domingo, 4 de abril de 2021

Mientras el lobo no está


    Hemos ingresado a una semana crucial donde se definirá el destino de nuestro querido país en los próximos cinco años. El panorama sigue siendo desolador, después de ver y escuchar los debates de los últimos días, donde los candidatos a la presidencia tuvieron ocasión de exponer los puntos programáticos más importantes de su plan de gobierno. La gran mayoría de ellos, quedaron en evidencia como las enormes chapuzas que son, meros embaucadores y farsantes con la ambición pintada en sus rostros, entelequias intelectuales disfrazadas de políticos, mascarones de proa de intereses y rapacidades de siglos.

    Las encuestas de todo tipo también juegan su ambiguo papel, distribuyendo primacías y destacando prioridades antes de que el pueblo se exprese en las urnas. Los movimientos en el tablero de elegidos, las subidas de unos, las depresiones de otros y los estancamientos de aquellos, son motivo de evaluaciones por los indecisos electores, quienes se dejan guiar por esos embustes momentáneos, desplazando lo que debería ser una decisión de principios, una opción personal basada en información y conocimiento, expurgando los programas de cada agrupación, la racionalidad de sus propuestas, el sentido de sus promesas y, lo que ahora creo que es más importante, el talante de cada aspirante a la silla presidencial. No es poca cosa averiguar el carácter y la personalidad de quienes pretenden convertirse en máximas autoridades políticas de nuestro país, enterarnos no solo de lo que piensan, sino de cómo son, de qué manera se conducen tanto en lo público como en lo privado, pues allí está probablemente la clave que nos permita saber la clase de personas son.

    Están los que todavía no han podido deslindar al interior de sus partidos con quienes adoptaron actitudes golpistas el año pasado, desatando el caos en medio del peor desastre sanitario en cien años. Los que tienen como herencia un régimen nefasto de hace apenas tres décadas atrás, periodo en que la cleptocracia y el crimen de Estado estuvieron santificados. Los que representan políticas decimonónicas, trasnochadas, habiendo sido asesores muy cercanos de gobiernos dictatoriales en varios países, y en cuyas filas se alinean los mismos señorones de nuestra decadente oligarquía, aupados a todo gobierno que se preste a sus cuchipandas. Los que fungen de embajadores de cartón piedra de los camisas pardas de Mussolini, empresarios tramposos que descreen del papel del Estado y que, por eso mismo, se permiten adeudar al fisco como si tal cosa, dueños absolutos de monopolios abusivos obtenidos en arreglos grasientos bajo la mesa durante la década de la infamia. Los que se proclaman exitosos emprendedores en rubros tan delicados como la educación, pero que, enorme paradoja, son incapaces de hilvanar una idea, habiendo plagiado los trabajos académicos con los que consiguió títulos inverosímiles para su nivel intelectual, inmerso a su vez en numerosas acusaciones a lo largo de su carrera pública, de los cuales siempre salió bien librado por la sacrosanta mediación del poderoso caballero. Los que hicieron de su dudosa fama como deportista popular el requisito suficiente para ocupar un cargo que no es indudablemente como el de cualquier banco de estadio. Los que amasaron fortunas babilónicas en un país como el nuestro, individuos que creen que ponerse al frente de las riendas del gobierno es como ser gerentes de una empresa. Los que mienten, insultan y difaman cada vez que abren la boca, retractándose interesadamente después como si nada, como si la honra de una persona fuera un simple papelucho que se arruga al gusto y enseguida se manda alisar.

    Observando las intenciones de voto preliminares, tienen razón los que afirman que al parecer no hemos aprendido nada de nuestra historia reciente. Todo lo poco que pudimos construir en estos últimos difíciles años está amenazado por los heraldos negros de la corrupción, la venalidad y la voracidad de un lobo que espera agazapado para asestar su golpe mortal a nuestra precaria democracia. Estamos avisados, lo que cada quien haga el 11 de abril en la cámara secreta es un asunto de conciencia, pero una conciencia que haya nacido de la reflexión profunda, de un examen minucioso de lo que está en juego, es lo que debería guiar una decisión de tanta trascendencia. Me resulta difícil creer y aceptar que la mayoría de este incrédulo país haya decidido saltar al abismo, precipitarse a la noche honda de la desesperación y la incertidumbre, el suicidio colectivo como nación, el cementerio moral de un territorio donde reinarán las fieras y las sabandijas.

 

Lima, 4 de abril de 2021.


       

No hay comentarios:

Publicar un comentario