sábado, 25 de agosto de 2012

Crónicas marcianas


     El arribo a la superficie del planeta Marte del Curiosity, un verdadero laboratorio rodante en forma de robot, ha significado para el mundo científico todo un logro trascendental. El sólo hecho de haber enviado a un objeto mecánico, que ha recorrido millones de kilómetros durante más de 8 meses, ya constituye de por sí una hazaña portentosa de la ciencia terrestre.
     Cuando en la madrugada del lunes 6 de agosto, el rover se posaba en suelo marciano, luego de haber superado impecablemente la prueba mortal de esos siete minutos que mantuvo en vilo a los hombres de ciencia en su sede de la NASA en California, se abría una nueva era en las posibilidades de la exploración espacial, especialmente aquella que tiene como objeto al planeta vecino desde hace más de tres décadas.
     Efectivamente, se trata del séptimo viajero terrícola desde que en la década del 70 lo hicieran el Voyager 1 y el Voyager 2, dos gemelas naves no tripuladas que marcaron el inicio de los estudios y el conocimiento del astro colorado que es motivo de muchos  enigmas para el hombre.
     Además de ser fantástica la distancia recorrida, lo es también la precisión con que ha maniobrado el equipo que ha tenido como misión depositar en el lugar elegido a esta modernísima nave, premunida de los más avanzados instrumentos que la ciencia y la tecnología humana han sido capaces de desarrollar en todos estos años.
     Sin embargo, es solo el comienzo de una misión que durará un año marciano, aproximadamente 23 meses terrestres, tiempo en el que el Curiosity se dedicará a estudiar la composición del suelo, las rocas y las diversas capas que componen Marte, así como sondear la posibilidad de la presencia de microorganismos que puedan hacer vislumbrar la posibilidad de algún tipo de vida en ese inhóspito planeta.
     El descenso en el cráter Gale, milimétricamente planeado desde la Tierra, ha tenido por objeto aprovechar al máximo una composición rocosa que los científicos no han dudado en calificar de una verdadera joya geológica, pues le permitirá al pequeño vehículo espacial explorar la historia del planeta a través de las superposiciones de suelos, lo que a su vez podría servir para conocer nuestro propio pasado.
     Las pruebas de maniobrabilidad a las que se le ha sometido en las semanas siguientes a su arribo, han sido aprobadas satisfactoriamente por el rover, estando ya en condiciones de iniciar su marcha por la superficie marciana, a la vez que va desperezándose para desplegar todo el asombroso equipo que lleva para las múltiples tareas que deberá cumplir.
     Va equipado de un brazo de más de dos metros que es a la vez pala mecánica, excavadora y ojo de rayos láser, mientras va desplazándose lentamente fotografiando y filmando el desértico paisaje de Marte. Las primeras imágenes que ha enviado a la Tierra, permiten observar un horizonte de colinas y montes mustios, un sendero mineral donde ya ha dejado su huella.
     No cabe duda de que es el acontecimiento científico del año, el suceso que marcará un hito en la investigación de este hermano del Sistema Solar, que el ser humano ha emprendido con las más sofisticadas armas que le facultan su desarrollo tecnológico y científico.
     El sitio exacto donde el Curiosity ha amartizado ha sido bautizado como Lugar Ray Bradbury, en homenaje y reconocimiento al recientemente fallecido escritor estadounidense  de ciencia ficción. La denominación es altamente simbólica y justa, pues el autor de Crónicas Marcianas ha sido uno de los pioneros en señalar hace más de medio siglo las portentosas posibilidades que el planeta con nombre de dios romano traía para nosotros los humanos.
     Ahora solo nos queda esperar y observar atentos la ardua labor que cumplirá ese embajador metálico terrestre en un espacio tan distinto al nuestro, donde no hay oxígeno, las temperaturas pueden descender a 90° bajo cero y aparentemente tampoco tiene agua. Pero eso no le importa al Curiosity, que es inmune a esas urgencias que el ser humano sencillamente no podría resistir.

Lima, 25 de agosto de 2012.
      

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