sábado, 2 de diciembre de 2017

La mujer rota

    Una verdadera ola de acusaciones y denuncias se ha desatado en las últimas semanas en contra de figuras conocidas del mundo del cine, el teatro, el deporte y la política. La razón es una: el acoso y maltrato sufridos por decenas de mujeres a manos de un número significativo de hombres. Son muchas las mujeres que han salido a la luz de la opinión pública para contar sus dolorosas experiencias en las que fueron víctimas de agresiones, insultos, tocamientos, violaciones y otras formas de comportamiento delictivo y bestial que un grupo de energúmenos, que deshonran a la especie, les han infligido.
    El afamado y reconocido productor de Hollywood Harvey Weinstein, los actores Bill Cosby y Kevin Spacey, el humorista Louis C.K., y en nuestro medio el director de teatro Guillermo Castrillón, y muchos más han sido señalados como culpables de haber perpetrado actos abusivos y nefandos en contra de una cantidad cada vez más alarmante de mujeres en nuestro país y en el mundo. Cómo no mencionar a este propósito también a esos numerosos agentes, representantes o promotores artísticos, especialmente en el terreno de la música, que para validar o gestionar las carreras de jóvenes cantantes o intérpretes, las someten a sucios chantajes, ejerciendo una posición de dominio con el fin de aprovecharse y abusar de ellas.
    Un machismo fuertemente enraizado en la mentalidad colectiva, especialmente varonil, se erige en el principal factor de una conducta que, como el racismo o la xenofobia, es una expresión más de la infinita estupidez humana. Estereotipos secularmente establecidos en las más menudas actitudes, de aquello que con cierto tufillo de superioridad se llama “virilidad”, se han normalizado hasta el grado de la banalización en todos los estratos sociales, producto de lo cual resultan comunes y corrientes frases, chistes y hasta caricaturas que en cualquier reunión se escuchan proferir a hombres y a mujeres también, por increíble que parezca.
    Un nuevo concepto de “hombría” debe imponerse a nivel de la educación y la cultura en la familia y en la sociedad, para sacarnos esa costra retrógrada que arrastramos como un lastre en nuestra conceptualización del fenómeno. Una valoración superior, más cabal y humanista del hecho de ser hombre, se impone como una necesidad perentoria en el consciente e inconsciente colectivos, para desterrar definitivamente –aunque suene a quimera y utopía– esa categorización primitiva y burda del “macho” como modelo y paradigma de la conducta del hombre. Cuán vigente sigue estando la frase lapidaria del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, cuando decía que el hombre es algo que tiene ser superado, y que así como ahora el hombre mira al mono, así el hombre superior mirará al hombre.  
    Ni las campañas masivas tipo “Ni una menos”, expresadas en multitudinarias marchas y manifestaciones en las principales ciudades del país, ni las virtuales como #MeToo en las redes sociales, podrán hacer mucho si no se asume ese profundo cambio como una tarea urgente. La evidencia está en que a pesar de lo exitosas que fueron en las calles y en el ciberespacio dichas expresiones de rechazo a la misoginia, los crímenes se han seguido sucediendo, incrementándose pavorosamente en este año hasta límites nunca vistos.
    Esto no quiere decir que no sean necesarias, pues está claro que lo son, para visibilizar y poner en el foco de la atención pública, así como en la agenda del gobierno, un asunto que incumbe a todos. La institucionalización, a través de Naciones Unidas, de un Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, ayuda mucho en este contexto de la concientización de un problema que cada vez adquiere ribetes de pandemia, y que es imperativo detener para evitar que nuestra civilización naufrague en un lodazal de barbarie y salvajismo en plena era de la informática, la cibernética y tantos otros avances científicos, pero que desgraciadamente no tienen su correlato en la evolución de este mal llamado homo sapiens.
    Es triste y penoso figurar como el país que figura entre los primeros lugares de los que ejercen violencia hacia la mujer; deplorable realidad que constituye un auténtico baldón para nuestra dignidad como nación. Pero más allá de ello, porque nuestras hermanas, esposas e hijas se convierten en potenciales víctimas de sujetos como los mencionados, pues nunca sabremos en qué momento van a ser o están siendo violentadas y sometidas a vejámenes sin nombre, como todas aquellas aspirantes a actrices, coreógrafas, cantantes o deportistas de competición, en manos de alevosos depredadores, callando todo este tiempo por temor, vergüenza o golpe psicológico.
    Al parecer la escena empieza a cambiar, por lo menos con la puesta en evidencia de algo que se mantuvo en silencio y en secreto durante tanto tiempo. Nunca será tarde para luchar por una vida más digna y decente para los hombres y las mujeres de este mundo, para que nunca más tengamos noticia de una “mujer rota”, como en el famoso libro de Simone de Beauvois.


Lima, 02 de diciembre de 2017.   

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