sábado, 29 de enero de 2011

La revuelta de El Cairo

Por fin ha emergido de su largo ostracismo de silencio un pueblo que ya parecía imitar el hieratismo de sus imágenes históricas en su conducta social. Luego de tres décadas de gobierno ininterrumpido del líder del Partido Nacional Democrático (PND) de Egipto, se levanta esta ola de protestas que está remeciendo de un modo contundente el régimen de Hosni Mubarak.

Las imágenes de miles de ciudadanos egipcios en ciudades como El Cairo, Alejandría y Suez, movilizándose por las principales calles y plazas, retando la embestida de las fuerzas del orden, levantando barricadas e incendiando edificios simbólicos del poder, han dado la vuelta al mundo para hacernos saber que cuando la opresión y la asfixia de tantos años de una sola persona en el poder se vuelven insoportables, hacen salir finalmente de su marasmo político al pueblo más resistente y menos belicoso.

Un gobierno sostenido en el norte de África por la estrecha colaboración de la potencia imperial, con una posición estratégica en esa zona del mundo, sólo superada por Israel en los favores políticos y económicos de aquella, se ha visto de pronto encarada por una población harta de los despropósitos y los desaciertos de su presidente. Una multitud que se ha volcado a las calles para exigir un cambio radical en la estructura del gobierno, para pedir una renovación total de las personas y personajes que representan y ejercen ese poder desde hace 30 años.

El ejemplo de Túnez, que hace apenas unas semanas expulsaba del poder a otro de esos sátrapas que quieren eternizarse en el mismo, ha cundido en el cercano Oriente, y ahora es el turno del viejo país, heredero de una de las civilizaciones más ricas y enigmáticas de la historia. Los hombres y las mujeres que llevan en su memoria el prodigioso pasado de los faraones, el legado suntuoso de sus pirámides y sus tumbas, su escritura jeroglífica y su sentido de la eternidad, han despertado a la realidad de los tiempos actuales para exigir formas más democráticas de comportamiento a sus gobernantes.

Un paso tímido y cauteloso ha dado Mubarak al disolver su gobierno, nombrando por primera vez a un vicepresidente y colocando a un nuevo Primer Ministro, pero ellos son simples cambios cosméticos a una realidad insostenible, meras estratagemas para dilatar la propia salida del actual presidente, que es el objetivo mayor de la oposición.

La llegada al país del Premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, oportunista según algunos, le ha colocado en el primer plano de los probables sucesores de Mubarak, en caso el desenlace de la crisis egipcia termine con la salida del presidente. El Baradei saltó a la fama por haberle ganado el pulso político al ex presidente norteamericano George Bush en relación a la invasión de Irak en el año 2003, cuando aquel era presidente de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), y Bush decidió la incursión en el Medio Oriente pretextando la supuesta posesión de armas atómicas del país árabe. El Baradei, experto en la materia, siempre había negado esa posibilidad, como además el sentido común lo dictaba; mas el capricho del ex mandatario pudo más y terminó desbarrando en una guerra inútil, estéril e inicua, como son todas las guerras.

Es posible, pues, que al precio del sacrificio de decenas de muertos y cientos de heridos, Egipto encuentre el cauce de salida a este entrampamiento político y social que ha adquirido ribetes dramáticos y cruentos. Todo está en manos de Mubarak, quien con inteligencia y sabiduría debe hacerse a un costado y permitir que las múltiples y sonoras voces de sus compatriotas se escuchen por primera vez después de tres decenios de resignada espera.

Lima, 29 de enero de 2011.

sábado, 22 de enero de 2011

Nacida el 11-S

Tal pareciera que los hados hubieran cifrado un mensaje críptico en el destino de Christina Green, la niña de 9 años asesinada en los sucesos luctuosos del pasado 8 de enero en Tucson (Arizona), donde también fuera abaleada la senadora demócrata Gabrielle Gifford. Había nacido el 11 de septiembre de 2001, el mismo día de los famosos atentados en Nueva York que se trajeron abajo a las Torres Gemelas del World Trade Center, el símbolo por excelencia del capitalismo mundial.

Asistía esa mañana a uno de los primeros eventos políticos de su corta vida, una costumbre instituida por la sociedad estadounidense por la que sus representantes realizan cada cierto tiempo una aproximación a sus electores en las plazas y mercados de su ciudad para escuchar sus quejas y demandas. Una especie de pequeño congreso ambulante en plena calle y frente a los ciudadanos comunes y corrientes de cada circunscripción.

Repentinamente, un hombre joven irrumpe entre la multitud y comienza a disparar. Su objetivo es la senadora Gifford, a quien logra impactarle una bala en la cabeza desde una distancia de apenas un metro. Enseguida continúa disparando como un poseso hasta vaciar su cacerina, asestando en muchas de las personas que se hallaban en las inmediaciones, entre ellas un juez y Christina, quienes encuentran la muerte junto a otras cuatro más.

Su precoz interés por los asuntos políticos ya la hacía excepcional. Pudo haber sido una prominente líder partidaria de aquí a unos años; alcanzado puestos expectantes en la carrera política de su país o ser una aguda analista de asuntos sociales y gubernamentales. En fin, son simples especulaciones de lo que pudo ser y ya no será, pues una bala asesina le cegó tempranamente la vida a este ser inocente, una dulce y risueña niña que tuvo el aciago azar de encontrarse en ese momento fatal con un psicópata y fanático desquiciado por el odio.

En el transcurso al hospital donde era llevada de emergencia dejó de existir, debido a la herida mortal en el pecho que su frágil cuerpecito no pudo resistir. Mientras tanto, la senadora Gifford se convertía en la víctima más notoria del sangriento episodio; también llevada inmediatamente al hospital de la Universidad de Tucson, gravemente herida, con el cerebro perforado, pero que asombrosamente, a los días de la operación a que fue sometida, ha empezado a experimentar una milagrosa recuperación, dejando perplejos a los propios médicos que la intervinieron.

Toda esta escena es el corolario trágico de un clima electrizado de enconos políticos y rivalidades mortales que ha promovido principalmente una agrupación que se hace llamar Tea Party, una secta de fanáticos y racistas militantes de la derecha más cavernaria y troglodita del espectro político estadounidense, y cuya lideresa más conspicua es la ex gobernadora de Alaska, la inefable Sarah Palin.

Durante la campaña para las legislativas del año pasado, este grupo atizó los sentimientos más viscerales de la gente en los diferentes estados de la unión, convocando a sus electores a través de mensajes cargados de las emociones más negativas, defendiendo posiciones anacrónicas en materia social y haciendo uso de un lenguaje bélico que ha logrado permear las conciencias y la psicología de no pocos ciudadanos en una colectividad que es muy permisiva con el uso de las armas.

Una comunidad insuflada por este tipo de filosofía guerrerista está creando el caldo de cultivo perfecto para que, lamentablemente, estos acontecimientos no sean aislados, y para que en cualquier momento brote otro chupo de violencia en un país enfermo de guerras, invasiones, belicismo galopante y un sentido de la lucha política que se resiente de los métodos democráticos.

Los hechos han conmocionado a toda la sociedad norteamericana, el mismo presidente Obama y el Congreso han cerrado filas para condenar este tipo de conductas que sólo desencadenan más muerte y más dolor. Ojalá que la muerte de esta niña lleve a una reflexión profunda a quienes tienen en sus riendas el manejo de un país que ya no puede vivir a merced de una banda de asesinos a la vuelta de la esquina.

Lima, 22 de enero de 2011.

viernes, 14 de enero de 2011

La secesión sudanesa

El país más extenso de África ya no lo será más dentro de poco, pues según el referéndum del domingo 9 de enero pasado, y cumpliendo los acuerdos de 2005 que pusieron fin a la guerra civil de Sudán, la abrumadora mayoría de pobladores de la región sur del país apoya la partición de esta república en dos, mejor dicho la separación de lo que ya se denomina Sudán del Sur de la nación que hasta ahora es una sola.

La historia de este cisma se remonta a los mismos inicios de la existencia de Sudán como república independiente, es decir al año 1955 cuando se independizó del Reino Unido, fenómeno que se inscribe dentro del proceso de descolonización de ese continente. La conformación de la población desde esos años se ha mantenido hasta hoy casi sin variaciones, pues mientras el norte es mayoritariamente musulmán y de origen árabe, el sur tiene una fuerte presencia cristiana y negra.

En 1983 se sitúa el principio de la segunda oleada de la guerra civil que ha enfrentado por más de veinte años a dos pueblos marcadamente diferenciados por las razones mencionadas de religión y etnia, fundamentalmente. Un grupo rebelde -el Ejército de Liberación del pueblo de Sudán (SPLA)-, ha sido el principal protagonista de la lucha de los pueblos del sur en su afán por conseguir la secesión de los del norte. Su histórico líder John Garang, muerto en el año 2005, ha sido una figura capital para el logro de los resultados que ahora el mundo contempla entre boquiabierto y resignado.

El líder actual, Salva Kir Mayardit, es el que encabeza el proceso que se viene cumpliendo sin mayores contratiempos en una zona que durante el año 2011 alcanzará a formar un nuevo país, con su capital en Juba y lejos de las zarpas gobiernistas de Omar al-Bashir, el todopoderoso presidente de Sudán. Sin embargo, son otros los problemas que tendrá que afrontar el nuevo gobierno en el difícil trance de su gestación.

Por ejemplo el crucial asunto del petróleo, cuyas reservas se encuentran en un 75% en el sur, pero cuyas instalaciones para el transporte hacia la exportación se hallan en el norte. Es algo que deberá discutirse en una mesa de negociaciones una vez que entre en funciones el flamante presidente de Sudán del Sur, que a su vez significará la aparición del 54° estado en el continente africano.

A pesar de contar -el referéndum- con el visto bueno de los Estados Unidos y de las Naciones Unidas, otro factor que puede complicar el panorama del nacimiento del nuevo estado es la cada vez más influyente presencia del capital chino en la explotación petrolífera. Y aun cuando las mismas autoridades de Sudán del norte hayan aceptado estas elecciones y declarado que respetarán los resultados, no se sabe todavía los pasos que tendrán que seguir para sortear armoniosamente la doble injerencia de las potencias en juego.

Otro problema a resolver será el de las fronteras, pues a pesar de que existe más o menos un consenso sobre la posible línea que dividirá geográficamente a los dos estados, no está clara la suerte que correrá la ciudad de Abyei, centro crucial de los enfrentamientos entre ambos bandos en todo este tiempo.

Aparte de ello, son muchos los retos que heredará el próximo gobierno del sur en materia de desarrollo, cuando se sabe que el 90% de los 9 millones de habitantes vive con apenas un dólar diario, que el 85% de la población es analfabeta y que el 33% sufre de hambre crónica. Desolador paisaje humanitario de una realidad que, más allá de los gobiernos, es difícil que logre superarse con un simple cambio de estatus en el nivel político.

Lima, 14 de enero de 2011.

sábado, 8 de enero de 2011

El pañuelo de Desdémona

La tragedia de Otelo, el Moro de Venecia, obra dramática escrita por William Shakespeare, nos enfrenta, después de cuatrocientos años de publicada, a uno de los temas inmortales de la literatura y de la vida. Así como los temas perennes del amor, la muerte, el afán de justicia y la sed de libertad, que pueblan las literaturas de todos los tiempos y de todas las épocas, el peliagudo asunto de los celos es otro que no ha dejado de estar presente en las obras de infinidad de autores de todas las latitudes.

Después de afanosa búsqueda, he podido hallar el texto, que lo he leído en dos jornadas intensas y hechizantes, envuelto por la magia creativa de uno de los genios de la literatura universal. Hacía tiempo que me rondaba por la cabeza el deseo de acercarme a la obra en su forma escrita, pues sé muy bien que gozarla en el escenario para el que ha sido pensado es una experiencia única e intransferible. Sin embargo, el vivirla a partir de las palabras y las acotaciones del autor, ha sido también una aventura singular.

Otelo conquista a Desdémona con el relato de su azarosa vida, lo cual ya es un guiño al lector sobre el poder de las palabras y de la literatura. Pero el padre de ella, Brabancio, senador de Venecia, altanero y rencoroso, se opone a que un hombre de piel oscura seduzca a su hija. El contexto histórico nos remite a los preparativos de la invasión de Chipre por las tropas turcas, situación que determina al Dux de Venecia a comisionar a Otelo, general a su servicio, para hacerles frente.

A los ruegos que le hace Desdémona, el Dux acepta que aquella acompañe a Otelo a la isla, quien a su vez confía para el traslado de su esposa a su alférez Yago, a quien considera leal y honrado. Todos parten, y luego de un viaje no exento de peligros, llegan en forma separada al lugar de la misión, enterándose en el trayecto que la flota otomana ha sido hundida en el mar por las tempestades y vendavales que la ha hecho zozobrar. El hecho es celebrado por todos, con Montano de anfitrión como gobernador de Chipre.

Pero antes de este suceso, Rodrigo ha confesado a Yago su desazón y desconsuelo por el alejamiento de Desdémona, de quien está enamorado y por cuya causa quiere ahogarse; momento en el que Yago le promete ayuda para gozar de los favores de aquella. Por lo que también es de la partida, así como Emilia, esposa de Yago y sirvienta a su vez de Desdémona.

Es entonces que Yago trama una doble trampa para perder a Otelo y hacer de las suyas. Le insinuará a éste que Casio, el teniente de Otelo, se toma confianzas con su esposa, haciendo que Rodrigo provoque a Casio para hacerlo caer en desgracia. El intrigante Yago comienza a obrar su inicua tarea: le dice a Rodrigo que Desdémona está enamorada del teniente; revelación que empuja a Rodrigo a provocar a Casio y éste, borracho, arremete contra Montano que intentaba separarlos, ocasionando un gran alboroto y haciendo que Otelo, en medio de la confusión destituya a Casio. Yago aconseja, entonces, a Casio que a través de Desdémona busque el perdón de Otelo.

Yago enreda con dudas, recelos, palabras elusivas y razonamientos ambiguos a Otelo con respecto a la honra de Desdémona. En una ocasión en que ésta trata de ayudar a su marido con el pañuelo que él le regaló, involuntariamente deja caerlo y Emilia lo recoge y lo guarda, pues sabe que Yago buscaba ansioso ese objeto para cumplir sus viles propósitos. Es así que cuando Emilia se lo muestra, él se lo arrebata, acompañando la escena con un razonamiento sugerente: “Simples menudencias / son para el celoso pruebas más tajantes / que las Sagradas Escrituras…”, concluye Yago.

Mientras tanto Otelo, ya trastornado por los celos, culpa a Desdémona y le pide el pañuelo, a la par que la insulta llamándola puta y ramera. Emilia razona con Desdémona sobre los motivos por los que las mujeres engañan a sus maridos. Luego Yago hiere a Casio y mata a Rodrigo, que lo estorbaba con sus reclamos constantes. Finalmente Emilia desbarata la mentira del pañuelo, pero es tarde pues Otelo, ciego, sordo y loco de celos ha matado a Desdémona y enseguida también se ha matado.

La lección es clara, pues cuando se desatan los celos, fundados o no, se puede desencadenar una tragedia de dimensiones inauditas; pero también debemos diferenciar, sin que esto justifique nada, que existen unos celos como los que experimenta Otelo, totalmente fabricados, y de los otros, aquellos en que las evidencias saltan a la vista. Mas, es bueno siempre tener el remedio a la mano recordando esta definición de celos que lo oí hace un tiempo y que me sigue pareciendo que es la mejor que existe: celos -cito de memoria-, creencia que consiste en suponer que los demás tienen tan mal gusto como uno.

Lima, 8 de enero de 2011.

sábado, 1 de enero de 2011

La cultura de la libertad

Una vieja discusión ha centrado su atención en los aspectos constituyentes de la libertad en todas sus formas, desde aquellas que tienen que ver con la libertad elemental de la persona hasta las que configuran las llamadas libertad económica, libertad política -cuyo sustento ideológico es asumido por el liberalismo-, y la muy polémica libertad de expresión, pilar esencial a su vez de toda sociedad democrática y de toda estructura humana que respete los valores fundamentales de la tolerancia, el cotejo libre de las ideas y la crítica.

Asumiendo que la libertad en cualquiera de sus manifestaciones nunca es absoluta, pues como principio de vida está encarnado en la aventura humana como historia, se debe plantear el marco de referencia dentro del cual entender aspectos concretos de su materialización en las sociedades. Es el caso, por ser el más discutible y controversial, de la libertad de expresión por ejemplo, que tiene aristas muy delicadas y sensibles, pues algunas rozan incluso expresiones tan concretas como la libertad de empresa o se difuminan en tenues consideraciones sobre la libertad individual y su amplia gama de posibilidades.

Es por ello que no se puede ser tan categórico cuando se trata de condenar sin más la manera como es tratado el ejercicio de esta libertad en el seno de las más diversas sociedades. Es, desde luego, censurable la actitud de gobiernos que en la historia de Latinoamérica han sido bastante cuestionados en esta materia; verbi gratia el del General Velasco en el Perú a fines de los años sesenta, o el de los hermanos Castro en la Cuba del último medio siglo. En ambos casos, se conculcaron las libertades básicas de la población, especialmente la libertad de expresión. Lo mismo hicieron, con las variantes específicas del caso, todas las dictaduras o gobiernos autocráticos que en el continente han sido.

Mientras que en el llamado gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas que encabezó Velasco se expropiaron los principales medios de comunicación, entregándoselos a las comunidades de trabajadores de los más diversos rubros, convirtiéndose de esta manera en voceros tácitos del régimen; en el gobierno de Fidel Castro se impuso la voz monocorde a través de la única presencia, oficial y oficiosa, del diario Granma, portavoz incuestionable de la revolución cubana.

Pero ello no nos debe cegar ante la evidencia incontrastable de otra realidad igualmente repudiable, la que ejercen las grandes corporaciones de la información que controlan, implícita y sesgadamente, las noticias y su difusión, digitando sibilinamente la opinión pública sobre lo que debe o no debe saber de aquello que sucede en el mundo. Es más, orientando ideológicamente la forma cómo se suministra la información en favor de los intereses que defienden. Con el agravante de que lo hacen bajo la máscara perfecta de la libertad, cobijados por el manto protector de sistemas democráticos y con el señuelo indubitable de estar practicando la forma más irrestricta de la libertad de expresión.

Resulta espinoso, pues, el abordaje de un asunto que tiene diferentes facetas, mas lo que nos queda a los lectores es estar alertas ante las jugarretas de la gran prensa, ante sus ladinas coartadas y ante sus astutas emboscadas, apostando por la alternativa de transparencia y veracidad de la prensa independiente, aquella que no se agazapa tras el dudoso prestigio de los grandes medios, sino que sobrevive, modesta pero lealmente, en los sitios que le permite la era actual de la tecnología y la globalización de la información.

Lima, 1 de enero de 2011.