Con gran placer he visto en menos de dos semanas The Crown, una de las series más promocionadas de los últimos años en Netflix, la plataforma de televisión por streeming, escrita y dirigida por Peter Morgan y protagonizada por una constelación de estrellas consagradas y emergentes de la actuación cinematográfica. Estructurada en cuatro temporadas, cada una de ellas compuesta a su vez por diez capítulos, abarca la historia de la corona británica desde la asunción al trono de la reina Isabel II, la actual monarca, considerada como una de las más longevas, con 96 años de vida, de los cuales 68 conduce con mano firme el Palacio de Buckingham. A la vez es una historia fascinante del siglo XX, de los principales sucesos que sirvieron de contexto para los acontecimientos donde estuvo involucrado el Reino Unido. Las grandezas y las bajezas, las virtudes y las miserias de los miembros de la Casa de Windsor están narradas amena y prolijamente, con un decorado preciso en escenarios reales y realistas, una ficción con grandes dosis de verosimilitud.
Muchos se han dedicado a hurgar los
detalles de cada secuencia, contrastando los episodios presentados con los
hechos históricos, labor que no deja de ser interesante, pero que no puede
servir para cuestionar el valor una obra de ficción como ésta que, como todas
de la misma naturaleza, se sostienen solas, basadas exclusivamente en su
capacidad de seducción o convencimiento del espectador. Sin embargo, es muy
aleccionador y altamente fructífero regresar a las fuentes históricas, con el
único fin de reconocer el hecho real y cotejar el tratamiento que ha recibido
en la serie, más allá de las coincidencias o parecidos. Aunque no está demás
agregar que en un muy alto porcentaje lo narrado coincide con lo sucedido. Y
son estas coincidencias las que me permiten expurgar algunos ejemplos que me
han parecido particularmente interesantes.
La abdicación de Eduardo VIII en 1936
significó un momento de alta tensión para la corona británica. El hijo mayor de
Jorge V ascendió al trono a la muerte de éste, en enero de ese año, y en
diciembre del mismo tuvo que abdicar envuelto en el escándalo de su relación
con Wallis Simpson, una ciudadana norteamericana divorciada con la que
pretendía casarse. La corona no toleraba este tipo de enlaces. Contrajo
matrimonio con ella y vivió el resto de sus años en el exilio, hasta su muerte
en 1972. Ante este hecho, lo reemplazó su hermano David en el trono, quien
asumió el mismo como Jorge VI.
El reinado de Jorge VI sufrió a causa de su
lento deterioro físico por la enfermedad pulmonar ocasionada a su vez por el
consumo del tabaco. De su matrimonio con Isabel tuvo dos hijas, la futura
Isabel II y la princesa Margarita. La muerte de este rey en 1952 y la repentina
llegada al trono, con apenas 27 años, de quien detenta actualmente el máximo
poder de la corona británica, son aspectos que destacan en la primera
temporada. Luego viene el nacimiento de los hijos de la reina, casada en 1947
con Felipe Battenberg, príncipe de Grecia y Dinamarca, así como la ascendencia
que tiene sobre éste la figura de su tío, lord Louis Mountbatten, héroe de la
primera guerra mundial y último virrey de la India.
Otro capítulo se centra principalmente en
Carlos, el primogénito y heredero. Nos presenta sus primeros años con sus
padres y abuela en el Palacio de Buckingham y su educación en el internado
escocés de Gordontoun, colegio que su padre elige porque él mismo se había
formado allí. Internado que significó un verdadero infierno para el joven
príncipe, quien luego ingresaría a la universidad de Cambridge, a pesar de que
el príncipe Felipe hizo todo lo posible para que hiciese una carrera en la
armada británica.
Otro aspecto que impresiona al observador
es aquel relacionado con el archivo de Marburgo, un conjunto de documentos que
prueban la relación del duque de Windsor –el ex monarca Eduardo VIII– con el
nazismo alemán. Los testimonios son contundentes, hay imágenes y pruebas
suficientes que demuestran la cercanía que tuvo el hermano mayor de Jorge VI
con las principales figuras del régimen totalitario de Adolf Hitler.
También cautiva de manera especial el caso
del ministro John Profumo, envuelto en un escándalo de dimensiones políticas
que remeció al gobierno del primer ministro Harold Macmillan. Profumo mintió a
la Cámara de los Comunes sobre su relación con la modelo Christine Keeler,
debiendo dimitir en 1963 a pesar del informe complaciente que realizó lord
Denning, jefe de la investigación judicial. Se sabía que la modelo mantuvo
también una relación simultánea con Yevgeny Ivanov, agregado naval adjunto en
la embajada soviética. Los archivos del Consejo Asesor de Registros y Archivos
Nacionales (ACNRA), donde se recogen el caso, se mantendrán secretos hasta el
año 2048.
Otro personaje histórico curioso de la
serie es el de Anthony Blunt, asesor y maestro de arte en el Palacio de
Buckingham, quien fuera descubierto como un espía al servicio de la KGB
soviética. Lo sorprendente es que a pesar de las evidencias y los cargos que
pesaban sobre él, la reina lo mantuviera en su puesto hasta su jubilación en la
década del 70. Al parecer, según la serie, ello se debió a que Blunt era poseedor de un dato explosivo que
de ser revelado comprometería al duque de Windsor, es decir, al esposo de la reina,
razón por la que ésta decidió pasar en silencio sobre el suceso. Sin embargo,
sobre esto no hay una comprobación histórica.
Uno de los pasajes más tristes y dramáticos
de la serie es indudablemente lo acontecido con Aberfan, un pueblo de Gales que
fue arrasado en 1966 por las escombreras de una mina de carbón. Las lluvias
continuas debilitaron la base, abrieron un forado en el cerro adyacente y los
deshechos se precipitaron sobre dos colegios y numerosas casas de la aldea. El
saldo trágico fueron 144 muertos, de los cuales 116 eran niños. Las labores de
rescate fueron muy penosas, mientras la reacción de la reina algo tardía. La
población minera manifestó su indignación por la desidia de las autoridades en
no haber prevenido un peligro del cual fueron advertidas repetidas veces por
los vecinos. Varios miembros de la familia real visitaron la zona del desastre,
entre ellos el esposo de la princesa Margarita, el duque de Windsor y, al
final, la reina Isabel. La ceremonia fúnebre y las exequias constituyeron un
momento de dolor nacional, al par que las banderas eran izadas a media asta en
los edificios públicos.
Otros hechos importantes son la visita del
presidente estadounidense John Kennedy y su esposa Jacqueline a Inglaterra,
poco antes de su muerte; los matrimonios fallidos y la vida desordenada de la
princesa Margarita; el complot en que se ve envuelto lord Mountbatten para dar
un golpe de Estado en complicidad con un banquero y dueño de una corporación de
medios de comunicación; la vida secreta de la princesa Alicia, madre de Felipe
de Edimburgo, en Atenas, regentando una modesta congregación religiosa; la designación
del hijo de la reina como Príncipe de Gales, y cómo tuvo que aprender galés en
manos de un reputado profesor de ese país con fuertes principios republicanos;
la visita al Palacio Real de Armstrong, Aldrin y Collins, los tres astronautas
que llegaron a la Luna en 1969, y la entrevista que tuvieron con el príncipe
Felipe, quien terminó decepcionado al descubrir que tras esos héroes de la
ciencia y la tecnología se escondían seres anodinos y previsibles; y la
anécdota del asalto de un intruso a la misma alcoba de la reina, que puso en
tela de juicio la seguridad del recinto palaciego y levantó un revuelo en la
sociedad londinense por la forma como fue abordado el suceso por la prensa.
También son notables los episodios donde se
narra el conflicto bélico que sostuvieron el Reino Unido y Argentina por la
posesión de las islas Malvinas, que los ingleses llaman Falkland, y los puntos
discordantes entre la soberana y la primera ministra Margaret Thatcher sobre la
manera de hacerle frente, asunto que se repetiría cuando esta última se negó a
sumarse a la decisión unánime de los países de la Commonwelth para sancionar a
Sudáfrica por el tema del apartheid. Y un poco antes el atentado terrorista del
IRA donde perdió la vida en 1979 Mountbatten, personaje muy cercano a Carlos. Así
como la noticia del extravío del hijo de la primera ministra en los desiertos
del África durante la competición del afamado rallye París-Dakar. Fueron días de zozobra para la familia de la
política y que mantuvieron en vilo asimismo la vida cotidiana de los ingleses.
Sin embargo, el capítulo más memorable es aquel del matrimonio del príncipe
Carlos con Diana Spencer, una humilde joven de familia aristocrática que de la
noche a la mañana se vio convertida en el foco de la atención mundial y
asediada constantemente por la prensa. Bautizada como la Boda del Siglo, dicha
unión va a demostrar muy pronto sus resquebrajaduras, al revelarse la presencia
en la sombra de Camilla Parker Bowles, una antigua amiga de Carlos que a pesar
de haberse casado mantenía una relación con el príncipe.
La figura de la flamante princesa de Gales
empieza a dominar la escena de la monarquía inglesa, insuflándole nuevos aires
y revitalizando una institución en lento y seguro camino hacia la
obsolescencia. Su gira por Australia en 1983 con el príncipe Carlos y su
pequeño hijo Guillermo, donde logró un éxito inusitado eclipsando la misma
figura real de su esposo y atenuando los vientos independentistas promovidos
por el primer ministro laborista Robert Hawke. Todo esto despertaría los celos
de Carlos y las desavenencias se pronunciarían, avizorándose en el horizonte
una ruptura inexorable. Posteriormente, cuando visita sola Nueva York,
adentrándose en los barrios más olvidados, como los hospitales del Harlem, daría
relieve a su imagen de figura comprometida con los problemas sociales de su
tiempo, siendo calificada como la Princesa del Pueblo.
En fin, hay muchos otros episodios
interesantes en esta serie que nos retrata sobre todo una supervivencia
medieval, con toda la pompa y los fastos de una clase bravucona, petulante y
grosera, como la califica uno de los personajes de esta apasionante historia.
Los Windsor en todo su esplendor y gloria, pero también en todo lo que tienen
ya de antigualla, de curiosidad arqueológica a pesar de haberse adaptado a la
modernidad con esa variante política llamada monarquía constitucional, una
forma de gobierno donde el monarca conserva su condición de jefe de Estado, a
la vez que el pueblo elige a quien la reina encargará la conducción del
gobierno como su Primer Ministro.
La producción es espléndida, las
actuaciones notables y una escenografía muy a propósito, así como los paisajes
realistas y las locaciones en general bastante ceñidos al original. No hay que
olvidar que se trata de una ficción, así que está demás estar buscando
coincidencias con el hecho histórico, pues el realizador se ha tomado, como es
natural, algunas licencias en esta materia. Finalmente, espero con gran
expectación la quinta temporada, de seis programadas, que según se ha anunciado
se estrenará para mediados de junio.
Lima, 16 de enero de 2021.