La campaña emprendida por las mujeres en la
Argentina a favor de la aprobación de la ley que despenaliza el aborto, es un
capítulo más de esa larga lucha que libran los seres humanos en pos de la
realización de sus plenos derechos. Tras quedar aparcada, transitoriamente,
luego de sufrir el rechazo en el Senado de ese país el pasado 11 de agosto, el
destino de la norma es irremisiblemente positivo, pues tarde o temprano tendrá
que ser aprobada en consonancia con la marcha indetenible de los derechos humanos
en el mundo.
Desde antes de que fuera aprobada la Ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en la Cámara de Diputados el 14 de
junio, los diversos colectivos civiles que agrupan a las mujeres han venido
realizando marchas, plantones, manifestaciones que exigían el reconocimiento
legal de una práctica que nadie aprueba per
se, pero que en el marco de una realidad punitiva, que empuja a muchas
mujeres a someterse a operaciones clandestinas con los consiguientes riesgos
para su salud, se torna perentoria para detener las cifras escalofriantes que
todos los años ensangrientan las estadísticas de mortalidad en el país
sudamericano.
Porque la verdadera discusión debemos
situarla en el dilema entre aborto legal, seguro y gratuito por parte del Estado,
o aborto ilegal, clandestino, altamente inseguro y en condiciones insalubres en
manos de parteras o comadronas que terminan en la mayoría de los casos en
muerte. Y no como lo plantean los sectores conservadores, encabezados por la
Iglesia Católica y otras iglesias evangélicas, entre estar a favor del aborto o
en contra de él, en campañas que denominan pro vida, pero que paradójicamente
favorecen políticas que la niegan en la práctica. Porque lo cierto también es
que, con ley o sin ella, las mujeres seguirán practicándose el aborto, en
detrimento de las de menos recursos, que jamás podrán acceder a clínicas
costosas, mientras que las pudientes gozarán de mejores condiciones.
Por 38 votos contra 31, la derrota
provisional de esta batalla ha devuelto al país hasta 1921, en un verdadero
salto hacia el pasado, una medida a todas luces retrógrada, a la ley que
penaliza todos los casos de aborto, con excepciones de los casos de violación y
de peligro para la vida de la madre. Miles de pañuelos verdes, símbolo de esta
gesta, agitaban las activistas a las puertas del Senado, ese día crucial que se
discutía en el recinto legislativo por
largas horas hasta mucho después de la medianoche. El resultado no pudo ser más
desolador, pero ellas saben, así como muchos de los que apoyamos su causa, que
vendrán otras batallas que terminarán consagrando sus legítimos derechos.
Pues lo mismo sucedió con la ley del
divorcio de 1987, aprobada finalmente en contra de las posiciones sectarias y
reaccionarias de siempre. Otro tanto fue con la ley del matrimonio igualitario
de 2010, que significó un serio revés para la Iglesia Católica y otros sectores
conservadores y homofóbicos de la sociedad argentina. En ambas campañas, la
polarización dividió al país, como ahora, y luego de una ardua lucha se
consiguió aprobarlas reconociendo legalmente derechos inalienables del ser
humano.
En América Latina sólo Uruguay, Guyana,
Cuba y Ciudad de México han aprobado leyes de plazos que minimizan las muertes
por abortos clandestinos. Es emblemático al respecto el caso de Uruguay, donde
entre 2001 y 2012 se produjeron 38 muertes por prácticas ilegales. Desde este
último año, cuando se aprobó la ley, la mortalidad es casi cero, lo cual
demuestra su efectividad y contradice los argumentos de quienes creyendo
apostar a favor de la vida, no hacen sino negarla criminalizando a la madre y
negando a las mujeres su derecho a una libre maternidad, a decidir de una
manera libérrima cuándo y cómo ser madres.
Otro caso ejemplar es el de Irlanda, probablemente
el país más católico de Europa, donde el 66% de los irlandeses votó a favor de
permitir la interrupción del embarazo en el referéndum de mayo de este año. Un
resultado histórico para la causa feminista internacional, que acabó también
con la injerencia de la iglesia en asuntos que competen al ámbito público de
una nación que es una república, donde rige el laicismo y se legisla en favor
de mayores derechos para los ciudadanos.
La lucha continúa, pues como dice el Rig Veda, uno de los textos
sagrados de la milenaria sabiduría de la India, citado por el filósofo
Nietzsche como epígrafe de uno de sus libros capitales: “¡Hay tantas auroras
que aún no han despuntado!”
Lima,
25 de agosto de 2018.
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