Durante cuatro años durmió esta novela en
el rincón de la espera, hasta que por fin he decidido saldar cuentas con ella,
y por supuesto también con Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012, haciendo lo
único placenteramente posible: leer con fruición Rana (Editorial Kailas, 2011), la historia de un dramaturgo y sus
vicisitudes literarias durante la época más cruda de la implementación de la
política del hijo único en la China comunista, dentro del gran marco de la
planificación familiar que se impuso el gobierno para paliar la inminente
explosión demográfica que la convirtió en el país más poblado del planeta.
Wan Zu, más conocido como Xiao Pao –cuya
traducción es Renacuajo– narra la historia de su tía Wan Xin, médico obstetra y
funcionaria del régimen en una de las circunscripciones del inmenso territorio
del país amarillo, encargada de ejecutar las severas políticas de control de
natalidad. Comprometida con un piloto de la Fuerza Aérea que huye a Taiwán;
casada posteriormente con el artesano Hao Dashou, dirigirá con mano firme las
instrucciones del gobierno comunista en materia poblacional. La doctora Wan
tuvo muchos incidentes en su carrera para cumplir su sometido, granjeándose no pocas veces la animadversión
de la gente que sufre la persecución de los inspectores a su cargo.
Xiao Pao se casa con Wang Renmei y tienen
una hija, no pudiendo por tanto tener otro hijo al ser él funcionario del
Estado como militar del Ejército. Pero su esposa queda embarazada, según ella
por haberse hecho sacar el anillo anticonceptivo con Yuan Sai. Xiao Pao lo
encara, éste lo niega, aconsejándole que deje a su mujer tener a su segundo
hijo, a pesar de que eso significaría para él perder su cargo en el Ejército.
La persecución de la doctora Wan es implacable, pues no se detiene en
consideraciones personales ni familiares. Al practicársele el aborto, Wang
Renmei fallece.
Lo mismo le sucede a Wang Dan, la esposa de
un amigo de Renacuajo, quien también muere huyendo de la doctora Wan, encargada
de la oficina de planificación del gobierno en la región de Dongbeixiang de
Gaomi. El relato se vuelve truculento cuando esta pareja emprende la fuga a
sabiendas de que los censores removerán tierra y cielo con el fin de dar con
ellos, y así cumplir cabalmente los preceptos sacrosantos de una de las
políticas más polémicas del gobierno de Pekín.
Hasta la cuarta parte está narrado a través
de las cartas que el dramaturgo Wan Zu –o Wan Xiao Pao– le dirige a su maestro
Sugitani Gijin, donde da cuenta del nacimiento de su hijo, pues se ha vuelto a
casar, esta vez con una de las ayudantes más leales de su tía, a quien todos
conocen como Leoncita. Este niño nace de un vientre de alquiler, al no poder
Leoncita tener ya hijos debido a su edad. A lo largo de la correspondencia, el
futuro escritor va mostrando sus dudas y aprensiones por el proyecto que tiene
en mente: la obra de teatro contando la historia de la doctora Wan, su tía.
La quinta parte lo constituye la obra
dramática prometida, en 9 actos y con la
indicación de no estar escrita para la representación. Narra, previsiblemente,
la azarosa vida de la tía de Renacuajo, con la escena del juicio que se libra
ante el tribunal por la tenencia del hijo de Chen Mei y de Renacuajo como el
más intenso. El juez dictamina que el niño debe quedar en custodia de Renacuajo
y de Leoncita, quienes preparan una recepción para anunciar la bienvenida al
hijo esperado.
La novela despliega de una manera
transparente y sólida la maestría y destreza narrativa del escritor chino, reconocido
con el Premio Nobel por saber conjugar “con realismo alucinatorio, leyendas,
historias y elementos contemporáneos”, según la justificación del jurado. Hay
muchos pasajes en la novela que confirman el aserto, revelándonos a un creador
de tal dimensión que ya el gran Kenzaburo Oé había alertado de su talento y
merecimientos para el tan preciado galardón.
Lima,
21 de enero de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario