Las peripecias en el exilio de Julio
Méndez, un escritor sudamericano afincado en Sitges –una pequeña ciudad en la
costa catalana–, con su mujer, Gloria, y su díscolo hijo Patricio, están
narradas con ciertas dosis de autoironía y una pizca de cinismo en la novela El jardín de al lado (Seix Barral, 1980)
del autor chileno José Donoso. En los turbulentos años de la dictadura de
Augusto Pinochet, el escritor ha tenido que abandonar su país, como muchos
artistas que tuvieron que irse en medio del clima de terror que sembró la
tiranía fascista latinoamericana más sangrienta del siglo XX.
Julio Méndez lucha por conquistarse un
lugar en el mundo editorial de los años postreros del boom, pero debe enfrentar el juicio severísimo de Núria Monclús, en
quien no es difícil reconocer a la editora española Carmen Balcells, ama
todopoderosa del mercado del libro en español. Con una mezcla de rencor y
admiración, el aspirante a novelista debe transitar todos los vericuetos de la
amargura, la decepción y el fracaso para conquistar el ansiado estatus de que
disfrutaban los miembros más conspicuos de ese fenómeno literario y comercial
que encumbró en los años sesenta a un puñado de autores cuyos nombres aún
brillan en el firmamento de las letras en castellano.
Estando en su modesto piso de Sitges, Julio
recibe la llamada de su amigo el pintor Pancho Salvatierra, invitándolo a pasar
el verano en su lujoso departamento de Madrid, que quedará vacío, pues éste va
a disfrutar sus vacaciones en alguna playa del Mediterráneo. Él acepta y se
apresta a dejar momentáneamente Sitges. Ya instalados con Gloria en la capital
española, tiene por primera vez la visión del jardín de al lado, el paraíso
verde que el duque de Andía posee al costado del piso de Pancho Salvatierra,
por donde discurre la condesita de cabellos dorados y ojos amarillos por quien Julio
irá obsesionándose desde su privilegiado rincón de flamante voyeur.
Luego vendrá el episodio de Bijou, el hijo
de una familia amiga, los Lagos, que les hace pasar un susto mayúsculo cuando
desaparece una noche en la playa. Todos lo buscan por cada recoveco entre la
arena y las rocas, hasta que están a punto de llamar a la policía, cuando uno
de ellos abre la portezuela de su auto y he allí que dormía plácidamente el
jovenzuelo acurrucado en posición fetal. Las reacciones son previsibles,
pasando de la tranquilidad recobrada a la encrespada indignación.
El encuentro en una tienda de artesanías
con Marcelo Chiriboga y Núria Monclús resulta bastante reveladora, pues es
cuando irrumpe la figura del afamado autor ecuatoriano del boom, fraguado sintomáticamente por José Donoso y por Carlos
Fuentes, y que paseará su presencia por la obra de ambos novelistas como un
guiño de lúdico reconocimiento a un país que curiosamente se quedó sin
representante real en la fiesta editorial y literaria de los años en que
nuestras letras conquistaban un sitial en el horizonte de la literatura
contemporánea.
En medio de la parálisis creativa que lo
acogota en Madrid, Julio vive de lejos la agonía de su madre en Santiago,
negándose a acudir a los llamados de su hermano Sebastián. La memoria le trae
la imagen de la casa de la calle Roma, donde en el auténtico jardín de al lado
pasa sus últimos días el ser que lo trajo a este mundo. Al producirse el
desenlace, por un instante Julio decide regresar, mas existen desafíos enormes
incumplidos que lo atormentan y le impiden todo movimiento. Escribe, además, su
novela en medio de la convalecencia de la depresión de Gloria, en ausencia de
los vecinos del jardín de al lado, y cuando ya está terminada la envía a Núria
Monclús, quien después de varios días le anuncia que ha sido rechazada por tres
editoriales españolas. Su hermano Sebastián, días antes le había enviado las
fotocopias de las cuentas de todo lo relacionado con la enfermedad y la muerte
de la madre de ambos.
En el hecho de vender a un marchante
argelino el cuadro robado a Pancho Salvatierra –otro lo había robado Bijou,
produciéndose una desesperada búsqueda dantesca–, con el fin de fabricar una
burbuja de felicidad o bienestar pasajeros con Gloria en Marruecos, adonde
acuden por una invitación de su hijo para su exposición de fotografía, se cifra
todo un simbolismo del fracaso existencial del escritor que ve cerrársele cada
una de las puertas del éxito o, siquiera, del reconocimiento.
En el último capítulo, es Gloria Echeverria
de Méndez la que narra el final de la historia de una relación donde el fracaso
ronda constantemente, los asedia como un animal pertinaz que no se atreve a dar
el zarpazo final. Dialogando con Núria Monclús, Gloria pone en claro el
significado –o trata de hacerlo– de un escritor chileno exiliado en Europa y
que persigue, buscando afanosamente, la oportunidad de convertirse en el nuevo
integrante del denostado boom.
Interesante novela que se lee con gusto y
avidez, dejándose llevar por la pluma diestra y avezada del magnífico José
Donoso, que ha perpetrado con esta obra un melancólico canto a la sublime
derrota.
Lima,
02 de febrero de 2017.
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