A la respetable edad de 92 años nos ha
abandonado el periodista y escritor Edmundo Dante Lévano La Rosa, más conocido
simplemente como César Lévano. Qué difícil resulta decir algo novedoso y
original sobre una persona de la que se ha escrito mucho, que ha sido abordado
desde diferentes ángulos por una pléyade de discípulos y admiradores que ha
dejado a su paso. Este auténtico maestro de la palabra, cuya labor poliédrica
abarcaba distintos campos de la actividad intelectual y artística, deja al
partir un valioso legado que las generaciones siguientes de periodistas sabrán
aquilatar en su justa dimensión.
Perteneciente a una legendaria estirpe de
luchadores y hombres de combate por la justicia y la libertad en este país,
César Lévano le insufló al periodismo todo ese historial de épica por la
humanidad, fogueado en una vida llena de avatares, padeciendo carcelería por
sus ideas, soportando estoicamente en las mazmorras del poder al enfrentarse a los
sátrapas de siempre, a las dictaduras y poderosos que pisotearon e infamaron la
dignidad de este pueblo. De pocos hombres se puede decir que sufrieron con una
moral imbatible las penurias de la persecución y el encierro.
Figura descollante en las redacciones de
numerosos medios de comunicación escritos del Perú durante décadas, ejemplar
maestro en las aulas universitarias, activista político en la mejor tradición
de los grandes de nuestra historia como Manuel González Prada y José Carlos
Mariátegui, insobornable hombre de prensa en búsqueda sacrosanta de la verdad,
su estela sin mácula servirá de paradigma para todo aquel que asuma el
periodismo como la más noble de las profesiones, o como diría el recordado
Gabo, como la profesión más bella del mundo.
Hace poco había presentado su último libro
sobre las luchas obreras de hace cien años por las 8 horas de trabajo, jornadas
en donde fue partícipe su padre, un humilde obrero de Vitarte que le transmitió
ese sentido íntimo por la justicia y la decencia de la que él fue durante toda
su vida un honroso militante. Lector infatigable, hombre de letras y de acción,
cada paso de su larga vida fue una cátedra constante e indesmayable de buena
prosa y sutil sabiduría, propios de alguien que para ejercer su oficio ha
tenido que fatigar ingentes bibliotecas y laboriosos archivos, en búsqueda
permanente de esa verdad que fue su diosa laica.
Sería mejor no hablar de sus poquísimos
detractores, mas todo hay que decirlo, pues cuando fue víctima de una infame
campaña de desacreditación en razón de su orientación política, de sus tomas de
posición frente a los grandes males que han asolado a nuestro sufrido país,
allí estuvo imbatible, como una cariátide griega, el hombre de pensamiento y de
brega para enrostrarles a la canalla, dizque periodística, su mezquindad y su
nimiedad, la indigencia incontrastable de sus almas.
Cómo olvidar al autor de agudos y
memorables editoriales y artículos de opinión que son modelos insuperables de
belleza y profundidad, forjados sólo por quien ha recorrido también los campos floridos
de la poesía, arte que cultivó secretamente para dotar a sus páginas de esa
pátina de frescura y elegancia que tantos admiramos sin pudor, pues César
Lévano fue uno de los pocos periodistas de estos pagos a los que se puede
calificar sin dudar un segundo como un fidedigno hombre de cultura. El trato
con los libros y con una realidad tan compleja y diversa como la nuestra, nos
dieron a un ser dotado como nadie para el análisis inteligente y para la
palabra justa.
La formidable herencia moral e intelectual
que deja trazará un camino luminoso para quienes ven a su relevante figura como
un valioso referente de lucha, constancia y veracidad, un faro rotundo para
orientarse en estos tiempos convulsos que él supo capear desde su modesto
puesto de vigía, de observador penetrante de los hechos, de gurú mestizo cargado
de años y de sabiduría.
Hasta siempre, maestro.
Lima,
23 de marzo de 2019.
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