La concesión del asilo diplomático al
periodista australiano Julian Assange por parte del gobierno ecuatoriano, la
semana pasada, ha desatado una crisis política de considerables dimensiones
entre la nación sudamericana y el Reino Unido. Ello porque aquél se encontraba
refugiado en la sede de la embajada de ese país en Londres, adonde había
llegado hace más de dos meses para evitar su extradición a Suecia, donde es
acusado por delitos sexuales.
El asunto tiene, como puede verse,
diferentes aristas, lo que complica el caso y lleva a interpretaciones
antojadizas y a consideraciones subjetivas que poco pueden aportar a una salida
racional del problema. En primer lugar está fuera de toda duda la facultad
soberana que posee cualquier país del mundo para conceder la protección
diplomática al ciudadano que se lo solicite, mediando para ello, por supuesto,
argumentos válidos que la respalden.
De
este derecho ha hecho uso el gobierno de Rafael Correa, previa evaluación de
los aspectos legales y políticos en juego, los que evidentemente ahora son
materia de discusión y análisis.
Desde el punto de vista del Derecho
Internacional, la actuación del Estado asilante es perfectamente lícita, pues
cumple con los requisitos que establece la Convención de Viena de 1961. Sin
embargo, quien ha procedido de manera altisonante y prepotente ha sido,
curiosamente, el gobierno inglés, pretendiendo desconocer el derecho de Assange
y amenazando con intervenir por la fuerza, si fuera necesario, para capturarlo
y enviarlo luego extraditado al país nórdico. Aduce para ello una ley interior
de 1987, aprobada por una causal particular, pero que pretende aplicar
saltándose las normas que rigen las relaciones internacionales, en una actitud
que nos recuerda su pasado imperial y que desafía abiertamente el orden
jurídico imperante.
A pesar de que los países de la OEA se han
mostrado algo tibios para dar su respaldo a Ecuador, no ha sido así con
relación a UNASUR, el organismo subregional que ha apoyado de manera
contundente al gobierno sudamericano en el entredicho que sostiene con Londres.
Significativamente, en el caso del Reino Unido, los países europeos no se han
pronunciado, no obstante no ser aquel signatario de ese gran conglomerado que
es la Unión Europea.
Por otro lado, la figura y la imagen de
Julian Assange, director del Portal de internet conocido como WikiLeaks,
volcado a la fama por haber revelado a través de ese medio una ingente cantidad
de información confidencial que involucra el accionar secreto, muchas veces
ilegal e indecoroso, de las grandes potencias, especialmente los Estados
Unidos, se ha visto jaloneada por voces contrapuestas que juzgan su actuación,
pues mientras para algunos no se trata sino de un “oscuro ladronzuelo de la
intimidad ajena”, un “vivillo oportunista”, como lo ha calificado el escritor
Mario Vargas Llosa en su reciente columna en el diario El País de España, para otros el australiano “algún día entrará a
la historia como quien desnudó la infame intimidad de los grandes poderes”,
según afirma agudamente el periodista Guillermo Giacosa.
El Premio Nobel ha ido más allá en sus
calificaciones, refiriéndose al Presidente ecuatoriano y a su protegido como
que “son tal para cual”, cuya actuación quizá termine favoreciendo no a la
libertad, sino “a sus enemigos más acérrimos”. Afirmación muy subjetiva, sin
duda, la del novelista, tanto como aseverar, candorosamente, que Estados Unidos
es el “principal valedor” de la democracia liberal en Occidente. Porque si se
trata de asociaciones similares, no creo que agradaría al escribidor que se
diga de él y de Bush, por ejemplo, que “son tal para cual”, o que con José
María Aznar “son tal para cual”, o con David Cameron, o con Angela Merkel, o
con Mariano Rajoy, por las coincidencias políticas y los servicios ideológicos
que alguna vez prestó a aquellos.
Sintomáticamente, Vargas Llosa se ha
mostrado muy quisquilloso por que no se revele la inicua conducta delincuencial
del gran imperio capitalista, en sus aventuras bélicas por diferentes rincones
del orbe, escudándose en que “debe mantenerse dentro de una reserva
confidencial, como el que afecta a la vida diplomática y a la defensa”. Recusa
además el que lo haya hecho no contra las dictaduras ni los gobiernos despóticos,
“infiltrándose en los secretos de los gobiernos totalitarios”, sino contra los
“países libres”, aquellos que respetan la libertad de prensa y poseen “una
legalidad digna de ese nombre”. Habría que decirle que estos puntos de vista,
además de temerarios y relativos, pecan de cierta inocencia rayana en la
complicidad, pues quién puede creer realmente que en dichos países impera,
especialmente en el norteamericano, una legítima y auténtica libertad de
prensa. Creo que confunde con libertad de empresa, un pilar fundamental del
sistema que defiende.
Además, existe el peligro de que tras el
pedido de extradición a Suecia, donde muy bien ha podido tendérsele una trampa
con el concurso de sus acusadoras, se esconde el interés de Estados Unidos de
someterlo a sus tribunales bajo el cargo de espionaje, proceso que bien podría
terminar con una condena a la pena capital. Están muy seguros quienes ponderan
la independencia y la calidad de la justicia sueca; mas siempre vale la pena
andarse son suspicacias cuando se trata de la defensa de la vida. Es por ello
también que más de 4000 intelectuales estadounidenses han suscrito una carta de
solidaridad con Julian Assange, encabezados por los siempre admirados Noam
Chomsky, Oliver Stone y Michael Moore. ¿Cuál es su objetivo principal? Apoyar
el asilo ecuatoriano para evitar el riesgo de que Assange sea extraditado a los
EE.UU.
Ni ángel ni demonio, el controvertido periodista,
al que no le perdonan ni le perdonarán jamás el haber hecho públicos los
bochornosos papeles del Pentágono, es simplemente una víctima de los poderes
planetarios, el chivo expiatorio de una sociedad hipócrita y llena de dobleces,
el cordero propiciatorio de un mundo dominado por las fuerzas más siniestras,
cuyos rostros exhiben sonrientes y pletóricas posturas, pero cuyas almas
envilecidas por la ambición y el ansia de poder se mueven en un pantano de
oscuros designios.
Lima, 28 de
agosto de 2012.