miércoles, 2 de octubre de 2019

Joyas absolutas


    Tengo pensado escribir un artículo, o un conjunto de artículos, para mencionar todas aquellas producciones musicales que a lo largo de mi vida he sentido que constituyen lo más alto, lo más selecto y elaborado que se ha podido realizar en materia de creación artística, tanto de la música popular como de la llamada música clásica o académica. Mientras voy recopilando todo ese material, en una paciente labor de audición que es a la vez de goce fruitivo, pues pienso como Nietzsche que la vida sin la música sería un error, quiero comentar mis impresiones de un disco que acaba de lanzarse al mercado y que perfectamente podría formar parte de esa privilegiada antología, de ese exclusivo club digamos, y que ha venido a incorporarse de pleno derecho a la lista querida de mis preferencias y de mis muy personales gustos musicales.
    Se trata del volumen A Chabuca dos, la segunda entrega de versiones originales y personalísimas de canciones escritas y musicalizadas por la notable compositora peruana Isabel Granda Larco (Apurímac, 1920 – Lima, 1983), bajo la producción de Mabela Martínez y Susana Roca Rey, responsables ambas también del primer disco, lanzado el año 2017. Esta vez, ha contado con la participación de Armando Manzanero, Pablo Milanés, Juan Diego Flórez, Soledad Pastorutti, Rosario Flores, Carlos Vives, Chabuco, Antonio Zambujo y otros grandes exponentes del cancionero latinoamericano.
    El disco va en un increscendo, desde la apertura con Armando Manzanero y su buena, pero previsible, interpretación del tema “Bello durmiente”, canción que la autora dedicó al Perú, hasta la apoteósica y deslumbrante versión de Carlos Vives de la canción “Me he de guardar”, todo un logro de la fusión con esos aires de cumbia y vallenato que el colombiano le sabe insuflar al ritmo afroperuano de Chabuca.
    La cantante Ile está muy bien con su “María Landó”, bajo el molde establecido por el canon de la gran Susana Baca. Juan Diego, como siempre, magnífico con su soberbia interpretación de “Callecita encendida”, un hermoso vals de tonos melancólicos. “La torre de marfil” calza precisa en el estilo melódico y trovadoresco de Pablo Milanés. Ecos de fado se sienten en la voz de Antonio Zambujo, con el prodigioso sonido de la guitarra portuguesa, en la pista correspondiente a “Amor viajero”.
    Tonadas de flamenco es el aporte de la voz de la española Rosario para “Gracia”, un vals que la autora dedicó a su madre. El latin jazz se hace presente en la intervención de Chabuco para “El barco ciego”, bello tema. Soledad de Argentina nos regala su intensa versión de la hermosa zamacueca titulada “Una larga noche”. La inconfundible guitarra de Luis Salinas acompañando a la estupenda Sandra Mihanovich nos obsequian la pieza “Pobre voz”, otro poema, como son todas las canciones de Chabuca Granda.
    “En la grama”, en la voz de Zizi Possi, posee resonancias más internacionales, sin duda un hallazgo adicional de la versátil inspiración de la cantautora nuestra. “La vals creole” es una curiosa composición que Chabuca escribió en francés y que Nancy Vieira ejecuta con gran belleza y solvencia. Por último, como ya dije antes, la descollante e insuperable recreación de Carlos Vives, el número más logrado, rítmico y espléndido del volumen.
    Son doce piezas musicales de gran factura, plenas de virtuosismo y de una entrega sin límites al arte maravilloso de la música. Da gusto saber que en una época en que esta parece tiranizada por el chisporroteo de los llamados géneros urbanos, ante cuyos fuegos fatuos caen increíblemente rendidos con alarmante facilidad intérpretes jóvenes y no tan jóvenes de la actualidad artística, hay un grupo de personas que hacen posible tener en nuestras manos, para el deleite infinito de nuestros oídos y el goce perpetuo de nuestras almas, una auténtica joya de la música de siempre, un divino canto al arte con mayúscula. Gaudeamus.

Lima, 28 de septiembre de 2019.

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