En
el marco de la 17° Feria Internacional del Libro que se desarrolla en Lima, la
Cámara Peruana del Libro ha tomado la justísima decisión de homenajear a uno de
los escritores vivos más importantes del Perú contemporáneo. Se trata de un
merecido reconocimiento a la figura y la obra de Edgardo Rivera Martínez, poeta
y narrador nacido en Jauja, tierra aureolada por un nombre de claras
resonancias legendarias y utópicas.
Una mesa conformada por reconocidos
investigadores y estudiosos de nuestra literatura, donde destacaba la presencia
del poeta Marco Martos, presidente actual de la Academia Peruana de la Lengua,
se ha expresado en términos elogiosos y afectivos de la trayectoria y el
significado de la obra narrativa, signada por intensos trazos líricos, del
novelista jaujino.
Un
Edgardo al borde de los ochenta años, ha leído un texto de agradecimiento ante
un público respetuoso y ávido por escuchar la voz y los silencios del
entrañable maestro.
Luego han seguido los abrazos y las
palabras de saludo y felicitación de parte del numeroso público que asistió al
Auditorio César Vallejo la noche del miércoles 26. Algunos de los
representantes de las generaciones literarias más recientes han estado
presentes en el homenaje, tributando su discreto y cálido fervor a una de las
voces más notables de nuestras letras nacionales.
La primera vez que supe de la existencia
de Rivera Martínez se remonta al año 1978, cuando cursaba el segundo año de
secundaria, en el mismo colegio en que estudió Edgardo: el centenario y
glorioso “San José” de Jauja. La maestra de literatura nos mandó a leer uno de
los libros del escritor; se trataba de Azurita,
un enigmático volumen de cuentos que nos sorprendió por su temática y por su
prosa. Sin embargo, era muy poco lo que se decía y hablaba de él en el medio
académico de la provincia, aun en los pasillos escolares su nombre todavía no
convocaba esa admiración que con los años ha ido adquiriendo.
Yo lo veía caminar, en algunas ocasiones,
por las calles de la ciudad con su paso raudo, su espesa barba de artista, su
gorra característica y su multicolor bolsita artesanal. Casi pasaba
desapercibido entre sus propios paisanos, pero a mí me dejaba intrigado el
personaje heterogéneo y excepcional que ya era, preguntándome quién era ese
señor tan distinto y extraño que se deslizaba entre la gente como obedeciendo
al dictado de su propio mundo interior, con la mirada fija en un horizonte
predeterminado de antemano. Tiempo después sabría que se trataba del escritor
no sólo más importante de mi provincia, sino de la región y del país.
Sería en los años 90 que tuve la
portentosa ocasión de leer sus novelas emblemáticas, donde destaca nítidamente País de Jauja, obra sobre la cual se ha dicho
mucho pero que quizás se ha leído menos, sobre todo entre sus coterráneos,
quienes nos sentimos indudablemente orgullosos de tenerlo como paisano, mas
deberíamos hacer justicia a ese sentimiento conociendo primero la obra de quien
representa lo mejor del espíritu y el alma de una histórica ciudad como Jauja.
Su contacto con la cultura universal,
acentuada a través de sus diversos viajes por el Viejo Mundo, ha asentado en su
obra ese diálogo fecundo que mantiene Occidente con el mundo andino, como
cuando los mitos griegos establecen un contrapunto con los mitos del ande, o
cuando la llamada música clásica alterna maravillosamente con los sones tiernos
de nuestra música popular, un encuentro que se resuelve en un juego de espejos
enriquecedor, de dos culturas que se miran y logran armonizarse en la prosa
feliz de Rivera Martínez.
Me ha conmovido saludar nuevamente a
Edgardo después de algunos años, testimoniarle la rendida admiración y
agradecimiento que experimentamos quienes apreciamos el auténtico valor de su
legado, esa suma de elementos culturales que han hecho del nombre de Jauja un
valor único en el concierto de las tierras míticas que los grandes creadores
han forjado a lo largo del tiempo. El espacio novelesco que sirve de escenario
a sus ficciones, es el querido terruño que los jaujinos compartimos en un
destino que nos hermana y nos trasciende.
Lima, 28 de
julio de 2012.