martes, 2 de abril de 2013

Ensayo sobre la lucidez


     Aliviados por los resultados del domingo 17 de marzo pasado, en que estuvo a punto de triunfar la opción más regresiva y nefasta, que le hubiera inferido a la democracia y a la civilidad un daño quizá irreparable, podemos reflexionar con mayor tranquilidad sobre el destino inmediato de nuestra ciudad, ese espacio común de los nueve millones de habitantes que vivimos en ella.
     A pesar del apretado margen de diferencia que proyectan los resultados oficiales, lo cierto es que se ha impuesto la cordura y la sensatez, que en los últimos días de la campaña, cuando ya no era posible publicar los sondeos de las encuestas, ha inclinado finalmente el fiel de la balanza ciudadana hacia el lado de la decencia y la honestidad, dejando con los crespos hechos a tantas figuras y figurones del espectro político, que ahora sólo les queda lamerse las heridas en el rincón de su propia ambición derrotada.
     Quieren contentarse los perdedores haciendo interpretaciones antojadizas y amañadas, como decir por ejemplo que el triunfo de Susana Villarán es pírrico, que lo ha hecho a costa del sacrificio de todos sus regidores, y que el gran vencedor de la jornada ha sido en verdad la derecha representada por el PPC de Lourdes Flores. Se engañan de manera ingenua, como esos niños que jamás aceptan perder y tratan de devaluar a como dé lugar el triunfo de su contrincante.
     Si el objetivo central de los revocadores era lograr la vacancia de la alcaldía, defenestrando del cargo a Susana Villarán, para adelantar las elecciones que ellos veían con angurria y desesperación, y ello no ha sucedido, entonces, cómo llamar a eso: lisa y llanamente, una derrota en toda ley. Ahora, es cierto que se puede discutir las consecuencias de la consulta, la nueva composición de la comuna a raíz de algunos cambios que tendrían que hacerse; pero ello no quita un ápice que los grandes derrotados han sido los promotores en la sombra como García y Castañeda, y todas aquellas cabezas visibles, como el inefable Marco Tulio Gutiérrez, que apostaron por un objetivo a todas luces absurdo, inútil e injusto.
     Aun los que éramos pesimistas y escépticos por los resultados de la consulta, hemos recibido con gran alivio y esperanza esta respuesta ciudadana llena de lucidez y tino justiciero. La campaña por el No había logrado calar en la conciencia de miles de personas que fueron bombardeadas día y noche por las mentiras y las infamias de los voceros del Sí.
     Resta en adelante trabajar mancomunadamente, labor de todos quienes realmente aspiran a mejorar las condiciones de vida en la capital, atacando los múltiples problemas que la aquejan. La solución del problema del transporte está encaminado, solo espera de nosotros la paciencia y la colaboración para que el rumbo no se detenga; las obras emprendidas en diferentes puntos de la ciudad seguirán su curso normal, y la sensación de transparencia y honradez nos dará la suficiente confianza para aguardar un gobierno edil sin sobresaltos hasta el fin de su mandato.
     Si quisiéramos obtener lecciones positivas de la jornada popular de aquel domingo, podrían surgir interesantes conclusiones con respecto a la imagen restaurada de una autoridad municipal muy magullada en los últimos tiempos, como por ejemplo reimpulsar los proyectos que venían llevándose a cabo, pero con el agregado de difundirlos mucho más eficazmente; aceptar la lección de que un gran sector de la población no percibe la realización de dicha obra por la carencia de un adecuado canal que comunique los logros e informe continuamente sobre la marcha de los trabajos.
     En relación a los grupos de izquierda que se han visto cuestionados, tanto por la iniciativa en sí, como por unos resultados evidentemente aleccionadores, ha llegado la hora, creo, de replantear los términos de sus alianzas, o dar un giro significativo a su débil entronque con aquellos sectores populares que lógicamente deberían haber constituido sus cimientos sociales e ideológicos en una justa electoral como la vivida.
      Queda, en fin, entender que los cambios emprendidos tienen como único objetivo el ordenamiento de una urbe caótica y que amenaza salirse de sus cauces ciudadanos de convivencia, tarea que sólo podrá llevarse a buen puerto con el concurso decidido y comprometido de cada uno de nosotros, pues a fin de cuentas es a nosotros a quien incumbe directamente el destino de este espacio de confluencia en el que cotidianamente trazamos el inverosímil destino de nuestras existencias.

Lima, 2 de abril de 2013.

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