El amor es un
pájaro rebelde
I
La puesta en
escena de la ópera Carmen de Georges Bizet en la plaza de toros de Acho,
el pasado jueves 30 de octubre, ha supuesto toda una novedad en la vida
cultural limeña. Es la primera vez que se presenta en un escenario como ese, lo
que ha conllevado una serie de cambios en el montaje que han sido posibles por
las características del espacio. Conmemorando los 150 años de su estreno en
1875, hemos tenido el privilegio de presenciar una de las obras icónicas de la
ópera, una de las más representadas y tal vez la más hermosa. Calificada de
obra maestra nada menos que por Chaikovski, ha encandilado también a Brahms,
quien llegó a decir que llegaría hasta el fin del mundo para abrazar por ella a
Bizet. Alguna vez, el filósofo Nietzsche llegó a decir que era su ópera
favorita.
Dividida en
cuatro actos, la obra narra la historia de Carmen, una gitana liberal y
desinhibida que con su pasión volcánica desencadena una tragedia de la que ella
misma es la víctima propiciatoria. Una historia de amor, celos, pasión y
traición que tiene como coprotagonistas al soldado don José, a la perseverante
Micaela y al torero Escamillo, quienes tejen una red de relaciones cruzadas en
la Sevilla de comienzos del XVIII. Los sucesos se desarrollan en una
tabacalera, cuyas trabajadoras sirven de comparsa para la evolución de los
hechos, que se inician con la alegre gitana tratando de seducir a don José. Éste
sobrelleva una relación con Micaela, hasta que la irrupción de Carmen pone en
entredicho aquella amistad. Mas el carácter inconforme y veleidoso de la
gitana, entusiasmada por la aparición en escena de Escamillo, vuelve a romper
el frágil equilibrio de este curioso triángulo que parece cuadrado hasta que
estalla en añicos con la muerte de esta a manos de su propio amante.
En los roles
protagónicos estuvieron la mezzosoprano brasileña Luciana Bueno como Carmen y
el tenor italiano Fabio Armiliato como don José. La Orquesta Ciudad de Lima
estuvo dirigida por Gian Paolo Martelli. Más de 160 artistas en escena
completaron el elenco de la obra. Para llegar al escenario tuvimos que sortear
una fuerte congestión de vehículos que atestaron las inmediaciones del coso
limeño. Además, ya dentro del recinto taurino, la ubicación numerada de los
asientos adolecía de algunos inconvenientes, como el hecho de que una pareja de
espectadores fuera asignada prácticamente a las espaldas de quienes ocupábamos
las bancas correspondientes, con la incomodidad de tener los pies de ambos como
nuestro respaldar. Y luego de iniciada la función, el tránsito continuo de
asistentes por la escalinata contigua no permitía seguir la ópera como debía
ser.
El tema del amor
es central en la obra, definido en un fragmento por la voz protagónica como
reza el artículo presente –“el amor es un pájaro rebelde”-, una metáfora
reveladora y audaz. Siendo de por sí un tópico indefinible, inabarcable,
inasible al concepto humano, sólo la poesía puede alcanzarnos alguna
reverberación de su naturaleza, gracias a su carácter alado y múltiple. Basada
en la novela homónima del escritor francés Prosper Mérimée, Georges Bizet nos
ha entregado una obra majestuosa, ya no sólo por la historia, sino por la
música, una de las más bellas creaciones del arte universal. Por su cercanía
con España, el compositor recrea en muchos pasajes del drama lírico los sonidos
andaluces que dotan a la historia de una cálida atmósfera propia del aire del
Mediterráneo. Cómo no caer embelesado ante los compases de las arias de “La
habanera” y “La canción del toreador”, cumbres melódicas de la música
universal.
II
La novela Carmen
de Prosper Mérimée se publicó en 1845, una narración corta de cuatro capítulos
que da origen a la ópera de Bizet. El argumento difiere levemente del libreto
que escribieron los franceses Ludovic Halévy y Henri Meilhac para la creación
del músico parisino. En la obra literaria se cuenta la historia de un
arqueólogo que realiza investigaciones sobre una ciudad perdida de la época
prerromana llamada Munda. Entre las ciudades de Montilla, Córdoba y Sevilla, en
la región de Andalucía, despliega sus búsquedas, cuando conoce de casualidad a
un tal José Navarro una noche que debe dormir a la intemperie acompañado de su
guía. Pero no será hasta más adelante que se enterará de que a quien ha
conocida es a un feroz bandido que huye de la justicia y cuyo nombre verdadero
es José Lizarrabengoa, natural de Elizondo, en el valle de Baztán, en el país
vasco. Cuando este tipo es aprehendido por las autoridades, el arqueólogo lo
visita en la cárcel, y aquél le cuenta su vida de aventuras.
Entretanto,
estando en Córdoba, había trabado amistad con una hermosa gitana de nombre
Carmen, la misma que ha sido parte de las venturas y desventuras del hombre que
ha caído en desgracia. Escucha el relato de José, quien con bastante detalle le
cuenta la forma como conoció a la gitana, la relación que lograron tener en
todo ese tiempo, sus encuentros y desencuentros, la manera tan libre como ella
asumía el amor que José le había declarado. Las separaciones permanentes,
producto de los viajes que ella realizaba por diversos pueblos de la región,
los celos que despertaban en él al saber los encuentros con otros hombres de su
vida, especialmente con un picador de nombre Lucas, con quien Carmen se
entrevista durante una corrida de toros, desencadenan la terrible reacción del
soldado convertido en contrabandista y salteador.
Durante toda la
novela se desliza, como telón de fondo, una aproximación a la cultura romaní,
sus costumbres, su tipología, su lengua y sus prácticas conocidas en el mundo
entero. Algo de la superstición y de las creencias que han alimentado los
gitanos a lo largo de su nomadismo secular, están presentes en las
descripciones y opiniones del arqueólogo, puntos de vista que tal vez muchos
compartían por aquella época y que tal vez ahora mismo sean parte de ese
imaginario colectivo con respecto a un pueblo que ha logrado sobreponerse a los
avatares de su vida perdularia. El libro se lee de un tirón y atrapa fácilmente
al lector.
Lima, 23 de diciembre de 2025.
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