Desde hace cierto tiempo se escucha con insistencia creciente, como si fuera una cantilena, la mención de una palabra que ya es de harto dominio público, entonada son solemnidad y con los visos más graves de seriedad por un coro insípido de voces que chillan sus titulares y vociferan sus titulares desde los más diversos soportes de los medios de comunicación: revocatoria.
Los sectores más retrógrados de nuestro espectro político -aquellos que han estado enquistados en el poder desde hace siglos- se han dedicado a orquestar paciente y prolijamente una campaña de descrédito y agresión realmente gratuita contra la gestión de la alcaldesa de la capital de la República.
La derecha torpe y atorrante, a través de sus felipillos de turno, no perdona todavía que una mujer de izquierda, honesta y con un claro sentido del progreso social, haya triunfado en las elecciones del 2010 para ocupar el vetusto sillón de Nicolás de Ribera, el Viejo. Es por ello que ha lanzado sus más encarnizados ataques a la señora Susana Villarán, valiéndose de una jauría rabiosa que acomete día y noche y desde ángulos diferentes.
Es verdad que la administración edil de la agrupación Fuerza Social (FS) ha cometido varios errores en su primer año de gestión, pero la verdadera razón de ser de esta labor de demolición a su lideresa es el capricho preocupado y enconado de quienes tienen rabo de paja, pues quieren impedir a toda costa que salgan a luz los tremendos negociados del gobierno municipal anterior -un diablillo me susurra al oído: Comunicore. ¿Sino cómo se explica que el principal cabecilla y promotor de esta campaña sea el señor Marco Tulio Gutiérrez, figura cercanísima a la administración precedente?
Los que votamos por Susana Villarán, para impedir que esa derecha herodiana y cainita tome el timón municipal de la ciudad de Lima, no vamos a prestarnos jamás a esa farsa veraniega que recorre con sus planillones playas y plazas recolectando firmas para juntar las 400 000 necesarias que la ley exige para sus innobles propósitos. Yo no voy a caer en el juego sucio y distractor de una gavilla de pillos travestidos de señorones dizque preocupados por el desarrollo de la ciudad.
Es su derecho hacerlo, desde luego, pues es un acto legalmente permitido y por lo tanto perfectamente lícito; pero la revocatoria de un alcalde o de cualquier otra autoridad solo se justifica por la ineficacia y la ineficiencia de dicha autoridad, por su incapacidad, desidia o corrupción en el manejo del cargo, mas no por el simple despecho de quienes perdieron las elecciones y ahora quieren ganar en la mesa merced a las trampas de la mentira, la desinformación y el engaño.
Las encuestas no pueden erigirse en barómetros incuestionables, en pruebas fehacientes de la bondad o no del trabajo de un alcalde, que en algunos casos puede ser silencioso y soterrado, a menos que creamos que su labor solo es aquella que realiza a través de obras ostentosas y visibles, lo cual linda muchas veces con el mero populismo.
Dejemos que Susana Villarán desarrolle su labor al frente de la Municipalidad de Lima como lo viene haciendo hasta ahora, pues como dice el periodista Guillermo Giacosa, lúcido como siempre y ajeno a las amargas pasiones de otros: “Si las críticas no se pueden sustentar con cifras, quedan en el plano de lo opinable. Me puede gustar o no el desempeño de Susana Villarán, pero es innegable que la alcaldesa ha invertido más que su antecesor Luis Castañeda en su primer año de gobierno y que muchas de sus actividades –orientadas a la promoción cultural– no parecen importar demasiado a quienes intentan, desde los medios, orientar a la opinión pública. Es evidente que comunicar lo que se hace y comunicarlo bien es una forma de multiplicar la obra. Ese, quizá, es el error que producen encuestas negativas, pero es un error, no un delito, ni una improvisación, ni una expresión de indolencia. Indica, más bien, la predominancia de la preocupación social por sobre la preocupación política. Desafortunadamente, ambas preocupaciones deben marchar juntas cuando se ejerce un cargo sobre el que confluyen tantos intereses contrapuestos.”
No podemos pues ser mezquinos y dejarnos llevar como borregos por un personajillo gris e interesado. No somos un rebaño que se deja arrastrar por este pastor de pacotilla más sus gonfaloneros de la caverna y sus furgones de cola de la prensa de alquiler.
Jauja, 15 de enero de 2012.
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