domingo, 18 de noviembre de 2012

El pulgar de Obama


     Cuando por un momento parecía peligrar la reelección del presidente Barack Obama, el mundo ha vuelto a respirar relativamente tranquilo ante los resultados del martes 6, sobre todo si tenemos en cuenta lo que habría significado el triunfo del candidato republicano, portavoz del pensamiento más trasnochado y representante de aquellas posiciones más tenazmente conservadoras y pudibundamente puritanas de la sociedad estadounidense.
     No es que fuera precisamente optimista ante un nuevo mandato del líder demócrata, quien en la campaña del 2008 prometió varias cosas que todavía no las ha podido cumplir -es cierto que más por el enrevesado engranaje de las grandes decisiones del poder político norteamericano que, tal vez, por propia voluntad-. Pero encarnaba, y quizá algo de arrestos le quede, la esperanza de millones de ciudadanos por el cambio.
     La campaña ha sido dura, muy reñida en buena parte del camino, pero al final ha triunfado la sensatez y la cordura de un electorado que no podía apostar sin más por una vuelta al pasado. Pues Mitt Romney simbolizaba exactamente el retroceso en muchos aspectos, como efigie y emblema de un partido político que en los últimos años ha escorado hacia el ala más extrema de la derecha política.
     Para muestra una perla: llevaba como candidato a la vicepresidencia al congresista Paul Ryan, amante de las armas y firme defensor del rescate de los bancos en la última crisis financiera. Apoyó las guerras de Irak y Afganistán; unido al Tea Party votó contra la reforma sanitaria; abogaba por privatizar la seguridad social y es un preclaro integrista de la economía de mercado. En una palabra, un auténtico neocon, un inverosímil sostenedor de ideas antediluvianas en materia política, económica y social.
     Además, Romney, como buen mormón que es, asumía posiciones francamente pueriles en muchos aspectos vitales de la decisión política, amén de haber declarado, aun cuando fuera en un evento de carácter privado, no tener ninguna simpatía por un sector importante del país que las políticas y los proyectos de Obama buscan precisamente favorecer. Fueron expresiones con un fuerte color fascista que prefiguraban las actitudes y decisiones que habría adoptado de llegar a la Casa Blanca.  
     Ha sido decisivo para este resultado el aporte del voto hispano, una comunidad que ha crecido considerablemente en las últimas décadas, y que tiene pendiente del presidente Obama la ley sobre inmigración que fue su gran promesa en la campaña pasada. Sólo un candidato como el demócrata puede abocarse a un problema de este tipo con un criterio de justicia y equidad, pues ya se sabían las posturas del republicano con respecto al destino de miles de latinoamericanos que viven ilegalmente en territorio de la unión y que esperan regularizar su situación con una legislación razonable y adecuada.
     No me gusta la política internacional que ejerce la administración Obama, siguiendo la impuesta por los regímenes más duros y conservadores de los últimos lustros, defendiendo a Israel y sus desafueros, ocupando colonialmente países como Irak y Afganistán so pretexto del terrorismo internacional y sus amenazas. Tras el verbo frondoso y encendido del primer presidente de color de la nación más poderosa del planeta, no puede esconderse ya la mirada de ave de rapiña y las garras de fiera del gran imperio del siglo XX.
     Y mientras esto sucedía en América, en el opuesto extremo del mundo el otro coloso planetario también se aprestaba a renovar su vieja jerarquía en el poder. El XVIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que se reúne cada diez años para una ocasión de esta naturaleza, elegía a su nuevo Secretario General, que a partir de marzo del próximo año también asumirá el mando supremo del país. El hijo de uno de los iconos de la vieja guardia, Xi Xinping, llamado “El Príncipe”, sucederá a Hu Jintao, en un cambio de guardia que probablemente no implique una variación profunda en el rumbo de China a convertirse en la nueva primera potencia mundial, según los fundados vaticinios de los expertos.
     En este panorama es que se inscribe la reelección de Obama para otro periodo de cuatro años al frente de la Casa Blanca, tiempo que deberá ocuparse en resolver los agudos problemas que enfrenta Washington en el mundo entero, especialmente los que conciernen a la presencia militar en algunas regiones del Asia y a su cada vez más peliaguda problemática económico financiera.

Lima, 17 de noviembre de 2012.  
     

2 comentarios:

  1. Walter:
    Como se suele decir, fue "de los dos males, el menor".
    Saludos cordiales.

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  2. Te agradezco Arturo el que seas un seguidor frecuente de mis artículos. Veo que demuestras buen juicio y una formación apreciable. Me honra tener lectores como tú. Otra vez gracias.
    Saludos.

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