domingo, 26 de agosto de 2018

Pañuelos verdes


    La campaña emprendida por las mujeres en la Argentina a favor de la aprobación de la ley que despenaliza el aborto, es un capítulo más de esa larga lucha que libran los seres humanos en pos de la realización de sus plenos derechos. Tras quedar aparcada, transitoriamente, luego de sufrir el rechazo en el Senado de ese país el pasado 11 de agosto, el destino de la norma es irremisiblemente positivo, pues tarde o temprano tendrá que ser aprobada en consonancia con la marcha indetenible de los derechos humanos en el mundo.
    Desde antes de que fuera aprobada la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en la Cámara de Diputados el 14 de junio, los diversos colectivos civiles que agrupan a las mujeres han venido realizando marchas, plantones, manifestaciones que exigían el reconocimiento legal de una práctica que nadie aprueba per se, pero que en el marco de una realidad punitiva, que empuja a muchas mujeres a someterse a operaciones  clandestinas con los consiguientes riesgos para su salud, se torna perentoria para detener las cifras escalofriantes que todos los años ensangrientan las estadísticas de mortalidad en el país sudamericano.
    Porque la verdadera discusión debemos situarla en el dilema entre aborto legal, seguro y gratuito por parte del Estado, o aborto ilegal, clandestino, altamente inseguro y en condiciones insalubres en manos de parteras o comadronas que terminan en la mayoría de los casos en muerte. Y no como lo plantean los sectores conservadores, encabezados por la Iglesia Católica y otras iglesias evangélicas, entre estar a favor del aborto o en contra de él, en campañas que denominan pro vida, pero que paradójicamente favorecen políticas que la niegan en la práctica. Porque lo cierto también es que, con ley o sin ella, las mujeres seguirán practicándose el aborto, en detrimento de las de menos recursos, que jamás podrán acceder a clínicas costosas, mientras que las pudientes gozarán de mejores condiciones.  
    Por 38 votos contra 31, la derrota provisional de esta batalla ha devuelto al país hasta 1921, en un verdadero salto hacia el pasado, una medida a todas luces retrógrada, a la ley que penaliza todos los casos de aborto, con excepciones de los casos de violación y de peligro para la vida de la madre. Miles de pañuelos verdes, símbolo de esta gesta, agitaban las activistas a las puertas del Senado, ese día crucial que se discutía en el recinto legislativo  por largas horas hasta mucho después de la medianoche. El resultado no pudo ser más desolador, pero ellas saben, así como muchos de los que apoyamos su causa, que vendrán otras batallas que terminarán consagrando sus legítimos derechos.
    Pues lo mismo sucedió con la ley del divorcio de 1987, aprobada finalmente en contra de las posiciones sectarias y reaccionarias de siempre. Otro tanto fue con la ley del matrimonio igualitario de 2010, que significó un serio revés para la Iglesia Católica y otros sectores conservadores y homofóbicos de la sociedad argentina. En ambas campañas, la polarización dividió al país, como ahora, y luego de una ardua lucha se consiguió aprobarlas reconociendo legalmente derechos inalienables del ser humano.
    En América Latina sólo Uruguay, Guyana, Cuba y Ciudad de México han aprobado leyes de plazos que minimizan las muertes por abortos clandestinos. Es emblemático al respecto el caso de Uruguay, donde entre 2001 y 2012 se produjeron 38 muertes por prácticas ilegales. Desde este último año, cuando se aprobó la ley, la mortalidad es casi cero, lo cual demuestra su efectividad y contradice los argumentos de quienes creyendo apostar a favor de la vida, no hacen sino negarla criminalizando a la madre y negando a las mujeres su derecho a una libre maternidad, a decidir de una manera libérrima cuándo y cómo ser madres.
    Otro caso ejemplar es el de Irlanda, probablemente el país más católico de Europa, donde el 66% de los irlandeses votó a favor de permitir la interrupción del embarazo en el referéndum de mayo de este año. Un resultado histórico para la causa feminista internacional, que acabó también con la injerencia de la iglesia en asuntos que competen al ámbito público de una nación que es una república, donde rige el laicismo y se legisla en favor de mayores derechos para los ciudadanos.
    La lucha continúa, pues como dice el Rig Veda, uno de los textos sagrados de la milenaria sabiduría de la India, citado por el filósofo Nietzsche como epígrafe de uno de sus libros capitales: “¡Hay tantas auroras que aún no han despuntado!” 

Lima, 25 de agosto de 2018.

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