Se ha presentado en España, de modo virtual
como dictan las costumbres impuestas por la pandemia, Medio siglo con Borges (Alfaguara, 2020), el reciente libro de
Mario Vargas Llosa, que recoge una variedad de textos, entre artículos,
charlas, entrevistas y ensayos, que el Premio Nobel peruano ha producido en los
últimos cincuenta años, dedicados todos ellos a sondear, asediar y escrutar la
monumental figura literaria de quien es sin lugar a dudas el mayor escritor que
ha dado la lengua española en la última centuria. Es el primero de los libros
que tengo ocasión de adquirir de manera también virtual, con entrega a
domicilio, después de una fallida negociación con una primera librería que no
tuvo el tino de cautivar con un mínimo de calidez mi condición de cliente
libresco, primerizo en estos avatares del comercio en línea.
Desfilan por el breve libro un puñado de
textos que me dejan con la miel en los labios, pues al saber de la noticia por
los medios imaginé enseguida un volumen como los que suele escribir el autor
dedicados a sus escribas favoritos. Y éste vaya que lo es, como lo ha confesado
innumerables veces. Por tanto, el esperado opíparo banquete que mi imaginación
acarició se ha trocado más bien en una sesión de gourmets de alta cocina, paladeando con exquisito fervor el
centenar de páginas, convencido por aquella frase de factura popular que
postula que si de lo bueno breve, doblemente bueno. Mas lo cierto es que varios
de ellos ya los conocía, pues fueron publicados a lo largo de estos años en
diversos medios escritos del Perú y de España. Pero igual, volver a leerlos
constituye un placer renovado que sólo podemos agradecer.
Uno de los aspectos que más se ha discutido
a propósito de este lanzamiento es el famoso episodio de la entrevista que le
realizara el novelista al poeta y ensayista argentino en su casa de Buenos
Aires en 1981, para su programa de televisión La torre de babel, donde destaca
la anecdótica descripción de las goteras que descubrió el acucioso periodista
que también es en el humilde departamento del maestro. Insiste varias veces en
remarcar la modestia de la pieza y asimilar la habitación del entrevistado a la
celda de un monje trapense, hasta que llega la pregunta sobre el desasimiento
de las cosas materiales que el anfitrión aprovecha para en una sola frase
lapidar cualquier atisbo de conmiseración: «El lujo me parece una vulgaridad». Por
lo demás, la charla discurre, entre el ingenio, la agudeza y la erudición del
demiurgo porteño, por todos los vericuetos posibles entre dos podridos de
literatura. Más adelante, el argentino comentaría entre sus conocidos, no sin
una chispa de ironía, que esa tarde lo había visitado un agente inmobiliario
peruano, interesado al parecer en una posible mudanza del escritor.
Sin embargo, más allá de la anécdota, el
asunto de las goteras muy bien puede servir de metáfora para destacar algunas
sombras, como no podía ser de otra manera, que Vargas Llosa ha detectado en la
obra del autor de Ficciones. Una de
ellas se refiere al velado racismo que trasuntan sobre todo los cuentos de
Borges, donde los personajes de procedencia indígena o negra estarían
catalogados en una condición inferior a la blanca y occidental, que son
erigidos en modelos de la civilización y el progreso. Pero esto no está dicho
de un modo deliberado ni tal vez consciente, pues al recrear la realidad, por
más fantásticas o irreales que sean las historias, el artista la describe tal como
la ve, no como quisiera verla. Tal vez exista ese sesgo, mas de ninguna manera
ese rasgo descalifica ni desbarata la propuesta narrativa del autor, cuya
perfección roza lo inhumano, según agrega el crítico, descubriendo otra sombra
ya señalada por otros: el predominio cerebral e intelectual de un mundo abstracto
de ideas y razonamientos, descarnado y alejado de aquel barro primordial de que
está hecha la vida, y que la novela, género ninguneado por Borges, toma como
materia prima. Sería por ello quizás que alguna vez el otro grande de las
letras argentinas, Ernesto Sábato, dijera que ante todo Borges era un gran
poeta.
Descollante es la conferencia sobre las
ficciones de Borges, que Vargas Llosa pronunció en Londres en 1987. Detalla con
mucha precisión las características singulares de este narrador excepcional,
dueño de un estilo único e inimitable. En otro artículo, recuerda el memorable
día en que asistió a la presentación de Borges, en 1963 en París, para un
homenaje a Shakespeare propiciado por la Unesco; y, unos días después, en el
Instituto de América Latina, para disertar sobre literatura fantástica. Emociona
saber que un desconocido escritor procedente casi de los arrabales del mundo, un
tímido anciano precoz, como lo describe el joven aspirante a escritor que tuvo
la suerte de estar en ese momento, deslumbrara a un selecto auditorio donde se
encontraban los más encumbrados autores de las letras francesas del momento, paseándose
a sus anchas, en perfecto francés, por todos los recodos de la cultura
universal, en una exhibición asombrosa de prodigio y sabiduría.
También está un retrato del Borges
político, sus polémicas declaraciones y posturas en una actividad que siempre
miró con desprecio y lejanía, incurriendo por ello en increíbles
contradicciones que jamás empañaron un ápice, no obstante, su legado literario.
De igual forma traza un paralelo entre Onetti y Borges, la diferencia radical
entre ambos y la no tan secreta animadversión que se guardaban. A pesar de
ello, nota la decisiva influencia de éste en la obra novelística del uruguayo. Asimismo,
revela Vargas Llosa su asombro ante los Textos
cautivos, una selección de reseñas breves que Borges escribiera para la
revista Hogar en los años 30, donde
ya despuntan sus sagaces observaciones de lector cultivado y perspicaz. Y por
último, la etapa final de octogenario feliz y enamorado, con María Kodama
viajando por el mundo y gozando sus últimos años de una vida que para él
siempre estuvo en los libros, como alguna vez lo declaró sin reservas.
Deliciosa lectura que nos reencuentra con
un formidable creador, considerado de forma unánime, como afirmo al inicio,
como el más grande de la literatura contemporánea en cualquier idioma. Un
auténtico maestro.
Lima,
6 de julio de 2020.
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