sábado, 21 de julio de 2018

Los huevos de la serpiente


    El descomunal destape, que han realizado dos periodistas y sus respectivos equipos de investigación, de los nauseabundos audios en que magistrados del Poder Judicial y miembros del Consejo Nacional de la Magistratura negocian prebendas, enjuagues y pactos infames con empresarios, políticos y otros personajes facinerosos de la fauna nacional, es la prueba cantada que todos esperábamos desde siempre para tener las evidencias incontestables de la podredumbre que ya adivinábamos en ese poder del Estado.
    Todos los comentarios indignados de ciudadanos de a pie apuntan a que todo eso ya se sabía, y es cierto, las sospechas y los reparos hacia la actuación de ciertos jueces, fiscales y abogados han sido una constante entre los sufridos litigantes desde hace muchísimo tiempo en nuestro país; pero nunca como ahora habíamos tenido la certeza de los niveles de corrupción y miseria moral a que podían descender individuos encaramados en las altas esferas de la judicatura en el Perú.
    La valiente iniciativa de una jueza, el subsiguiente respaldo de un fiscal y la corajuda participación de un valiente periodista como Gustavo Gorritti, de IDL-Reporteros, han hecho posible este hediondo develamiento de las sentinas mismas de un organismo público que infelizmente ha sido copado paulatinamente por el lumpen seudo profesional de una burocracia mediocre y delincuencial que ha administrado la justicia de este país por décadas. Como me decía hace un tiempo un amigo poeta, en son de broma esa vez, pero con cuánta verdad ante este espectáculo de asco: “Este no es el Poder Judicial, sino el Poder Perjudicial”.   
    El hartazgo de la ciudadanía se ha expresado en la multitudinaria e indignada marcha del pasado jueves 19. Miles de personas, agrupadas en asociaciones de la sociedad civil, sindicatos, universitarios, enfermeras, periodistas, y sobre todo jóvenes, se han manifestado por las calles de diferentes ciudades del país, elevando al aire sus voces de rabia y desengaño ante tanta exhibición impúdica de putrefacción y bajeza. Si una esperanza todavía nos es permitida tener, es aquella que está depositada en esa juventud que perfectamente puede erigirse en la reserva moral de la sociedad. Ellos hacen política en su sentido más prístino, es decir, su preocupación por la polis es auténtica; y no la política partidaria de algunos sectores que sólo velan por sus mezquinos intereses de facción.   
    Estoy seguro de que existen, a pesar de todo, personas decentes en el Poder Judicial, el Ministerio Público y demás instancias de la administración de justicia; sin embargo, también es evidente que una gran mayoría de sus integrantes muy bien podría ser descubierta en parecidos o iguales comportamientos de los que hemos sido testigos en las últimas semanas. A través de un léxico propio de pandilleros de barriada, usando frases y coloquialismos que ya están en conocimiento de todos (“Oye, hermanito”, “estoy pensando en diez verdecitos”, etc.), sus comunicaciones, interceptadas lícitamente, revelan también el estándar de educación que han tenido, una pobrísima formación axiológica y una indigencia ética que realmente nos apabullan. Sus patéticas explicaciones y justificaciones son el ejemplo más rampante del cinismo y la sinvergüencería de que hacen gala con la mayor desfachatez.
    Las preguntas que surgen de rigor son, entonces: ¿Habrán aprobado, si es que llevaron alguna vez, el curso de Deontología Forense en la universidad?, ¿en qué Facultad de Derecho realizaron su formación académica para terminar desbarrando como cerdos en el mundo profesional?, ¿o es que nada de lo que supuestamente aprendieron les sirvió para el ejercicio decente de su carrera? Son algunas de las numerosas interrogantes que podemos seguir apiñando para tratar de explicarnos el estupor en que hemos caído. Porque el problema parecer ser mayor, pues involucra el sistema mismo en el que estamos inmersos, con una educación por los suelos y una práctica política encanallada desde los mismos centros de poder, llámese Poder Legislativo o Poder Ejecutivo. No es suficiente, por ello, la caída del ministro de Justicia ni la renuncia del presidente del Poder Judicial. 
    Hemos hallado, pues, los huevos de la serpiente, diseminados en diversas instancias de ese poder que tantos dolores de cabeza causa a millones de compatriotas que viven día a día sus causas y litigios en los pasillos de los juzgados y las cortes, esperanzados en obtener justicia, sin saber a veces que toda esa maquinaria está infestada por los trapicheos más inmundos, una diabólica parafernalia que medra del abuso, la estafa, el engaño, la coima, la dilación y tantísimos otros mecanismos que han convertido al Poder Judicial en un antro de alimañas y sabandijas de la peor especie.
    “Decirle a una persona que es embustera constituye la más mortal de las afrentas […]. El hombre que padeciera la desgracia de pensar que nadie iba a creer ni una sola palabra que dijera, se sentiría el paria de la sociedad humana, se espantaría ante la sola idea de integrarse en ella o de presentarse ante ella, y pienso que casi con certeza moriría de desesperación”. Es impensable que en estos tiempos se pueda presentar una situación como la que describe Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales, pero cómo nos gustaría que tantos embusteros como los Hinostroza, los Ríos, los Noguera y otros impresentables, terminen sus días en medio del escarnio público.  
    ¿Qué hacer ante tanta inmundicia? Hace poco, y a propósito de los bochornosos sucesos del escándalo de Odebrecht que desembocaron en la salida presidencial y el cambio de mando, propuse como alternativa radical refundar la República, que ahora escucho en boca de un congresista. Me parece la única salida válida. Reformar la Constitución, nombrar comisiones de reforma, convocar una Asamblea Constituyente, volver a la Constitución de 1979 (superior a este mamotreto fujimorista de 1993), pueden ser algunas posibles salidas, pero siempre serán soluciones parciales o epidérmicas. Lo que acá necesitamos es empezar de cero. ¿Cómo lo hacemos? He ahí la cuestión, como dice Shakespeare. Esa es la tarea de expertos, juristas, hombres honestos y valiosos que sin duda tenemos todavía, para que nos alcancen en el tiempo más breve un proyecto de edificar desde los cimientos esta República que se cae a pedazos sin haber cumplido siquiera los dos siglos de vida.

Lima, 21 de julio de 2018.      
   

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