A la
luz del amanecer (Alfaguara, 2012), es la más reciente novela del
reconocido escritor jaujino Edgardo Rivera Martínez, donde confirma ciertas
claves y temas de su mundo narrativo, escrita en una prosa señorial y provinciana,
en el mejor sentido de la expresión. Ambientada también en Soray, espacio
mítico que ya había aparecido en su anterior novela Diario de Santa María (2008), ahora convertida en provincia,
situada entre las ciudades de Jauja y Huancayo, la historia discurre a lo largo
de una noche, tiempo en el que Mariano de los Ríos, protagonista de la misma
-de regreso a su tierra natal para establecerse en ella, después de haber
recorrido el mundo-, evoca su vida, desde su ya lejana infancia hasta el
presente.
Empieza con la visión fantasmagórica de su
padre, el abogado José Antonio de los Ríos, leyendo en su estudio. Raquel y
Tobías son sus hermanos. A su madre, María de la Presentación Urdanivia
Uxcohuaranga, la evoca con cariño, alegría y ternura, pero también con
nostalgia y tristeza. La hermana de ella se había casado con un excorista de
Ocopa y vivía en la ciudad ecuatoriana de Loja.
Recuerda su infancia, cuando con Raquel se
ponían a escuchar los cuentos que les narraba Leoncia, la servicial empleada doméstica
de la casa familiar. La presencia de un mueble antiguo, al que Mariano se
refiere como el “bargueño”, está preñado de reminiscencias que comparecen al
conjuro de esa afiebrada noche de evocaciones y recuentos.
El recuerdo de la muerte de su padre es
uno de los pasajes más intensos de la novela, uno de entre los mil y uno que
Mariano evoca esa noche. Su primer amor, Leonor, aparece también traída al
llamado de la memoria. Luego seguirían otros nombres significativos de su vida
sentimental: Soledad, Julia, Angélica, Marina, Virginia y Sophie. Cada quien
descrita con cierta prolijidad y con detalles particulares de cómo las fue
conociendo y en qué circunstancias se fueron esfumando esas esperanzas de
concretar algo duradero.
Su hermano Tobías se va a trabajar a
Yauricocha, mientras su madre queda triste y desolada. Comienza a estudiar en
la Escuela de Mineralogía en La Oroya, oficio que más tarde derivaría en su
especialización en cristalografía, tal vez por la fuerza con que está marcada
su niñez por los regalos que le hacía Tobías: piedras diversas y de formas
extrañas que recolectaba en las alturas.
La desaparición de Tobías sume en la
preocupación y la angustia a la familia de Mariano, mientras él decide ir en su
búsqueda a Yauricocha, y todo lo que puede sacar en claro, basado en el
testimonio de un obrero, es que podría haberse enrolado en algún movimiento
subversivo, en una época en que insurgían en el Perú los primeros brotes
guerrilleros, al calor y el empuje de la Revolución cubana. Una carta posterior
confirmarían estas suposiciones.
La muerte de su madre es otro de esos
instantes llenos de una profunda e inconsolable pena. Reviven en su memoria los
momentos que su alma tuvo que enfrentar la ausencia inexorable de la persona
que más amaba en este mundo, estableciendo con su hermana una liga de
solidaridad y unión entrañable para administrar el vacío y el legado del ser
que les dio la vida.
Esa fantasmal visita que realiza María de
la Presentación a la casa, con un asombrado Mariano actuando de anfitrión,
mientras va mostrando a su madre cada espacio y recodo de lo que alguna vez fue
el lugar que cobijó los anhelos y sueños de una familia como cualquiera, pero
que gracias a la fuerza poética de la imaginación y sus destellos real maravillosos,
dotan a la narración de un elemento poco común que enfatiza el efecto de
encantamiento que poseen tantas vivencias agolpadas en un tiempo único.
En Soray, en esa región más transparente
del aire, Mariano evoca especialmente la figura e imagen de Marina Túpac Roca y
su “amor sin mañana”; y el otro laberíntico y arduo de Virginia, a quién amó y
sigue amando. Ella vivía separada de su esposo, un tal Castellares, de quien
ansiaba obtener el divorcio, que por recomendación de su abogado debiera ser
por mutuo disenso; pero cuando se decide a entablarle el juicio por causal
-abandono malicioso del hogar conyugal por más de 2 años-, éste replica con
otro por infidelidad, para lo cual adjuntaba escritos de puño y letra de
Mariano y, lo que era más sorprendente, fotografías suyas con Marina, su
anterior pareja. A raíz de esto, Virginia desaparece de la vida de Mariano.
Es insólita la misa que manda celebrar en
Ocopa por Soledad, Leonor, Marina y Virginia, él, un agnóstico confeso, ante la
sorpresa del monje. Es el único concurrente al singular oficio litúrgico, un
imponente ritual con órgano y coro.
En París, aprovechando una beca, conoce a
Sophie, una joven estudiante de literatura griega clásica de La Sorbona, con
quien posteriormente viaja a Grecia. Luego visitan y recorren Praga. Pero a
Segovia y Toledo, a Roma y Florencia tiene que hacerlo solo. Al final, tienen
que despedirse, pues Mariano debe regresar al Perú. Las cartas menudean al
comienzo, pero luego se van espaciando hasta que lentamente se difuminan en
solo un recuerdo.
Por último conoce a Constanza Lamadrid,
con quien se casa, sin embargo el matrimonio no duraría mucho, situación que
convence a Mariano de que su sino es quedarse solo, pues tantos proyectos y
planes abortados le dejan la desoladora
moraleja de su auténtica y radical soledad.
Finaliza la novela con una visita a Juli y
Pomata, que Mariano realiza en la alucinante y onírica compañía de Sophie; pues
después emprende su último destino, México, antes del regreso final.
Mariano de los Ríos Urdanivia, entregado
al laborioso ejercicio de la memoria, reconstruye paciente y diligentemente su
vida, pletórica de vivencias, viajes y amores, en una suerte de viaje al fin de
la noche. Hay algo de la Comala de Rulfo, en un extraño paralelismo con Pedro Páramo, pero desde la memoria y la
nostalgia. Mariano, sumido en sus recuerdos, en esa larga noche poblada de
monólogos y diálogos en la sombra, en un soliloquio interminable, revive los
momentos que hicieron al hombre que es, en esa tierra que se confunde con su
ser. También hay algo de los viajes homéricos en este regreso a la tierra
natal, esa Ítaca mental que todos tenemos en el corazón de nuestra nostalgia.
Lima, 5 de
septiembre de 2012.
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