El sábado que se fue, decidí que podía ser un buen día para emprender eso que, con cierta cursilería, se puede llamar turismo cultural, o, más snob aún, tour cultural. Aunque en verdad la decisión ya la había tomado algunos días antes, enterado por los medios de prensa de la exhibición de sendas exposiciones de arte y literatura en diversas salas y centros culturales del centro de Lima.
A media mañana, iniciamos el recorrido --pues estuve acompañado por mis dos hijos-- visitando la Casa de la Literatura Peruana, ubicada en lo que antiguamente fue la célebre Estación de los Desamparados, viejo edificio colonial que servía de embarque del servicio de trenes hacia la región del centro del Perú, medio que utilicé innúmeras veces en mis años de estudiante universitario para viajar al reencuentro con los seres queridos de la provincia.
Pues en esta novísima Casa se ha montado una exposición-homenaje al notable escritor liberteño Ciro Alegría --coincidiendo con el centenario de su nacimiento--, autor de tres novelas emblemáticas de lo que los estudiosos llaman la literatura de la tierra: Los perros hambrientos, La serpiente de oro y El mundo es ancho y ajeno. En tres salas contiguas del amplísimo local se pueden ver los libros del novelista en distintas ediciones, así como traducciones a diferentes lenguas del mundo de sus obras principales; fotografías en los más variados escenarios, diplomas de los premios que ganó, medallas conmemorativas, recuerdos personales, cartas de su puño y letra, y un sin fin de otros detalles que completan la imagen de ese ilustre personaje de nuestras letras.
Nuestro siguiente punto de destino era el Centro Cultural de San Marcos, situado en el legendario local de la Casona, en el Parque Universitario de la capital, y sede esta vez de dos importantes exposiciones del arte contemporáneo. El primero de ellos dedicado a la plástica peruana del siglo XX, con una muestra representativa de cuadros y esculturas de los más destacados artistas de la última centuria. Se pueden ver obras de José Sabogal y Julia Codesido, ambos indigenistas; de Enrique Camino Brent y Camilo Blas; de Fernando de Szyszlo y Tilsa Tsuchiya; así como de Milner Cajahuaringa, Alberto Quintanilla, Gerardo Chávez, Enrique Polanco, José Tola, Lika Mutal, Venancio Shinki, etcétera. Es decir, los nombres más encumbrados de la actualidad, juntos, quizá por primera vez, en una demostración de la vitalidad y la riqueza de la actividad artística en nuestro país.
En paralelo, y en otro ambiente de la misma Casona, se expone la trayectoria vital y la obra de Oscar Niemeyer, insigne arquitecto brasileño que tuvo el encargo de planificar y diseñar los edificios de la ciudad de Brasilia, actual capital del Brasil, pero que recién a mediados del siglo pasado reemplazó a Río de Janeiro como tal. Los bocetos y los planos que se exhiben, así como la maqueta de la ciudad, nos revelan a un personaje que revolucionó la concepción arquitectónica moderna, a través de esos heterodoxos diseños de la catedral de Nuestra Señora de la Aparecida; del Palacio de Planalto; del Congreso Nacional; del Palacio de Itamaraty, sede de la cancillería brasileña; y de tantos otros edificios que hacen de Brasilia una de las ciudades más vanguardistas del mundo. Además se pueden observar también sus obras en otras ciudades de países como Francia, Portugal, Alemania, Argelia, Italia, Gran Bretaña, Israel, Estados Unidos, el Congo y Venezuela.
La singularidad de Niemeyer radica en su exploración de la línea curva, preferencia que distingue su apuesta estética y que ha transformado radicalmente la arquitectura y la urbanística contemporáneas. Sin duda, una exposición que no puede dejarse de ver y que hizo, junto con las anteriores, que ese nuestro sábado fuera uno de los más fructíferos del año que va.
Lima, 25 de febrero de 2010.
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