miércoles, 4 de septiembre de 2019

La familia Bennet


    Una de las novelas más memorables de la literatura inglesa, se la debemos a la destreza narrativa de Jane Austen (1775-1817), una escritora que llevó una existencia en apariencia bastante apacible, pero que en Orgullo y prejuicio nos presenta las vicisitudes de una prototípica familia pequeñoburguesa del sur de Inglaterra de fines del siglo XVIII, haciendo gala de una gran penetración psicológica para trazar los caracteres de los personajes y describir las situaciones en que se ven envueltos, en medio de los enredos amorosos de las hijas que ya han alcanzado la edad en que los padres, antaño, solían destinarlas al matrimonio.
    El señor y la señora Bennet constituyen un sólido matrimonio de veintitrés años, cuyas  cinco hijas en orden cronológico son: Jane, Elisabeth, Mary, Kitty y Lydia; todas ellas muy distintas entre sí, oscilando entre la sensatez y parquedad de la mayor, Jane, y la frivolidad y desaprensión de Lydia, la menor. Elisabeth destaca por lo juiciosa y rebelde, con una mirada muy crítica de su entorno e indómita ante los fáciles halagos masculinos. Tal vez sea uno de los personajes más interesantes de la historia, pues es en torno a ella donde se desarrollan los principales acontecimientos.
    La trama empieza a correr cuando un joven procedente del norte del país, soltero y poseedor de una fortuna de cuatro o cinco mil libras al año, alquila la hacienda de Netherfield Park, lugar muy cerca de Longbourn, donde viven los Bennet. Al enterarse de la noticia, la madre, deseosa ya de casar a sus hijas, exige al marido que vaya a presentarse donde el nuevo vecino, el señor Charles Bingley, con el fin de empezar a tejer ya la maraña que debe terminar en el compromiso de alguna de sus herederas.
    Días después de su llegada tiene lugar en Meryton el primer baile al que concurren las dos hermanas mayores, ocasión en la que Jane recibe muchas atenciones del señor Bingley, así como de las hermanas de este que acuden a la fiesta en compañía del esposo de la mayor y de Darcy, un caballero simpático y distinguido, pero que deja la impresión de ser orgulloso y petulante. Elisabeth observa con gran perspicacia la sutil escena de la representación que los jóvenes ofrecen durante la fiesta.
    Los vaivenes sentimentales de las hijas mayores de los Bennet ocupan los primeros capítulos, con las esperanzas fallidas de Jane de consolidar su unión con el señor Bingley a causa de ciertas intrigas y maniobras de las hermanas, y el rechazo de Elisabeth a las pretensiones matrimoniales de su primo William Collins, quien visita Longbourn con el único propósito de obtener su mano. Ante este primer fracaso y sin pérdida de tiempo, Collins traslada su oferta a Charlotte Lucas, la amiga más cercana de Lizzy, quien acepta sin pensarlo demasiado y se realiza la boda.
    Este retrato veraz y realista de una clase social, la burguesía rural y sus diversos estratos –los potentados como Bingley o Collins, y los que aguardan un golpe de suerte para escalar socialmente como los Bennet, esperanzados en que las uniones conyugales de sus descendientes los ayuden a conservar sus pequeños privilegios–, constituye uno de los cuadros más logrados de la novela, llevándonos a ser testigos de unas formas y costumbres que el tiempo ha sepultado en el desván de las curiosidades de la historia.
    La evolución de un personaje como Elisabeth Bennet, cuya versátil psicología la convierte en una privilegiada observadora de esa pequeña comedia humana provinciana, la coloca en situaciones de verse en la necesidad de ir variando sus apreciaciones y puntos de vista de las personas que frecuentan su entorno. Es el caso de Darcy, el amigo cercano de Bingley, quien la primera vez que lo conoce le parece orgulloso y despreciable, entre otras razones porque lo cree culpable de la separación de su hermana y este último. Por ese motivo, la vez en que Darcy le declara su amor y le ofrece matrimonio, ella lo rechaza sin más.
    Entre tanto, Elisabeth conoce a Wickman, de quien se ilusiona en un primer momento, para terminar decepcionándose al conocer la verdadera historia entre él y el señor Darcy, que reaparece en su vida en ocasión de un viaje de vacaciones que realiza con sus tíos. Un verdadero quiebre en la historia es, por eso mismo, la fuga de Lydia, su hermana menor, con Wickman, causa de angustia y preocupación para la familia, especialmente para la nerviosa e hipocondríaca señora Bennet. Después de quince días de mantener en la zozobra a sus familiares, que van en su búsqueda de manera infructuosa, es su tío y el señor Darcy quienes interceden para lograr un acuerdo de boda, la que finalmente se lleva a cabo. Luego de visitar a sus familiares en Longbourn, Lydia y Wickman parten rumbo al norte donde está el regimiento al que éste debe incorporarse.
    Mientras tanto, se produce la vuelta del señor Bingley a Netherfield y enseguida su visita a los Bennet. Después de algunos días de tensa espera para la madre, finalmente se comprometen Bingley y Jane. Se sucede luego el pasaje más memorable del relato, por su carácter rebelde y contestatario, protagonizado por Elisabeth. La insolente y antipática lady Catherine de Bourgh, tía de Darcy, llega a casa de los Bennet para hablar con nuestra heroína, para prevenirla contra sus planes de casarse con su sobrino. Lizzy, con gran aplomo y valentía le responde con precisos argumentos y contundentes y justas palabras. La dama se retira encolerizada y totalmente decepcionada.
    A pesar de esta escena desagradable para Elisabeth, que sin embargo trata de disimular ante su familia, a los pocos días vería confirmada sus esperanzas cuando Darcy visita Longbourn y formaliza su compromiso con ella, lo cual ocasiona el desborde emotivo de su madre, diluyendo sus reticencias iniciales y sus comentarios negativos hacia el pretendiente de su hija. El padre también da su aprobación luego de un íntimo diálogo con ambos jóvenes por separado.
    El destino más acariciado para una mujer en aquella época era sin duda un buen matrimonio, afán en que se prodigaba toda la familia, pues constituía el secreto de un porvenir seguro y sin sobresaltos para todos. El tiempo, que muda las costumbres y los ritos, nos ha dejado esa curiosidad de una época relativamente reciente, trayéndonos nuevos aires y nuevas formas de vivir ese eterno universal de las relaciones entre los sexos, sus propósitos y sus variantes, su problemática y su drama.

Lima, 29 de agosto de 2019.
       

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