jueves, 6 de septiembre de 2012

Viaje al fin de la noche


     A la luz del amanecer (Alfaguara, 2012), es la más reciente novela del reconocido escritor jaujino Edgardo Rivera Martínez, donde confirma ciertas claves y temas de su mundo narrativo, escrita en una prosa señorial y provinciana, en el mejor sentido de la expresión. Ambientada también en Soray, espacio mítico que ya había aparecido en su anterior novela Diario de Santa María (2008), ahora convertida en provincia, situada entre las ciudades de Jauja y Huancayo, la historia discurre a lo largo de una noche, tiempo en el que Mariano de los Ríos, protagonista de la misma -de regreso a su tierra natal para establecerse en ella, después de haber recorrido el mundo-, evoca su vida, desde su ya lejana infancia hasta el presente.
     Empieza con la visión fantasmagórica de su padre, el abogado José Antonio de los Ríos, leyendo en su estudio. Raquel y Tobías son sus hermanos. A su madre, María de la Presentación Urdanivia Uxcohuaranga, la evoca con cariño, alegría y ternura, pero también con nostalgia y tristeza. La hermana de ella se había casado con un excorista de Ocopa y vivía en la ciudad ecuatoriana de Loja.
     Recuerda su infancia, cuando con Raquel se ponían a escuchar los cuentos que les narraba Leoncia, la servicial empleada doméstica de la casa familiar. La presencia de un mueble antiguo, al que Mariano se refiere como el “bargueño”, está preñado de reminiscencias que comparecen al conjuro de esa afiebrada noche de evocaciones y recuentos.
     El recuerdo de la muerte de su padre es uno de los pasajes más intensos de la novela, uno de entre los mil y uno que Mariano evoca esa noche. Su primer amor, Leonor, aparece también traída al llamado de la memoria. Luego seguirían otros nombres significativos de su vida sentimental: Soledad, Julia, Angélica, Marina, Virginia y Sophie. Cada quien descrita con cierta prolijidad y con detalles particulares de cómo las fue conociendo y en qué circunstancias se fueron esfumando esas esperanzas de concretar algo duradero.
     Su hermano Tobías se va a trabajar a Yauricocha, mientras su madre queda triste y desolada. Comienza a estudiar en la Escuela de Mineralogía en La Oroya, oficio que más tarde derivaría en su especialización en cristalografía, tal vez por la fuerza con que está marcada su niñez por los regalos que le hacía Tobías: piedras diversas y de formas extrañas que recolectaba en las alturas.
     La desaparición de Tobías sume en la preocupación y la angustia a la familia de Mariano, mientras él decide ir en su búsqueda a Yauricocha, y todo lo que puede sacar en claro, basado en el testimonio de un obrero, es que podría haberse enrolado en algún movimiento subversivo, en una época en que insurgían en el Perú los primeros brotes guerrilleros, al calor y el empuje de la Revolución cubana. Una carta posterior confirmarían estas suposiciones.
     La muerte de su madre es otro de esos instantes llenos de una profunda e inconsolable pena. Reviven en su memoria los momentos que su alma tuvo que enfrentar la ausencia inexorable de la persona que más amaba en este mundo, estableciendo con su hermana una liga de solidaridad y unión entrañable para administrar el vacío y el legado del ser que les dio la vida.
     Esa fantasmal visita que realiza María de la Presentación a la casa, con un asombrado Mariano actuando de anfitrión, mientras va mostrando a su madre cada espacio y recodo de lo que alguna vez fue el lugar que cobijó los anhelos y sueños de una familia como cualquiera, pero que gracias a la fuerza poética de la imaginación y sus destellos real maravillosos, dotan a la narración de un elemento poco común que enfatiza el efecto de encantamiento que poseen tantas vivencias agolpadas en un tiempo único.
     En Soray, en esa región más transparente del aire, Mariano evoca especialmente la figura e imagen de Marina Túpac Roca y su “amor sin mañana”; y el otro laberíntico y arduo de Virginia, a quién amó y sigue amando. Ella vivía separada de su esposo, un tal Castellares, de quien ansiaba obtener el divorcio, que por recomendación de su abogado debiera ser por mutuo disenso; pero cuando se decide a entablarle el juicio por causal -abandono malicioso del hogar conyugal por más de 2 años-, éste replica con otro por infidelidad, para lo cual adjuntaba escritos de puño y letra de Mariano y, lo que era más sorprendente, fotografías suyas con Marina, su anterior pareja. A raíz de esto, Virginia desaparece de la vida de Mariano.
     Es insólita la misa que manda celebrar en Ocopa por Soledad, Leonor, Marina y Virginia, él, un agnóstico confeso, ante la sorpresa del monje. Es el único concurrente al singular oficio litúrgico, un imponente ritual con órgano y coro.
     En París, aprovechando una beca, conoce a Sophie, una joven estudiante de literatura griega clásica de La Sorbona, con quien posteriormente viaja a Grecia. Luego visitan y recorren Praga. Pero a Segovia y Toledo, a Roma y Florencia tiene que hacerlo solo. Al final, tienen que despedirse, pues Mariano debe regresar al Perú. Las cartas menudean al comienzo, pero luego se van espaciando hasta que lentamente se difuminan en solo un recuerdo.
     Por último conoce a Constanza Lamadrid, con quien se casa, sin embargo el matrimonio no duraría mucho, situación que convence a Mariano de que su sino es quedarse solo, pues tantos proyectos y planes abortados le dejan  la desoladora moraleja de su auténtica y radical soledad.
     Finaliza la novela con una visita a Juli y Pomata, que Mariano realiza en la alucinante y onírica compañía de Sophie; pues después emprende su último destino, México, antes del regreso final.
     Mariano de los Ríos Urdanivia, entregado al laborioso ejercicio de la memoria, reconstruye paciente y diligentemente su vida, pletórica de vivencias, viajes y amores, en una suerte de viaje al fin de la noche. Hay algo de la Comala de Rulfo, en un extraño paralelismo con Pedro Páramo, pero desde la memoria y la nostalgia. Mariano, sumido en sus recuerdos, en esa larga noche poblada de monólogos y diálogos en la sombra, en un soliloquio interminable, revive los momentos que hicieron al hombre que es, en esa tierra que se confunde con su ser. También hay algo de los viajes homéricos en este regreso a la tierra natal, esa Ítaca mental que todos tenemos en el corazón de nuestra nostalgia.

Lima, 5 de septiembre de 2012.

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