Un libro que ha aguardado por más de cuarenta años en mi
biblioteca, y que apenas había hojeado ocasionalmente picoteando alguna
información, lo he recorrido ahora sí de cabo a rabo. Los hallazgos son de gran
interés, sobre todo para alguien que desee conocer un poco más de la historia
de Jauja, y que por supuesto debiera serlo también para quien llamándose
jaujino no puede desconocer aspectos centrales del devenir de su ciudad. El
texto en mención es nada menos que Jauja Antigua (1964), del recordado
periodista y poeta Clodoaldo Alberto Espinosa Bravo, testigo de buena parte de
la historia de Jauja durante el siglo XX, habiendo nacido en el año 1900 y
fallecido en 1969.
El libro es un compendio de artículos, notículas, relatos, reseñas,
noticias y cartas que recogen los acontecimientos más relevantes de la
provincia a través del anecdotario y la preocupación historiográfica del
escritor, a lo largo de una vida fecunda, signada por la tragedia, a raíz del
accidente ferroviario que sufrió en 1956, pero que nunca dejó que esa
circunstancia desgraciada mermara un ápice su pasión por el saber y por
difundir el conocimiento profundo de la ciudad que fue la materia central de
toda su producción intelectual. El volumen que dormía en los anaqueles ha
despertado para revelar todo el caudal de valiosa información que atesoraba,
pues lo más importante de Jauja antigua es precisamente la cantidad de
datos que aporta en cuanto a sus mitos, leyendas, sucesos políticos, sociales y
culturales de la provincia y aledaños.
La dedicación a la historia por parte de Espinosa Bravo es notoria
en muchos de los capítulos del libro, especialmente en aquellos donde revisa
los hechos de la región desde épocas prehispánicas, cuando el origen y
florecimiento de la civilización Wanka-Xauxa, o los episodios de la conquista a
través de una lectura atenta de los cronistas. También figura el hecho
trascendental del hallazgo del Acta de fundación de Jauja en los archivos
peninsulares por el historiador Raúl Porras Barrenechea, quien tuvo el gesto de
obsequiar una copia del mismo al autor, quien a su vez hizo todo lo posible
porque fuera incorporado a los archivos de la Municipalidad de la provincia.
Igualmente aparece el Acta de cancelación de la capitalidad de Jauja, cuando un
grupo de vecinos notables, en reunión de noviembre de 1534, solicitó a
Francisco Pizarro su traslado a la costa.
Detalles sobre la construcción de la Iglesia Matriz y el
surgimiento del culto a la Virgen del Rosario; la fisonomía de la Plaza de
Armas en los inicios de la presencia española; el nacimiento en la ciudad de
Francisca Pizarro, la hija mestiza del conquistador; la configuración
geográfica y política de Jauja durante la Colonia y la República; la
participación de figuras heroicas, como fray Bruno Terreros, en los momentos
álgidos de la patria; el encauzamiento del río Mantaro; el significado y
trascendencia del Convento de Ocopa como foco civilizador en la zona central
del país; el increíble episodio del abrazo de Maquinhuayo en los años aurorales
de la independencia; la presencia de personajes importantes en la ciudad, como
el expresidente Manuel Pardo, a raíz del Sanatorio para enfermos de
tuberculosis; las fiestas tradicionales del pueblo, como el famoso Jala-pato;
entre otros, dan cuenta de la diversidad de intereses de un autor cuya
curiosidad y apasionamiento eran realmente admirables.
Sin embargo, quiero detenerme, en forma particular, en algunos
datos que pueden ser de especial interés para un lector actual, sobre todo si
es nacido en Jauja. Por ejemplo, saber que José Jacinto Ibarra, quien fuera
diputado y senador, fue el principal gestor -junto a Manuel B. Cisneros- para
la creación del legendario colegio “San José”, semillero de señeras
personalidades de la provincia. Este centro de enseñanza nació como Colegio
Municipal en febrero de 1858, siendo su primer rector don Antonio Díaz y Baca.
Se nacionalizó en 1868, aprobándose la ley correspondiente el 20 de noviembre
del mismo año. Se inauguró el 28 de julio de 1869, “siendo su primer rector don
Manuel Mosquera, pedagogo huaracino”. El nombre del colegio tendría su origen
en el del presidente de la República en cuya administración se puso en marcha
su funcionamiento, José Balta, según costumbre de la época al crearse colegios,
o en el propio nombre de su fautor, José Jacinto Ibarra, que por cierto es la
denominación de la calle lateral del local actual del centenario recinto del
saber.
Curiosamente sería el mismo Jacinto Ibarra quien presentó el
proyecto de ley para la división de Jauja y por ende la creación de la
provincia de Huancayo, hecho que se concretó en 1864. No faltará tal vez, por
allí, un jaujino a rajatabla, que comience a mirar con otros ojos a este
representante político y notable ciudadano, que tuvo la fortuna de estar tanto
en un acontecimiento capital para el desarrollo educativo de la provincia, como
en el controvertido nacimiento de una provincia que ahora ejerce la capitalidad
de la región Junín. En fin, son los vaivenes de la historia, las muecas
irónicas de un destino cuyos arcanos no podremos descifrar en su totalidad.
Otro dato interesante es aquel sobre la presencia en nuestra
tierra del afamado compositor huanuqueño Daniel Alomía Robles, el archiconocido
autor de “El cóndor pasa”, pieza notable de nuestra música nacional. Pero no
sólo es eso, sino que estando en el distrito de Marco tuvo oportunidad de
recoger la melodía de su “Himno al Sol”, otra de sus notables composiciones, de
una belleza y ternura sin par. Escuchando tocar su quena a un indio de 117
años, el músico tuvo el convencimiento de que esos sones encerraban todo el
drama y el misticismo del habitante del ande, sobrecogido por un sentimiento de
hondo lirismo divino.
No sé si todos los jaujinos sabrán que en algún tiempo la ciudad
tuvo su diario, como todo pueblo culto que posea el sentido de su
trascendencia. Pues bien, el diario El Porvenir fue fundado en 1908 por Aníbal
Motto Vivanco, otro hijo importante de la tierra, cuyo nombre ahora lleva la
moderna avenida que nace en la Plaza de La Libertad y que enrumba hacia los
distritos situados al este de la ciudad, como Julcán, Pancán y San Pedro de
Chunán. Dicho periódico se publicó hasta 1963, donde por razones económicas
dejó de salir, quedando Jauja huérfana de un medio de expresión fundamental
para su propio desarrollo cultural.
De la misma manera, existieron en las primeras décadas del siglo
pasado algunos clubes de renombre, de los cuales a duras penas subsisten algunos
de ellos. Por ejemplo, el Hatun Xauxa Club, fundado el 6 de abril de 1928 por
ciudadanos pertenecientes a familias conocidas de la ciudad, entre los cuales
figuran nombres como Alfonso Ampuero Gutiérrez, Isaac Benavides Hurtado, Carlos
Bonilla del Valle, Gabriel Bonilla Monge, Juan Pío Castro Fernandini, Ulises
Castro Fernandini, Gerardo M. García Álvarez, Manuel Landa Vargas, Alejandro
Palacios Castellanos, Sixto Monge Loli, Oswaldo Véliz Hinostroza, Juan A.
Villanes Véliz, Artemio y Eduardo Villar Olivera. Por las informaciones orales
que he recogido, este club dejó de existir alrededor de fines de la década del
60.
El emblemático Casino Jauja se fundó el 6 de abril de 1923. Se
instaló el 29 de agosto del mismo año, teniendo como socios fundadores a José
Manuel Noriega, Moisés Landa, Alejandro Yuli, César Méndez Ríos, Raúl
Argüelles, Max E. Cordero, Alberto Castro Fernandini, Gregorio Suárez Galarza y
otros. Su vigencia se prolongó por muchos años, funcionando en los altos del
ala derecha del Concejo Provincial, por carecer de local propio. El objetivo de
los socios fue justamente la construcción de su sede institucional, decisión
que se fue postergando hasta quedar finalmente en el aire, sufriendo el
desalojo del ambiente municipal que ocupaba hasta hace unos años. Este club fue
centro neurálgico de la vida social de la ciudad, en cuyos salones se
celebraban un sinnúmero de festividades de todo tipo: veladas culturales,
fiestas de promoción, quinceañeros, etcétera. Casi no hay jaujino que frise la
cuarentena que no se precie de haber sido partícipe de una de aquellas
reuniones.
El Centro Social Jauja se fundó en Lima en 1954, instalándose la
directiva el 31 de enero bajo la presidencia de Julio S. Morales Saravia. Reúne
esta asociación a los jaujinos residentes en Lima, quienes en la actualidad
ostentan un local propio en el distrito de San Miguel de la capital. Su amplio
salón es escenario de diferentes actividades de corte festivo, cultural y
patronal. Lo mismo se puede decir de la Sociedad Unión Artesanos, la más
antigua institución de este tipo, fundada el 8 de mayo de 1890, cuya sede está
en el céntrico Jr. Junín de la ciudad, y que también ha sido escenario de una
variedad de actividades sociales de los habitantes de Jauja. Recuerdo haber
asistido a presentaciones musicales, veladas literarias, fiestas promocionales
y reuniones patronales en sus instalaciones. Tampoco olvido que allá por los
años 80 mi madre accedió al cargo de presidenta de la institución, siendo,
creo, la primera mujer en ocupar dicho sitial. Gracias a ella también pude
conocer la biblioteca de la Sociedad, ubicada en el segundo piso del local.
Espinosa Bravo no era un estilista, su prosa posee ciertos rasgos
retóricos y manieristas que resultan algo pomposos y altisonantes, pero ello no
desmerece para nada su aporte historiográfico, por cuyas páginas uno puede
pasearse con la placidez y la curiosidad de quien accede al pasado de una forma
natural, encontrando siempre una información de primera mano sobre distintos
tópicos relacionados con nuestra historia y sus protagonistas. Su lectura ha
significado para mí un enorme servicio a mis propios intereses intelectuales,
espoleando otras búsquedas y cotejando otros textos para tener una visión más
precisa sobre Jauja y su historia.
Lima, 14 de mayo de 2022.
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