Hace exactamente treinta años fallecía en Lima el entrañable
escritor Julio Ramón Ribeyro, después de su retorno definitivo al Perú, luego
de haber residido largos años en París, donde ocupó importantes cargos diplomáticos
en la Unesco como representante del país. Autor de una valiosa colección de
cuentos agrupados bajo el título de La palabra del mudo, de tres novelas
inquietantes -Los geniecillos dominicales, Crónica de San Gabriel
y Cambio de guardia- y de inclasificables textos de aforismos reunidos
en los volúmenes Prosas apátridas y Dichos de Luder, así como agudos
análisis de crítica literaria en La caza sutil y de un voluminoso libro
de memorias que ha denominado de modo insólito como La tentación del fracaso,
aparte de un par de obras de teatro -Santiago, el pajarero y Atusparia-,
ha cimentado su prestigio literario con una trayectoria insobornable y una
vocación plena volcada a la escritura con una modestia y una discreción
admirables.
Sin embargo, cuando ya todos pensábamos que todo lo
publicado por el autor era lo que figuraba en los catálogos de librerías y bibliotecas,
nos sorprende este año el lanzamiento de un volumen que recoge cinco cuentos
inéditos hallados por el acucioso investigador, y su biógrafo casi oficial, Jorge
Coaguila, hallados entre los papeles de su casa de París, resguardados
celosamente por su viuda hasta ahora. Con el título de Invitación al viaje y
otros cuentos inéditos (Alfaguara, 2024), se completaría la obra total del
eximio cuentista. Si bien los relatos mantienen el estilo y el sello
característicos del autor, siempre es una novedad recorrer otros paisajes y
otras circunstancias nacidas de la pluma maestra de este creador formidable.
Veamos cada uno de los relatos.
En el primero de ellos, que da título al volumen, predomina
una atmósfera similar al de su novela Los geniecillos dominicales, un
ambiente urbano con ciertos atisbos de campo. Lucho, el personaje central, es
un muchacho que abandona su casa por un día para tener una aventura por la
ciudad. Va acompañado por Teodoro, quien lo abandona después de un incidente
conflictivo entre ambos. Una incursión al fin de la noche, una experiencia que
no por fallida dejaría de aportarle lecciones profundas de vida, pues cuando
retorna al hogar, es su madre quien lo recibe angustiada, una vuelta que es la
búsqueda del refugio seguro ante las amenazas y las tentaciones del mundo.
En “La celada”, el misterio se instala en el cuento al
seguir las peripecias del narrador con una vieja amiga, Gladys, con quien se ve
sucesivas veces en el departamento de ella en Lima. El protagonista busca
cumplir su antiguo cometido de conquistarla, pero el comportamiento de la mujer
es extraño, pues unas veces lo recibe de manera efusiva y amable y otras se
muestra fría y distante. Además, el visitante siempre vacila cada vez que llega
al edificio y en el quinto piso debe decidir qué puerta tocar entre dos
departamentos contiguos, si el de la derecha o el de la izquierda. Es como si
el eterno femenino flotara en el ambiente, dejando al personaje siempre
confundido debatiéndose en un mar de dudas.
El tercer cuento, “Monerías. Solicitud al Presidente”,
aborda la situación de un comerciante peruano, Américo Diosdado, que ha
iniciado el negocio de la exportación de monos a Estados Unidos, para lo cual
ha reunido, con la ayuda de cazadores regnícolas, la cifra escalofriante de mil
doscientos simios en una granja en Surco. Los ha traído desde las selvas de
Huánuco, San Martín, Amazonas y Loreto. Ha contratado un barco para su
transporte a San Francisco, sin embargo, trámites burocráticos le han denegado
el permiso, aduciendo que los animales son peruanos, parte de nuestra riqueza
natural, y que no pueden ser traficados de esa manera. Es entonces que el
hombre le escribe una solicitud al mismo Presidente abogando por su caso. Le
pide que se haga cargo de ellos, que siguen llegando desde la Amazonía, acaso atraídos
por la sangre, pues de lo contrario no tendrá más remedio que abrir todas las
jaulas y dejar que los macacos arrasen la ciudad.
Pierluca es un artista que pasa sus vacaciones frente al mar
de Cadaqués, en medio de otros conocidos que va encontrando en la playa, a
medida que nada buscando piedras extrañas en el fondo marino. Esa noche tiene
una cena en casa de Emilio, un pintor que merodea también por la zona y que
debate brevemente con Pierluca sobre las conveniencias o no de un trato con
Stanfield, un marchante que debe llegar ese día. En este ambiente relajado, mas
teñido de incertidumbres, transcurre el relato “Laceraciones de Pierluca”. Este
escultor se apresta a exponer en París y Nueva York, y por eso aguarda al
agente norteamericano. Al final, ante la mirada de Iria, su mujer, y sus hijos,
desde el peñasco más alto se zambulle en el mar. Enzo, Carlo, lo celebran y
aplauden, esperando que emerja por la roca del fondo, pero es en vano, mientras
Iria sólo esboza una mirada silente.
En el último cuento, “Espíritus”, se escenifica una extraña
sesión de espiritismo, con la aparición de un objeto metálico como signo
misterioso de la supuesta invocación que Pedro, uno de los amigos del narrador,
realiza a su abuelo para averiguar la ubicación de un tesoro familiar, producto
de una herencia que no se dio. Un día, en una reunión de amigos en París, uno
de los invitados, que era folclorista y etnólogo, ante la vista del objeto
olvidado en una mesa, le ayuda a salir del enigma.
Siempre es refrescante hallarse ante la vigencia y
actualidad de un artista que se ha ganado un lugar especial en el panteón de la
literatura nacional. Más allá de estos nuevos textos, cuyo atractivo es
innegable, está la figura de un hombre que después de tres décadas de su
partida, sigue estando con nosotros merced a su virtuosismo narrativo y a su
talante de escritor de raza.
Lima, 1 de diciembre
de 2024.
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