.
jajajaja estaba buscando el significado, excelente definición, te pasaste, muy buen post, conozco personas que calzan a la medida.
ResponderEliminarSi estoy de acuerdo es una excelente definición, de igual forma yo escuche este término en los años 80.
ResponderEliminarSi estoy de acuerdo es una excelente definición, de igual forma yo escuche este término en los años 80.
ResponderEliminarTambién de acuerdo contigo. Me recuerda a mi querida madrecita a la que oi usar esta palabra en mi niñez, allá por los 70 y a la que extraño mucho pues ya partió hace casi dos años. Saludos para ti.
ResponderEliminarSerá posible que nos explique otra palabra rara que suele decir mi madre, que es flaco piquitriqui?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué nos puede decir sobre la palabra "pacharaco"?
ResponderEliminarExcelente definición y pone de manifiesto a la gran mayoría de nuestra sociedad peruana. Nos falta mucho para llegar a ser un pueblo ejemplar y culto.
ResponderEliminarEsta palabra la uso para personas recienrllegadas de la Sierra xk en el año 1989 trabajando con un primo? a un trabajador de provincia le decían churrupacochuo churrupakito y desde en tonces lo uso de cariño
ResponderEliminarAyer se lo oi a una señora recicladora respecto de otra con quien habia tenido un conflicto laboral. Eso fue aca en Lima, y la señora que lo decia era de origen huanca. Y tampoco me atrevi a pregutarle a que se referia con "churrupaquina de m...", porque sino tal vez sus furias habrian venido en mi contra... un saludo y gracias por el aporte
ResponderEliminarYo escuche esa palabra apenas siendo una niña a mi abuelito cuando estaba enojado y se referia a la persona con despotismo hoy en dia tengo 65 años y por x motivo es la primera vez que se su significado sabia que era algo malo pero no sabia expresarlo como es graciad
ResponderEliminarMacanudo, excelente, por fin lo tengo claro.
ResponderEliminarbuena explicacion, distinta a las las que encontre indicando que sus significado es simplemente: "cholo".
ResponderEliminarHabía escuchado esta palabra como un apodo, siempre me ha parecido graciosa, pensé que no existía hasta ahora que la vi en una nota periodística busco su significado.
ResponderEliminarConcluyo que todos somos descendientes desde una vida ancestral de churrupacos .de nosotros depende si somos su sinónimo o antonimo del significado churrupaco en nuestra vida diaria...¿cuantos somos aún churrupacos ?.
ResponderEliminarEl termino es utilizado en la novela "La violencia del tiempo" por Miguel Gutierrez, quien utiliza tambien otros peruanismos poco usuales y al parecer de uso muy comun en el norte del Perú, especialmente Piura. Muchos de ellos ya casi no escuchan y de verdad es una obra que tambien aporta al conocimiento del uso del lenguaje en diferentes estratos sociales del perú.es verdad, hay mucho que invetigar en la filologia del castellano. Adolfo Lanyi. adolfillo@gmail.com
ResponderEliminarOí esta palabra a mi profesor de Castellano, el año de 1965. Se lo consulté a mi Se. padre quien me dijo que equivalía a "ordinario", inculto y vulgar. El tiempo y diversas explicaciones corroboran que es así.
ResponderEliminarWaco del churrupaco
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