He leído con sumo interés 1000 palabras y frases peruanas (ESPASA, 2011), libro de reciente publicación de la lingüista peruana Martha Hildebrandt, donde recoge una cantidad significativa de breves y sustanciosos estudios, publicados en un conocido diario capitalino, sobre usos, acepciones y orígenes de otras tantas voces que son de manejo cotidiano en nuestro país.
Se trata, sin duda, de un valioso aporte para el conocimiento de nuestra lengua, su evolución y sus modismos, las variaciones semánticas y las curiosas transformaciones que ha sufrido el lenguaje del hombre común y corriente, el habla viva que bulle y tiene carta de ciudadanía en las calles y los hogares del Perú.
Están explicados rigurosamente los étimos de muchas voces que son de uso corriente en los distintos niveles del habla en nuestro medio, tanto las que se pronuncian familiarmente, como las que son proferidas en ambientes académicos o en los corrillos de la vida social y política. Igualmente figuran aquellas palabras o frases que siendo muy utilizadas en diversas esferas de la vida nacional, revelan sin embargo su incorrección y mal uso.
Anglicismos, galicismos y americanismos que han enriquecido nuestra lengua, pero que en no pocas oportunidades han dado origen a formaciones crudas que la lengua general no acepta y que el Diccionario oficial no ha admitido. Así tenemos por ejemplo creaciones forzadas como accesar, que proviene del mundo de las computadoras, habiendo un término castizo como acceder, que es el verbo correcto.
Locuciones latinas que no son usadas correctamente, como a grosso modo, de motu propio y status quo, que es como a veces se ve empleado en el lenguaje periodístico, siendo la forma correcta de escribirlas grosso modo, motu proprio y statu quo, respectivamente. Dice Martha Hildebrandt, con sobrada razón, que las voces latinas no son de uso obligatorio, pero que si uno las usa, debe hacerlo, por lo menos, bien.
Los pleonasmos constituyen verdaderas construcciones que afean el lenguaje, inadmisibles en el habla culta pero que se siguen leyendo en diversas publicaciones, como diarios y revistas; se suele decir por ejemplo erario público en alguna página de la sección economía de cualquier diario limeño, cuando lo correcto es decir simplemente erario, que de por sí ya significa tesoro público; o funcionario público, cuando lo adecuado es decir sencillamente funcionario, cuyo significado es empleado público.
Un caso sorprendente ha resultado para mí saber que la palabra apócope es un grecismo femenino, por lo que deberíamos decir la apócope y no el apócope, como se suele usar tanto en el habla culta oral como escrita. Así como me he desternillado de risa al saber el origen de la palabra pionono, que alude a un pastel enrollado y relleno con dulce de leche o mermelada, invento español de fines del siglo XIX y que remataba con una reproducción de la cabeza de Pío Nono, el Papa que instauró el dogma de la Inmaculada Concepción y que decretó su propia infalibilidad.
Cuando leía el artículo “...*que de la patria…”, referido a la incorrecta pronunciación del cuarto verso del coro cuando se canta el Himno Nacional, me acordé de otro error más clamoroso aun, por lo notorio y patente, pues no incurren en él sólo los niños y los estudiantes, sino hasta los propios profesores. Es el caso del mismo coro de nuestro himno patrio, cuando se oye cantar el segundo verso de la siguiente manera: “y antes niegue sus luces del sol”, siendo lo correcto: “y antes niegue sus luces el sol”.
Se aprende muchísimo leyendo el trabajo de una reputada investigadora como Martha Hildebrandt, quien está considerada como la lingüista más importante de nuestro medio, si no la única, miembro de número de la correspondiente Academia Peruana de la Lengua y autora de muchos otros libros de su especialidad, donde destacan especialmente su Diccionario de peruanismos y El habla culta (o lo que debiera serlo); libros que serán reeditados próximamente para beneplácito de los lectores en general, y de los estudiosos de la lengua en particular.
Contiene algunos pequeños errores –una muestra: en la página 68 figuran caucáu, como debe ser, y caucaú, con tilde indebida en la última sílaba- que no desmerecen, sin embargo, el conjunto, por lo que su lectura es altamente recomendable, tanto para solaz del espíritu como para el conocimiento certero de un idioma que como todos está en perpetuo movimiento, creándose y recreándose continuamente, incansablemente, al influjo y la fuerza de sus usuarios, los hablantes y escribientes que somos todos nosotros.
Lima, 28 de enero de 2012.
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