Con ocasión del cumpleaños número 90 del legendario líder sudafricano Nelson Mandela, en noviembre de 2008 salió publicada esta nota que ahora comparto con motivo de celebrarse los veinte años de la liberación del venerable tata.
El pasado 18 de julio cumplió noventa años de vida uno de los políticos más grandes que ha dado el siglo XX a la humanidad: Nelson Mandela; el primer presidente negro que ha tenido Sudáfrica, que llegó al poder democráticamente después de haber estado 27 años preso y cuya figura es respetada y admirada por las personalidades más diversas del mundo contemporáneo.
Había nacido en la aldea de Qunu, en el pueblo de Umtata, de la provincia oriental del Cabo, por entonces capital del territorio del Transkei, donde tuvo una educación basada en los preceptos de la religión de los misioneros británicos que colonizaron el país. En medio de la pobreza reinante, su familia, perteneciente a la etnia de los Xhosa, le brindó lo necesario para ir perfilando en el futuro líder aquellas cualidades y valores que lo convertirían en el protagonista central de las luchas contra el régimen segregacionista del apartheid en Sudáfrica.
Desde aquella época se le empezó a conocer con el nombre tribal de Madiba, tratamiento afectuoso que recibe hasta hoy entre sus más allegados. Estudió derecho en una universidad de Johannesburgo, la ciudad más poblada de Sudáfrica, y junto con Oliver Tambo, su compañero de luchas, se dedicaría a patrocinar la defensa de los derechos de los negros en medio de los atroces años de la política racista y abusiva del gobierno de Pretoria.
Su ingreso al Congreso Nacional Africano, el partido que promovía la lucha contra el sistema del apartheid, le daría la posibilidad de liderar las jornadas de lucha más intensas en contra de una política que significaba la marginación más humillante de los hombres de su raza en el mismo suelo donde habían nacido. Obligados a visitar iglesias y escuelas para negros, a viajar en transportes para negros, a hacer todo separados de la minoría blanca que los gobernaba, los habitantes originarios del extremo sur del continente africano sentían el escarnio y la afrenta en cada acto público y privado de sus vidas. Para enfrentar ese orden de cosas inicuo y ominoso, Nelson Mandela se valió de las enseñanzas de Gandhi, ese otro gigante del siglo XX, de quien tomó la no violencia y la resistencia pacífica como métodos de lucha. Esto le valió varios procesos judiciales y otros tantos internamientos en prisión por el gobierno de los afrikáans.
Pero sería en 1963 que comenzaría su más largo encierro en prisión, cuando fue confinado en la isla de Robben Island, asignándosele el número 46664, y donde viviría todos los horrores y las privaciones de una carcelería de 27 años, durante los cuales, sin embargo, Mandela nunca perdió la paciencia y la esperanza, pues sabía que finalmente su perseverancia triunfaría, y por ello se sometió a esa dura prueba de sacrificio con tenacidad y estoicismo.
En los años siguientes, la presión internacional por la liberación de Mandela iría creciendo cada vez en distintos rincones del orbe, mientras el gobierno de Botha se negaba sistemáticamente a dar el paso, recrudeciendo las condiciones de su encierro al mismo tiempo que se agudizaba el enfrentamiento en las calles, como en el caso del famoso barrio de Sowetto, en Johannesburgo, símbolo de la resistencia por la libertad y la justicia.
Finalmente en 1990, bajo el gobierno de De Klerk, y ante la imposibilidad de resistir más el clamor mundial por la libertad del histórico líder, Mandela es liberado, e inmediatamente se incorpora a la lucha activa por la abolición del apartheid, proceso que gradualmente culmina en 1994 cuando es elegido abrumadoramente en las urnas como Presidente de Sudáfrica. El año anterior se le concedía el Premio Nobel de la Paz, así como recibiría otras decenas de premios a lo largo de su valiosa y combativa carrera de hombre público.
Alguien ha dicho que si la humanidad tendría la posibilidad de tener un padre, ese sería sin duda Nelson Mandela; una figura donde se unen los valores y los principios más sagrados del hombre de estos tiempos. No han escaseado los elogios y las palabras de admiración para un gigante de la política mundial, uno de los pocos que quedan con la autenticidad y la pureza del querido Madiba.
Después de haber dejado el poder y la política, en 1999, se ha consagrado con igual fervor al trabajo de su Fundación de lucha contra el SIDA, enfermedad que hace estragos en su país principalmente, así como en el África en general y el resto del mundo. Es considerado por muchos como un verdadero santo laico de nuestra época, un hombre sin igual que ha demostrado ante la historia su grandeza y humildad tanto en la cúspide del poder y la fama como en la adversidad de la persecución y la cárcel.
¡Feliz cumpleaños Madiba!
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