domingo, 20 de mayo de 2012

La muerte de Carlos Fuentes


     La partida final de Carlos Fuentes, el más importante de los novelistas mexicanos del siglo XX junto con Juan Rulfo, ha consternado al mundo de la cultura latinoamericana, especialmente a la literatura. Artífice y protagonista del boom de la novela de los años sesenta, su obra estuvo marcada por un interés permanente por el riquísimo pasado de su país, un pasado que el escritor ha hurgado con apasionamiento para encontrar las claves de su presente y de su futuro.
     Acababa de llegar de vuelta al terruño luego de su reciente visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, donde había presentado su último libro La nueva novela latinoamericana, y tenía entre sus proyectos publicar una novela ya terminada y ponerse a escribir otra, cuando la muerte lo ha sorprendido esa mañana inesperada, a este viajero impenitente, en pleno poder de sus facultades intelectuales, siempre agudo y perspicaz para el comentario inteligente y la crítica certera.
     Solía leer sus artículos periodísticos sobre temas internacionales que publicaba regularmente en diversos medios del continente y España, textos donde exhibía ese profundo conocimiento que poseía de los entresijos y la dinámica de la realidad mundial. Sus puntos de vista, siempre polémicos y llenos de ideas novedosas, ponían la pauta de la discusión pública de aquellos asuntos que concernían a una realidad acuciante.
     Pero sobre todo, Carlos Fuentes fue un incansable autor de obras de ficción, repartidas entre cuentos y novelas, género este último donde ha legado a la humanidad títulos imprescindibles para acercarse a la realidad mexicana y latinoamericana, como es el caso de La región más transparente, su primera novela, y de Aura y La muerte de Artemio Cruz, que este año cumplen cincuenta años de publicadas. Pero también podemos mencionar Cambio de piel y Terra Nostra entre las innumerables historias que luego han seguido.
     Títulos que integran lo que el novelista ha denominado La Edad del Tiempo, una saga novelesca al estilo de la Comedia Humana de Balzac, razón por la que muchos críticos y estudiosos de su obra se han referido a él como el Balzac mexicano, por ese afán totalizador de abarcar todos los planos y las facetas de la realidad, una ambición similar a la que impulsó al novelista francés a fraguar su portentosa publicación novelística.
     Fuentes fue, hace algunos años, el autor y presentador de una serie de programas televisivos referidos a la historia mexicana, promovidos y patrocinados por CONACULTA, el organismo que vela por la cultura en el país azteca. Ocasión en la que el escritor lució su elegante dicción y su apostura de dandy intelectual, cualidades que corrían parejas a sus brillantes reflexiones y atinados juicios.
     Como su padre, también ejerció la diplomacia, representando a México en diversos países del mundo, especialmente en Francia, donde caería víctima del hechizo de París, como tantos artistas y escritores del continente, la ciudad más hermosa y fascinante que haya conocido. Vivió intensamente sus años parisinos en la compañía de amigos que con el tiempo se harían notables figuras de las letras y las artes de Hispanoamérica. Allí forjaría su amistad sin límites con nombres como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, sus compinches del llamado boom.
     Hace unos meses, Fuentes fue protagonista involuntario del anecdotario político mexicano, cuando un candidato presidencial confundió una de sus obras adjudicándole a otro autor, en una entrevista pública durante la Feria del Libro de Guadalajara, motivo de múltiples comentarios descalificatorios y burlescos en la prensa y en los corrillos políticos de América Latina. Por lo demás, nuestro novelista también fue un hombre muy preocupado e interesado en la conducción política de nuestros pueblos, donde su voz era escuchada y valorada cada vez que emitía juicios sobre gobiernos y presidentes, y su opinión tenida en cuenta, pues siempre su pluma servía para la comprensión de los mecanismos del poder. Es por eso y por la anécdota referida que se había involucrado indirectamente en la actual campaña política para las elecciones presidenciales.
     Con su muerte, se va el último de los mandarines intelectuales de México, posición que ocupó a la muerte de Octavio Paz en 1998. Referente indiscutible del panorama literario de su país y Latinoamérica, protagonista insustituible de la cultura y el pensamiento, nombre irreemplazable en el paisaje espiritual de nuestro subcontinente, Fuentes deja verdaderamente un vacío sin fondo, difícil de olvidar. Sólo la compañía de su obra, la lectura de esos libros magníficos que escribió, puede consolarnos algo de su partida, pues como ha dicho la presidenta de CONACULTA en su discurso de despedida en el Palacio de Bellas Artes, Carlos Fuentes no se ha ido, nosotros nos hemos quedado sin él.
                                                   
Lima, 19 de mayo de 2012.

1 comentario:

  1. Walter:
    Su partida ha sido la noticia cultural más devastadora de los últimos tiempos. Con él se va un escritor sin par, uno de los mejores, una persona con hondo sentido humanístico.
    R.I.P., querido Carlos Fuentes.

    ResponderEliminar