jueves, 12 de octubre de 2017

El anexo secreto

    Los diarios íntimos constituyen un verdadero género literario, cuando quienes lo ejercen vuelcan en ellos, además de sus preocupaciones y obsesiones de cada día, su talento para la escritura y una vocación narradora que puede detectarse desde las primeras líneas. Es lo que sucede con uno de esos diarios que forman parte ya del canon literario de las letras contemporáneas, escritos por una niña judía que moriría con casi toda su familia en los campos de concentración nazis al finalizar la segunda guerra mundial. Los manuscritos, hallados por amigos de la familia, fueron rescatados por el padre que sobrevivió al genocidio, quien los publicó con el título inicial de Het achterhuis, o El anexo, popularizado en su versión al inglés como Diary of a Young girl, y conocido mundialmente como El Diario de Ana Frank.
    Se trata de una serie de cartas que Ana le escribe a Kitty, como ha bautizado al cuaderno que le fuera obsequiado en ocasión de su cumpleaños número 13. En él va detallando la evolución de sus sentimientos y el día a día de sus tribulaciones, desde su salida de Alemania para instalarse con su familia en Ámsterdam, perseguidos por el régimen nacional-socialista alemán en su condición de judíos, hasta su captura a comienzos de 1944 para terminar aniquilados por la barbarie totalitaria.
    Lo primero que sorprende al lector es que una niña de trece años sea capaz de expresar los pormenores de su vida con esa sutileza y sencillez, aunados a una gran perspicacia, fruto quizás de su enorme poder de observación y de sus abundantes lecturas de que dan fe muchos pasajes de sus diarios. La primera entrada es de junio de 1942, donde narra la celebración de un cumpleaños y otros detalles de un acontecimiento doméstico, con una prolijidad, mesura y sentido de las cosas que conmueven. Más adelante revelaría una idea que ya le rondaba desde entonces, la de escribir una novela policial con el título que rescato encabezando este artículo: “El anexo secreto”, la “historia de ocho judíos metidos en su escondite, su forma de vivir, de comer, de hablar.” Podemos imaginar lo que habría significado una obra así de haber tenido la joven escritora la posibilidad de llevarla a cabo.
    Dos familias, los Frank y los Van Daan, más el señor Dussel, ocho personas en total, se instalan en un anexo de la casa de la calle Prinsengracht, apenas protegidos por un tabique colocado en una de las puertas secretas que da acceso al refugio. Durante más de dos años de encierro tienen lugar los ajetreos y los trasiegos de toda convivencia humana. Uno no se imagina cuánto de infierno puede anidar, a veces, en la propia casa, sobre todo si se está obligado a convivir con seres que uno no conoce o que no quiere. Para Ana, sólo el estudio podía significar una vía de escape, como lo confiesa en su carta del 17 de octubre de 1943. En otra parte dice al respecto: “Las personas libres no podrían imaginar lo que los libros significan para quienes están escondidos. Libros y más libros, y la radio… Ese es todo nuestro entretenimiento.” Efectivamente, es por la radio que siguen todos los incidentes de la guerra que asola Europa, donde precisamente ellos serían parte  de sus millones de víctimas.
    Ana es objeto de toda clase de acusaciones, reprimendas y malos tratos por parte de los adultos, especialmente de su madre, con quien no guarda una relación armoniosa y a quien señala en muchos pasajes de sus diarios como una persona no precisamente afectuosa con ella y sí muy intransigente y de mal carácter. Es constante el tono de reproche cuando habla de su madre. La señora Van Daan tampoco es ajena a la crítica de la joven autora, pintándola como intrigante, ladina y frívola. Y no son pocos los encontronazos con el señor Dussel, pues deben compartir una mesa que a Ana le sirve  para sus estudios y para la escritura de sus diarios. De su padre y de su hermana no tiene mayores quejas. Pero está también la contraparte, la ilusión y los primeros escarceos amorosos que despierta en ella Peter, el hijo de los Van Daan, con quien vivirá intensos momentos de un dulce idilio adolescente.
    En la anotación del 8 de noviembre de 1943 deja traslucir toda su desesperanza. Es curioso el episodio en que pierde su estilográfica, obsequio de su padre, pues guarda una siniestra analogía con su propia desaparición física, como si fuera presagio y prefiguración del exterminio de su familia en los campos de concentración de Auschwitz y de Bergen-Belsen.
    El régimen alimenticio de los refugiados está descrito con cierta prolijidad en la carta del lunes 3 de abril de 1944; en la del día siguiente, Ana reflexiona sobre su vocación de escribir, manifestando su anhelo de convertirse en periodista y escritora. Sus aficiones y actividades favoritas están descritas en la entrada del jueves 6 de abril. El 27 detalla sus lecturas y su disciplina de estudios. Asombra la diversidad de inquietudes intelectuales que muestra la niña en sus inclinaciones y búsquedas.
    Interrogantes llenas de amargura y pequeños atisbos de esperanza se dejan sentir en su carta del 3 de mayo. A veces Ana cae en la más honda desesperanza, preguntándose si no hubiese sido mejor morir todos, o que una bomba los aplastara de una vez, pues no sería mayor a la inquietud que ahora los agobia. Serían los prolegómenos de la llegada final de la Gestapo en agosto, probablemente debido a una delación de algún almacenero ávido de la recompensa ofrecida por encontrar judíos. El resto era previsible: son llevados a los campos de concentración, unos mueren en las cámaras de gas, de otros se pierde el rastro, y Ana y su hermana Margot terminan en el infierno de Belsen, donde son víctimas de una epidemia de tifus que las llevará a la muerte.
    Vibrante alegato contra la barbarie de la guerra desatada por el odio xenófobo de los jerarcas nazis; espléndido testimonio de indesmayable humanidad a través de los ojos de una niña acuciosa e inteligente; preciso retrato de unas vidas situadas al filo de la cornisa;  hermoso relato de la peripecia excepcional del ser humano enfrentado a los límites de su condición existencial.

Lima, 10 de octubre de 2017.  

      

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