De París a Estambul, de Atenas a Rabat, de Amsterdam a Barcelona, una ola de indignación recorre el mundo por el asalto de las fuerzas militares israelíes a una flotilla de ayuda humanitaria que se desplazaba a la franja de Gaza. La acción ha rebasado los límites de consideración y paciencia hacia un gobierno que comete despropósito tras despropósito, con el tácito consentimiento de su aliado mayor, los EE.UU., que nada puede ya hacer para frenar este desbocado afán de actuar en la más absoluta impunidad.
La llamada Flotilla de la Libertad, compuesto por seis embarcaciones en las que viajaban alrededor de 750 personas, se dirigía por aguas internacionales con un valioso cargamento con destino al territorio palestino de Gaza, sometido a un férreo bloqueo económico por parte de Israel. Las fuerzas navales hebreas, en una inusual demostración de piratería internacional, han asaltado el principal barco, el Mavi Mármara, de bandera turca, y, luego de un combate desigual en cubierta con parte de la tripulación, han matado a 9 de ellos. Enseguida toda la flota ha sido conducida al puerto de Ashdod, al sur de Israel, donde han quedado detenidos todos los activistas. Gradualmente han sido deportados, gracias a la presión internacional, no sin antes haberlos acusado de “inmigrantes ilegales”, situación totalmente absurda, pues fueron llevados allí a punta de pistola.
Es injustificable este proceder que ha violentado las normas mínimas del derecho internacional, aun cuando se puede explicar desde la comprensión del nerviosismo del gobierno de Tel Aviv ante las crecientes manifestaciones contrarias a su existencia como Estado, por parte de algunos líderes connotados del mundo árabe, así como desde la desesperación de verse acorralado en medio de vecinos hostiles a los que en algún momento agredió, y la obsesión defensiva ante lo que ellos llaman el movimiento terrorista islámico que pretende acabar con su existencia como país y nación.
Se han resentido particularmente sus relaciones con Turquía, país con el que, luego de mucho tiempo, volvía a tender puentes de cooperación en varios terrenos. Los nueve ciudadanos turcos asesinados en esta nueva tropelía del gobierno de Netanyahu, pueden significar un grave retroceso en esa vía, que comprende desde el suministro de petróleo, construcción de un gasoducto desde Anatolia, hasta la asistencia en materia de agua.
Inmediatamente se han reunido los principales líderes políticos mundiales, en instancias como la ONU, la OTAN, la UE y la propia Liga Árabe. El Secretario General de la organización mundial, Ban Kee Moon, ha condenado abiertamente este asalto armado en aguas internacionales a embarcaciones pacíficas, reclamando una prolija e imparcial investigación para deslindar los hechos e imponer las sanciones correspondientes. Todos los gobiernos democráticos de occidente han repudiado a su turno este exabrupto de una nación cuyos líderes más connotados parecen no haber aprendido de las terribles lecciones de su historia.
Pero lo que causa irritación en todo este asunto es la tibieza de la reacción estadounidense, los miramientos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y los silencios individuales de otros tantos jerarcas de la política mundial. No sorprende la conducta de la Casa Blanca, a pesar de la presencia en ella de un presidente como Barack Obama, pues es archisabido el papel de socio y protector que cumple el gran imperio del norte con respecto al país hebreo. De allí a explicar el comunicado elíptico del Consejo no hay más que un breve paso.
Se pone en entredicho además el inicuo bloqueo impuesto por Israel a la franja de Gaza, cuyo fin reclama al unísono la comunidad internacional, pues como ha dicho Navi Pillay, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, “la ley humanitaria internacional prohíbe hacer pasar hambre a los civiles como método de guerra y también está prohibidos los castigos colectivos”.
¿Hasta cuándo el mundo civilizado tolerará este ilegal e inhumano trato al que es sometido el pueblo de Gaza? ¿Hasta cuándo Israel se conducirá en el Medio Oriente como si gozara de un derecho especial, una especie de carta blanca, para perpetrar todo tipo de agresiones en medio de la mayor impunidad? ¿O será que ellos creen que los sufrimientos del pasado les franquean una suerte de inmunidad sui generis?
Lima, 05 de junio de 2010.
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