miércoles, 10 de mayo de 2017

Francia en marcha

    He aguardado con gran expectativa los resultados de la segunda vuelta electoral en Francia, donde finalmente ha obtenido la victoria el candidato social liberal Emmanuel Macrón, líder del movimiento En Marche!, fundado apenas hace un año y catapultado al palacio del Elíseo de la mano de este joven banquero de 39 años, ex ministro de economía y representante de la centro derecha francesa. No era, quizás, la mejor opción, pero era la única alternativa ante la amenaza retrógrada que significaba la agrupación neonazi rival.
    Los peores temores que abrigaba el mundo democrático, con los antecedentes del brexit en el Reino Unido y el ascenso a la Casa Blanca del inefable Donald Trump, se han disipado por ahora, pues no se puede decir que el Frente Nacional, el partido de la ultraderechista Marine Le Pen, haya sido totalmente derrotado, pues desde que su fundador y padre de la actual lideresa pasara a la segunda vuelta en las elecciones del 2002, obteniendo una votación cercana al 20%, el apoyo a sus propuestas no ha cesado de crecer, favorecido por una realidad social y económica que no ha hecho sino deteriorarse en los últimos años, cundiendo el descontento y la decepción con las políticas liberales en amplios sectores de la sociedad francesa.
    Aupada a una campaña basada en noticias falsas, apelando conscientemente al miedo y con posiciones claramente xenófobas, antiinmigracionistas y contrarias a la Unión Europea, Marine Le Pen ha conquistado un importante 33% del electorado, sin rozar, sin embargo, su gran objetivo político de alcanzar el 40% de votos. Mientras que Macrón, merced a un discurso europeísta, respetuoso de los valores republicanos y apelando constantemente al diálogo, ha obtenido un 66%, que lo sitúa como el flamante presidente de la V República.
    Es singular en varios sentidos el historial de quien será el sucesor del socialista Francois Hollande; pues aparte de que será el presidente más joven del país de Voltaire y Víctor Hugo, su vida parece el guion extraído de una novela. A los quince años, siendo todavía un estudiante secundario, se enamoró de su maestra de teatro y francés, 23 años mayor, de quien sus padres trataron de apartarla llevándolo desde su natal Amiens a estudiar a París, pero el joven ya había prometido algo que cumpliría con la puntual aquiescencia de un caballero: casarse con la mujer que había deslumbrado su corazón y sus sueños. Ella se divorció de su primer marido y se fue a vivir con este bisoño aprendiz de finanzas, una unión que ha perdurado a pesar de las diferencias de edad porque está hecha, sin duda, con la sólida materia del sincero afecto y la lealtad invulnerable.
    Por otra parte, encuentro un gran parecido con lo sucedido en el Perú el año pasado en las elecciones de la segunda vuelta, donde igualmente una candidata que concitaba profundo resquemor en los ámbitos democráticos fue impedida de llegar a la presidencia por un amplio abanico de fuerzas que haciendo un esfuerzo supremo evitaron que el Perú repitiera su historia a través de un régimen que hubiese encarnado las prácticas y los principios de la época más nefasta de su historia reciente. En Francia, el fascismo encubierto que representa Le Pen ha sido barrido por el electorado, poniéndose a salvo todo aquello que simboliza, mal que bien, el país de la bandera tricolor, y que después de superado este serio susto, debe encontrar su camino para convertirse en el otro gran pilar del proyecto comunitario, conjuntamente con Alemania.
    Es cierto, además, que en la insurgencia de estos movimientos de extrema derecha en muchos países del viejo continente tiene buena parte de culpa la propia clase política que ha estado al frente de la mayoría de gobiernos de corte liberal y socialdemócrata, que en la última década han enfrentado serios tropiezos para manejar una crisis que ha terminado reacomodando el tablero político preexistente. Ya sucedió en España, hace poco, y ahora en Francia los dos partidos que han usufructuado el poder desde la Segunda Guerra Mundial –los Republicanos y los Socialistas–, han sido desplazados a la condición de segundones en el escenario renovado que ha estrenado esta elección.
    Queda por verse, también, lo que sucederá de aquí a un mes cuando se celebren las elecciones legislativas, lo que significará la piedra de toque para la conformación del nuevo gobierno, estando en perspectiva diversas alternativas que en la tradición francesa se han ensayado en numerosas ocasiones. Pero lo mejor de todo es que, aunque sea por breve tiempo, el peligro fascista ha pasado, lo cual no debe significar que se deba bajar la guardia ante su arremetida en sociedades democráticas de gran solera como la que ostenta la patria de Jean Paul Sartre y Albert Camus, dos figuras representativas de la cultura gala del siglo XX.


Lima, 8 de mayo de 2017.  

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