sábado, 4 de agosto de 2012

Una obra maestra


     La experiencia inaudita de entrar en contacto con una creación en la que el autor ha dejado todo su talento, la munificencia de su arte, es la que he tenido al leer Ligh in august (1932), novela del eximio narrador estadounidense William Faulkner, y traducida al español como Luz de agosto. He visto confirmada por propia vivencia lo que la crítica asume como una de sus verdades esenciales con respecto a la obra del Premio Nobel.
     La historia de Lena Grove, que viaja tortuosamente desde Alabama hasta Jefferson, territorios situados en el mítico mundo de Yoknapatawpha, con el único fin de encontrar al padre de su hijo, es el eje temático que nuclea la trama novelesca. Lena, al perder a sus padres, va con su hermano McKinley al aserradero de Doane; allí queda en cinta y se marcha, camina varios días y le sale al encuentro, en la carretera por donde avanza descalza, Armstid. Va en pos de Lucas Burch, así se llama el hombre que busca, pero nadie le conoce. Alguien le ha dicho que está en Jefferson, empleado en un aserradero. Un lugareño se ofrece a llevarla; arriban a la ciudad y ella se sorprende del recorrido que ha hecho.
     Ha comenzado el despliegue de la magia narrativa de Faulkner. Llegan a Jefferson dos forasteros para trabajar en el aserradero de Simms. El primero es Christmas, pensativo y hosco; el otro es Brown, gesticulador y alocado. Byron Bunch, un antiguo obrero del taller, los observa e intercambia opiniones con Mooney, el capataz. Un día, Lena Grove aparece en el aserradero cuando Byron cargaba pilas de tablas, inquiere por un tal Lucas Burch, pero quien le responde es Byron Bunch, entonces ella cree que se trata solo de una pequeña confusión de letras al pronunciar el apellido, pues hasta ese momento no había podido observar bien el rostro del muchacho. Al final del breve diálogo que sostienen, se desliza la posibilidad de que Joe Brown pueda ser Lucas Burch. Byron siente que ha hablado demasiado.
     Hightower es un reverendo que vivía con la obsesión del día en que su abuelo murió sobre su caballo al galope. Tiene una mujer cuya conducta extraña es motivo de comentarios en el pueblo. Ella muere en Menphis, en azarosas circunstancias en las que no se logra establecer si fue asesinada o se suicidó. Es hallada en una situación escabrosa y el pastor es obligado a dimitir de su iglesia. Él se niega al principio, pero luego tiene que rendirse ante la fuerza de la realidad. Byron relata a Hightower el episodio del incendio de la casa de la señorita Burden, quien es hallada con la cabeza casi seccionada en el segundo piso, por un campesino que acertaba a pasar por allí. Los sospechosos, dos hombres que vivían en la cabaña contigua a la casa, desaparecen. Se trata de dos conocidos nuestros: Christmas y Brown. Éste reaparece al cabo de un tiempo y ofrece colaborar con el sheriff. Al perecer, Christmas mantenía una relación de tres años con Joanna Burden, y ahora le ha prendido fuego a la casa, huyendo en seguida y manteniéndose en la clandestinidad.
     El narrador nos presenta a Christmas y sus extraños movimientos en la casa, instantes previos a la gran conmoción. Luego, en un salto temporal, asistimos a un episodio entre un niño de 5 años y la encargada del refectorio de 25. Es un hecho banal, pero revelador. El portero secuestra al niño, que no es otro que Christmas, porque es negro. Se sabe, además, que fue dado en adopción, a esa edad, a un tal McEachern, un tipo rudo, vigoroso y cruel, un “hombre inflexible, que ignoraba la piedad y la duda”.
     Sigue abriéndose el abanico de los espacios narrativos. Joe Christmas conoce a Bobbie, una camarera que encuentra en la taberna de la ciudad adonde McEachern lo lleva para una diligencia con su abogado. Comienza a salir con ella y la hace su mujer. Para salir de la casa de McEachern debe descolgarse de una cuerda por la que baja y sale al encuentro de Bobbie. Un día, McEachern descubre que Joe ha salido y va en su búsqueda. Lo encuentra, casi por instinto, en el local de una escuela donde había una fiesta; se abre paso por entre las parejas que bailan y, cuando llega al centro del salón, encuentra a Joe bailando con Bobbie. La emprende contra ella, llamándola ramera y ordenándole que se largue. Joe sale en defensa de su novia y con una silla asesta un golpe en la cabeza a McEachern, que cae inconsciente al suelo.
     Bobbie sube a un coche y se va. Joe va a casa de Bobbie y se encuentra con Max, Mame y un hombre desconocido. Se suscita un entredicho y Joe es golpeado y dejado inerte en la casa abandonada. Lentamente vuelve en sí y sale de ella para recorrer una calle de 15 años, larga e interminable, que los llevará a la mansión de la señorita Burden, adonde llega hambriento en busca de alimento. Ha encajado otra pieza del puzle narrativo del maestro.
     La señorita Burden le cuenta a Christmas la historia de su familia. Su hermano y su abuelo, ambos llamados Calvin, fueron asesinados por un tal coronel Sartoris. Ella comienza a ejercer una poderosa atracción fatal sobre Christmas, quien piensa varias veces que debería irse. Una corriente de furor físico los arrastraba por las noches para recalar en mañanas apacibles y azoradas. La relación es enigmática y absurda a la vez, y sólo podría concluir en el alevoso crimen que comete Christmas. La noche de los hechos, éste huye con el arma, que lleva sin darse cuenta.
     El incendio en la casa de Joanna Burden es el foco de atracción de todo el pueblo. Llegan el sheriff, un ayudante y numerosos curiosos al escuchar el testimonio de un campesino que pasaba por allí y se encontró con una macabra escena al interior de la mansión. El cuerpo ensangrentado de la víctima en medio de lenguas de fuego que devoraban todo lo que hallaban a su paso.
     Mientras tanto, Byron Bunch, en contra del parecer de Hightower, lleva a Lena Grove a vivir a la cabaña que fue de Christmas y Brown. El sheriff comprueba que una muchacha vive en la cabaña que antes ocuparon los dos inculpados del crimen de la señorita Burden. Por su parte, Christmas sigue su huída sin noción alguna de tiempo y lugar, hasta que llega a Mottstown, en la carreta de un negro que lo recoge de la carretera. En este pueblo, donde Christmas se pasea campante y sin problemas, es capturado. Simultáneamente, el narrador, nos presenta a los Hines, un matrimonio de ancianos, abuelos de Christmas. Mottstown se conmociona ante el negro blanco que mató a la señora de Jefferson. El tío Doc, cuyo nombre real es Eupheus, golpea a Christmas, luego aparece su mujer en la puerta de su casa, adonde llevan a Hines por su comportamiento violento en la plaza del pueblo.
     Byron revela a Hightower que Eupheus y su mujer son los abuelos de Christmas, quien es hijo de Milly, la hija de ambos. Doc Hines mata al padre del hijo de Milly por estar señalado con la negra maldición de Dios, a pesar de que ella le dice que es mexicano. Milly muere al dar a luz a Christmas. La mujer de Doc le dice a Hightower: “Pero usted tiene suerte. Un soltero. Un hombre solo que ha podido envejecer sin llegar a conocer la desesperación de amar”. Una bella frase, sin duda. En este encuentro es que la mujer pide la ayuda del reverendo para ver a su nieto, a quien no ha visto en más de treinta años. Byron traduce que lo que verdaderamente quieren es que Hightower testimonie a favor de Christmas, diciendo que la noche del crimen, y muchas otras en que Brown decía que Christmas iba a la casa grande, éste se encontraba en la casa del reverendo. Hightower se niega y los expulsa de su casa.
     Nace el hijo de Lena. Byron llama a Hightower y va en busca de un médico. Reflexiona el reverendo ante un gesto dudoso de Byron: “Esto no es digno de Byron. Pero ocurre a menudo que nuestras acciones no parecen ser dignas de nosotros. Ni nosotros dignos de nuestras acciones.” Byron le ha pedido a Lena que se case con él, y ella le ha dicho que no. El reverendo visita a Lena, ella le cuenta que Byron ha prometido llevarle a Lucas Burch; pero luego se enteran de que Byron se ha marchado, dejando el aserradero donde trabajaba.
     Byron llega a Jefferson, donde el gran jurado juzga a Christmas. Luego va a su pensión y encuentra que la señora Beard ha guardado todas sus pertenencias en una maleta. Busca al sheriff para pedirle que envíe a Brown o Burch con un agente a la cabaña donde está Lena. Escondido entre unos arbustos, ve a Brown entrar a la cabaña, sube a su mula y se va sin mirar atrás. Llega a la colina y vuelve la mirada, ve la cabaña y un hombre que corre por detrás de ella, mientras el agente espera en la puerta principal. Brown salta por la ventana luego de hablar con Lena y huye, corre varias millas y se encuentra en medio de cabañas de negros. Pide un favor a una negra, que alguien le lleve un recado al sheriff. Aparece un negrito, a quien le pide llevar un papel para Watt Kennedy, el sheriff. El negrito parte y a seiscientos metros se encuentra con Byron, a quien da detalles del paradero de Brown. Lo encuentra entre unos matorrales y traban pelea; Byron queda sangrante y Brown desaparece. Un tren pita a la distancia, y cuando pasa delante de Byron, éste ve que Brown trepa a un vagón. Luego pasa una carreta y el hombre que va en ella le comunica que en la ciudad han ejecutado a Christmas.
     Christmas huye en el momento en que es llevado para su ejecución. Corre a refugiarse en casa del pastor Hightower. Un capitán de la Guardia Nacional, Percy Grimm, de 25 años, forma un pelotón con miembros de la Legión. Él es el que persigue al fugitivo hasta divisarlo ingresando a la casa del reverendo. Aparta al viejo en el vestíbulo, llega a la cocina donde se esconde Christmas detrás de una mesa a modo de parapeto. Le dispara los cinco tiros de su automática y lo remata con un cuchillo de carnicero profiriendo una lapidaria racista: “Ahora dejarás a las mujeres blancas en paz, incluso en el infierno.”
     Hay una maravillosa descripción plástica del atardecer: “La luz cobriza acaba de extinguirse; el mundo flota en una espera verde, semejante, en color y en textura, a la luz filtrada por un cristal polícromo.” Es una de esas pinceladas poéticas que son frecuentes en la novela. A continuación, Hightower rememora sus fantasmas: su padre, su madre y su criada negra. Es una larga disquisición que hace el pastor de su pasado.
     En el capítulo final, un hombre cuenta a su mujer cómo recogió en su camión a Lena Grove y Byron Bunch, con el niño de ella en brazos, en una carretera que los llevaría a Tennessee. De esta manera se ha colocado la última pieza del complejo y asombroso rompecabezas que es esta espléndida novela.
     A la luz del atardecer de este frío invierno, con los destellos de agosto parafraseando el título de la novela de Faulkner, concluyo esta singular lectura que será, estoy seguro, una de las más importantes de este año y una de las más memorables de mi vida. Una auténtica obra maestra, labrada por el genio insuperable del profundo sur.

Lima, 4 de agosto de 2012.
      

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