domingo, 3 de julio de 2022

La muliza en el debate

 

A raíz del reconocimiento de la muliza, que se realizó el año 2014, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, vía una resolución ministerial, se produjo todo un debate en los medios artísticos e intelectuales de la provincia de Jauja, por la razón de que dicho documento legal no mencionaba por ningún lado el aporte de esta ciudad en el proceso de creación, desarrollo y práctica de este género musical emblemático de la región central del Perú. El asunto no pudo ser más motivador para que un grupo de estudiosos y cultores del género trataran de desvirtuar los vacíos en que incurrió la instancia oficial al momento de otorgar el valor que ya merecía la muliza desde hacía un buen tiempo.

Se suscitaron entonces debates, mesas redondas, discusiones y ponencias donde se argumentaba con fundamento la presencia central de Jauja en todo este proceso de consolidación de uno de los ritmos más apreciados, selectos y exquisitos de nuestro cancionero nacional. De entre todo ese material llega a mis manos el libro La muliza jaujina, del profesor Nicolás Martínez Oviedo, compositor e intérprete reconocido de la provincia y uno de los más acuciosos investigadores de la materia. Es él justamente una de las voces más airadas que se alzaron cuando en dicho reconocimiento no se nombró a Jauja para nada, descubriendo que una de las causas para este olvido fue una clamorosa negligencia de las propias autoridades del Concejo Provincial, quienes no enviaron en su momento la información requerida por el Ministerio de Cultura. Lamentable dejadez de ciertos funcionarios para quienes probablemente la cultura es la quinta rueda del coche de la gestión edil.

Sin embargo, como señala el prologuista, el debate sobre el lugar de origen de la muliza se revela estéril, pues se trataría de todo un proceso cultural de integración e intercambio, en una región que posee singularidades propias. Lo novedoso, acaso, como apunta al finalizar su introducción, es que la muliza en Jauja se baila, especialmente en los carnavales; es más ligera y termina en huaino, a diferencia de las versiones que se cultivan en Tarma y Cerro de Pasco. Además, la cuna exacta de esta expresión musical sigue siendo un enigma, pues hasta ahora no se ha demostrado de manera fidedigna el punto preciso de su nacimiento, a pesar de los muy serios y considerables argumentos que sustentan unos y otros, si bien en el caso de la muliza jaujina existe el poderoso fundamento de la historia, al ser un territorio políticamente más antiguo y que en algún momento comprendió a las mencionadas provincias donde también se cultiva la muliza.

Este fenómeno no es único. El hecho adicional de que las áreas culturales casi nunca coincidan con las demarcaciones políticas, hace difícil establecer teorías o hipótesis concluyentes. Es lo que pasa también con el tango, sin ir muy lejos, pues es bien sabido que Uruguay y Argentina se disputan su primacía, cuando la verdad es que en la cuenca del río de La Plata se gestó y desarrolló esta expresión musical, teniendo además a uno de sus máximos cultores y exponentes, como es Carlos Gardel, en medio de una controversia sobre si su nacimiento fue en Francia, Uruguay o Argentina. En fin, esto es lo de menos, pues lo importante aquí es cómo se forjó uno de los géneros más significativos de Latinoamérica.

Volviendo a la muliza, se entiende el surgimiento del mismo al tener presente el factor histórico, al suprimirse el monopolio comercial por el rey Carlos III en el siglo XVIII, decretándose el libre comercio. Esto trajo como consecuencia que los puertos de Cádiz, Sevilla, Callao y Cartagena de Indias ya no serían los únicos habilitados para el tráfico de especies, sino que surgen otros como Montevideo y Buenos Aires, más accesibles al Viejo Continente y convirtiéndose en los principales centros del movimiento económico durante la colonia. Esto trajo aparejado el surgimiento de un intenso tráfico comercial entre el noroeste argentino y las regiones del altiplano boliviano, peruano y la sierra sur de nuestro país, teniendo su punto de llegada la región central, donde ya gravitaba Jauja como primera ciudad fundada por los españoles en dicha zona, y la concurrencia de ciudades como Tarma y Cerro de Pasco en cuanto a su significación agrícola, ganadera y minera en el caso de esta última. Por tanto, los arrieros o muleros que hacían el largo camino, se acompañaban en el trayecto de guitarras y cantos que iban surgiendo al calor de los trabajos y los días, las fatigas y las nostalgias. 

Todos coinciden en que la muliza posee la estructura poética del zéjel, composición árabe-andaluza traída por los conquistadores; y que, musicalmente, deriva de la vidala, género colonial originario del Perú, pero muy bien aclimatado por cierto en las provincias argentinas de Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago del Estero. Otros sugieren que un antecedente podría ser asimismo la chimaycha, especie de huaino cultivado en tierra tarmeña. Es decir, la muliza es el producto de un interesante mestizaje al que concurren distintas vertientes culturales que le dan su condición de expresión híbrida, creación que amalgama todas las corrientes que han forjado nuestra identidad nacional.

En el libro hay además testimonios de personalidades ligadas al mundo de la muliza, así como un cancionero que abarca más de la mitad del volumen. He leído con detenimiento las letras de las mulizas y recordaba mis primeros poemas de amor, malos poemas por supuesto, pues al ser de temática amorosa es muy difícil alcanzar la excelencia, que es la única condición de la poesía, como nos lo enseñó el gran Rainer María Rilke, que en sus Cartas a un joven poeta le recomienda que jamás escriba poemas de amor, por la razón ya apuntada. Se advierte por ello un prosaísmo demasiado evidente, una retórica al uso llena de lugares comunes, con una fraseología que ha echado mano a recursos muy manidos de la peor poesía “romántica”. Hay varias que empiezan bien, pierden brillo a medio camino y al final se enfangan en versos pueriles. Se pueden salvar algunas estrofas bien construidas y uno que otro destello lírico en ciertos versos de varias canciones. Es por ello que, después de un somero análisis de las letras, sinceramente, creo que carecemos de un gran letrista de mulizas. Tal vez pueda sonar muy lapidario lo que afirmo, pero mi juicio es apenas una visión subjetiva y relativa, pues no descarto la probabilidad de otras composiciones no insertas en el libro.

Hay aquí, en todo caso, un serio desafío para quienes van a continuar con el legado, para que puedan elevar la calidad poética de una melodía que es hermosísima, de una música entrañable que es representativa de nuestra tierra. El libro es, sin duda, una valiosa contribución al estudio y conocimiento de esta expresión artística del centro del Perú.

 

Lima, 25 de junio de 2022. 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario