Tengo pensado escribir un artículo, o un
conjunto de artículos, para mencionar todas aquellas producciones musicales que
a lo largo de mi vida he sentido que constituyen lo más alto, lo más selecto y
elaborado que se ha podido realizar en materia de creación artística, tanto de
la música popular como de la llamada música clásica o académica. Mientras voy
recopilando todo ese material, en una paciente labor de audición que es a la
vez de goce fruitivo, pues pienso como Nietzsche que la vida sin la música
sería un error, quiero comentar mis impresiones de un disco que acaba de
lanzarse al mercado y que perfectamente podría formar parte de esa privilegiada
antología, de ese exclusivo club digamos, y que ha venido a incorporarse de
pleno derecho a la lista querida de mis preferencias y de mis muy personales
gustos musicales.
Se trata del volumen A Chabuca dos, la segunda entrega de versiones originales y
personalísimas de canciones escritas y musicalizadas por la notable compositora
peruana Isabel Granda Larco (Apurímac, 1920 – Lima, 1983), bajo la producción
de Mabela Martínez y Susana Roca Rey, responsables ambas también del primer
disco, lanzado el año 2017. Esta vez, ha contado con la participación de Armando
Manzanero, Pablo Milanés, Juan Diego Flórez, Soledad Pastorutti, Rosario Flores,
Carlos Vives, Chabuco, Antonio Zambujo y otros grandes exponentes del
cancionero latinoamericano.
El disco va en un increscendo, desde la apertura con Armando Manzanero y su buena,
pero previsible, interpretación del tema “Bello durmiente”, canción que la
autora dedicó al Perú, hasta la apoteósica y deslumbrante versión de Carlos
Vives de la canción “Me he de guardar”, todo un logro de la fusión con esos
aires de cumbia y vallenato que el colombiano le sabe insuflar al ritmo
afroperuano de Chabuca.
La cantante Ile está muy bien con su “María
Landó”, bajo el molde establecido por el canon de la gran Susana Baca. Juan
Diego, como siempre, magnífico con su soberbia interpretación de “Callecita
encendida”, un hermoso vals de tonos melancólicos. “La torre de marfil” calza
precisa en el estilo melódico y trovadoresco de Pablo Milanés. Ecos de fado se
sienten en la voz de Antonio Zambujo, con el prodigioso sonido de la guitarra
portuguesa, en la pista correspondiente a “Amor viajero”.
Tonadas de flamenco es el aporte de la voz
de la española Rosario para “Gracia”, un vals que la autora dedicó a su madre.
El latin jazz se hace presente en la intervención de Chabuco para “El barco
ciego”, bello tema. Soledad de Argentina nos regala su intensa versión de la
hermosa zamacueca titulada “Una larga noche”. La inconfundible guitarra de Luis
Salinas acompañando a la estupenda Sandra Mihanovich nos obsequian la pieza
“Pobre voz”, otro poema, como son todas las canciones de Chabuca Granda.
“En la grama”, en la voz de Zizi Possi,
posee resonancias más internacionales, sin duda un hallazgo adicional de la
versátil inspiración de la cantautora nuestra. “La vals creole” es una curiosa
composición que Chabuca escribió en francés y que Nancy Vieira ejecuta con gran
belleza y solvencia. Por último, como ya dije antes, la descollante e
insuperable recreación de Carlos Vives, el número más logrado, rítmico y
espléndido del volumen.
Son doce piezas musicales de gran factura,
plenas de virtuosismo y de una entrega sin límites al arte maravilloso de la música.
Da gusto saber que en una época en que esta parece tiranizada por el
chisporroteo de los llamados géneros urbanos, ante cuyos fuegos fatuos caen
increíblemente rendidos con alarmante facilidad intérpretes jóvenes y no tan
jóvenes de la actualidad artística, hay un grupo de personas que hacen posible
tener en nuestras manos, para el deleite infinito de nuestros oídos y el goce
perpetuo de nuestras almas, una auténtica joya de la música de siempre, un
divino canto al arte con mayúscula. Gaudeamus.
Lima,
28 de septiembre de 2019.
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