Aliviados por los resultados del domingo
17 de marzo pasado, en que estuvo a punto de triunfar la opción más regresiva y
nefasta, que le hubiera inferido a la democracia y a la civilidad un daño quizá
irreparable, podemos reflexionar con mayor tranquilidad sobre el destino
inmediato de nuestra ciudad, ese espacio común de los nueve millones de
habitantes que vivimos en ella.
A pesar del apretado margen de diferencia
que proyectan los resultados oficiales, lo cierto es que se ha impuesto la
cordura y la sensatez, que en los últimos días de la campaña, cuando ya no era
posible publicar los sondeos de las encuestas, ha inclinado finalmente el fiel
de la balanza ciudadana hacia el lado de la decencia y la honestidad, dejando con
los crespos hechos a tantas figuras y figurones del espectro político, que
ahora sólo les queda lamerse las heridas en el rincón de su propia ambición
derrotada.
Quieren contentarse los perdedores
haciendo interpretaciones antojadizas y amañadas, como decir por ejemplo que el
triunfo de Susana Villarán es pírrico, que lo ha hecho a costa del sacrificio
de todos sus regidores, y que el gran vencedor de la jornada ha sido en verdad
la derecha representada por el PPC de Lourdes Flores. Se engañan de manera
ingenua, como esos niños que jamás aceptan perder y tratan de devaluar a como
dé lugar el triunfo de su contrincante.
Si el objetivo central de los revocadores
era lograr la vacancia de la alcaldía, defenestrando del cargo a Susana
Villarán, para adelantar las elecciones que ellos veían con angurria y
desesperación, y ello no ha sucedido, entonces, cómo llamar a eso: lisa y
llanamente, una derrota en toda ley. Ahora, es cierto que se puede discutir las
consecuencias de la consulta, la nueva composición de la comuna a raíz de
algunos cambios que tendrían que hacerse; pero ello no quita un ápice que los
grandes derrotados han sido los promotores en la sombra como García y
Castañeda, y todas aquellas cabezas visibles, como el inefable Marco Tulio Gutiérrez,
que apostaron por un objetivo a todas luces absurdo, inútil e injusto.
Aun los que éramos pesimistas y escépticos
por los resultados de la consulta, hemos recibido con gran alivio y esperanza
esta respuesta ciudadana llena de lucidez y tino justiciero. La campaña por el
No había logrado calar en la conciencia de miles de personas que fueron
bombardeadas día y noche por las mentiras y las infamias de los voceros del Sí.
Resta en adelante trabajar
mancomunadamente, labor de todos quienes realmente aspiran a mejorar las
condiciones de vida en la capital, atacando los múltiples problemas que la
aquejan. La solución del problema del transporte está encaminado, solo espera
de nosotros la paciencia y la colaboración para que el rumbo no se detenga; las
obras emprendidas en diferentes puntos de la ciudad seguirán su curso normal, y
la sensación de transparencia y honradez nos dará la suficiente confianza para
aguardar un gobierno edil sin sobresaltos hasta el fin de su mandato.
Si quisiéramos obtener lecciones positivas
de la jornada popular de aquel domingo, podrían surgir interesantes
conclusiones con respecto a la imagen restaurada de una autoridad municipal muy
magullada en los últimos tiempos, como por ejemplo reimpulsar los proyectos que
venían llevándose a cabo, pero con el agregado de difundirlos mucho más
eficazmente; aceptar la lección de que un gran sector de la población no
percibe la realización de dicha obra por la carencia de un adecuado canal que
comunique los logros e informe continuamente sobre la marcha de los trabajos.
En relación a los grupos de izquierda que
se han visto cuestionados, tanto por la iniciativa en sí, como por unos
resultados evidentemente aleccionadores, ha llegado la hora, creo, de
replantear los términos de sus alianzas, o dar un giro significativo a su débil
entronque con aquellos sectores populares que lógicamente deberían haber
constituido sus cimientos sociales e ideológicos en una justa electoral como la
vivida.
Queda,
en fin, entender que los cambios emprendidos tienen como único objetivo el
ordenamiento de una urbe caótica y que amenaza salirse de sus cauces ciudadanos
de convivencia, tarea que sólo podrá llevarse a buen puerto con el concurso
decidido y comprometido de cada uno de nosotros, pues a fin de cuentas es a
nosotros a quien incumbe directamente el destino de este espacio de confluencia
en el que cotidianamente trazamos el inverosímil destino de nuestras
existencias.
Lima, 2 de abril
de 2013.
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