Un orador político se dirige a una pequeña
multitud en una calle de Londres al pie del Támesis, cuando una pareja de entre
el público dirige su mirada de casualidad al río y ve el cuerpo de una mujer
flotando en sus aguas, está semidesnuda y con una corbata atada al cuello. Dan
la voz de alarma y toda la gente da la espalda al candidato para acercarse al
muelle y observar la macabra escena. Es el impactante inicio de la película Frenzy (Frenesí, 1972) de Alfred
Hitchcock, el maestro indiscutible del suspenso. La policía rescata el cuerpo y
empieza su tarea a la caza del asesino, siguiendo las pistas que va recogiendo
a través de diversas evidencias.
En una fonda de Covent Garden, llamada El
Globo, un hombre joven se anuda una corbata parecida a la que habían usado para
ahorcar a la mujer del río; está en una habitación lúgubre y desarreglada. Baja
luego al primer piso, coge una copa y se acerca a la barra para servirse un cognac, instante en el que ingresa el
encargado del bar y le pide cuentas. El mesero reacciona acremente y se suscita
un altercado, producto del cual este es despedido ante las protestas de la
camarera que había tratado de interceder por él. El hombre sale molesto del
local y se encamina por las callejuelas del mercado de esa zona comercial; va
en busca de Rob, un comerciante de frutas que viste muy atildadamente
dirigiendo su negocio. Al enterarse de la suerte del hombre, le ofrece ayuda,
por lo pronto posada y dinero. El hombre le agradece pero rechaza el dinero y
sale con dirección a la empresa matrimonial de su exesposa Brenda.
El encuentro es desastroso, salen a luz las
recriminaciones y pendencias de antaño, más por el espíritu confrontacional del
hombre –quien atraviesa una mala racha– que por la actitud de la mujer, más
bien contemporizador. Se calman los ánimos finalmente y deciden encontrarse
para cenar en el club de ella. Otro encuentro que termina mal por el reaccionar
irascible del hombre. Salen del lugar y un taxi los lleva a la casa de la
mujer, él insiste en acompañarla un momento, pues luego va a dormir a un asilo
de menesterosos, al no tener dinero suficiente para un hotel. Allí tiene otro
escarceo violento con un asilado que pretende robarle los billetes que su
exmujer le había colocado en el bolsillo del pantalón sin que él lo supiera.
La
siguiente secuencia es truculenta: Rob hace una visita a la agencia matrimonial
de Brenda, la encuentra sola y comienza a reclamarle por el servicio solicitado
que jamás le fue cumplido, ante lo que ella replica que ello sucede por los
gustos excéntricos del cliente. Rob se exaspera y le propone salir a almorzar,
ante cuya proposición ella, estratégicamente, acepta. En el momento en que ella
se levanta, toma su cartera y se dirige a la puerta para salir, Rob la ataca
sujetándola fuertemente para forzarla, le dirige algunas palabras que confirman
sus pretensiones y finalmente abusa de ella para ahorcarla de forma
inmisericorde con la corbata que lleva. Es en este instante en que el
espectador ve confirmadas sus sospechas de quién es el asesino en serie de la
ciudad, por más que algunas pistas apuntaban en primer lugar al modesto
camarero de El Globo, como el hecho de que al regresar de almorzar la
secretaria lo ve salir del edificio donde yace ya muerta la dueña del negocio.
Este último dato resulta crucial para incriminar a Richard, quien es
aprehendido por los agentes, llevado a juicio y sentenciado sumariamente. Sin
embargo, valiéndose de una ingeniosa treta, logrará ser llevado al tópico para
una atención médica, de donde logrará fugarse para ir en busca de Rob y tratar
de vengarse de su delación.
Resuelto el misterio, lo que sigue no es
sino la confirmación de una secuela de crímenes que siguen dando dolor de
cabeza a la policía, cuyo jefe lentamente tiene que ir atando cabos para dar
con el autor. La siguiente víctima será la camarera que, luego de pasar una
noche en el hotel junto a Richard, regresa al bar para recoger sus pertenencias
y la cámara nos hace ser testigos de la presencia de Rob charlando animadamente
en el bar con otro personaje. Pero al enterarse la chica de que el
administrador ha dado parte a la policía de su desaparición y del peligro que
ello significa para el tipo a quien acompañó, ella abandona inmediatamente el
local y, curiosamente, quien la aborda a la salida es nada menos que Rob, quien
le ofrece ayuda y la lleva al departamento que ya conocemos donde termina
consumando su nueva fechoría. El tratamiento cinematográfico alcanza el clímax,
su esplendor estético cuando, luego de
trasponer la puerta el asesino y su víctima, la cámara retrocede lentamente
descendiendo por las escaleras con un movimiento tembloroso que nos invita a
imaginar la escena violenta que ocurre arriba.
Esa noche Rob sale decidido a deshacerse
del cuerpo de su víctima. Baja el bulto en una carretilla que lleva a un camión
de papas aparcado cerca al muelle, mientras suenan las campanadas de la
medianoche en una cercana iglesia. Viste de estibador, con gorra y mandil, que
luego arroja a la calle. Estando de vuelta en su departamento, echado en el
sofá y bebiendo un trago, repentinamente se pone en pie y se acerca a divisar
por la ventana la noche silente y la ciudad dormida, e inmediatamente se
acuerda de algo que empieza a buscar afanosamente por todo los rincones. No lo
encuentra y desesperado sale a recuperar el objeto que se imagina está en
posesión de quien acaba de ultrajar. Vuelve al camión, cautelosamente sube
donde está la carga para localizar el bulto que hace unos minutos depositó
allí. Pero en ese afán, siente que el camión se pone en movimiento, da unos
giros y sale a la carretera. Toma la pista y avanza velozmente en medio del
paisaje nocturno. La puertecilla de la tolva no ha podido cerrar Rob, el chofer
tampoco se ha dado cuenta, y eso hace que a medio camino las papas vayan
cayendo a la carretera, mientras aquel sigue buscando el prendedor con sus
iniciales, hasta que logra dar con él luchando para arrancarlo de la mano
entumecida de Bárbara. Cuando el chofer decide hacer una parada en un
restaurante para comprar algo de comer, Rob aprovecha la oportunidad para salir
del camión, esconderse en el baño, tomar algo y perderse en la oscuridad. El
chofer emprende nuevamente la ruta y los productos que caen se hacen más
evidentes, la policía se percata de ello y empieza la persecución, segundos en
los que ve con asombro cómo cae un saco, las papas se desparraman y aparece un
cuerpo desnudo. El vehículo se detiene, baja el chofer y la policía constata la
identidad de la mujer.
La escena final es memorable, al
encontrarse de forma providencial el enfurecido vengador y el propio detective
en la habitación de Rob, adonde ambos acuden por razones diversas. Uno para
consumar su propósito y el otro para cumplir su misión. Cuando Richard se acerca
para asestarle un golpe con una barra metálica a la persona que se acurruca en
la cama, descubre horrorizado que no es Rob, sino el cuerpo sin vida de otra
mujer víctima de la furia psicopática del comerciante. En el momento que
retrocede espantado, hace su ingreso el perseguidor oficial del criminal, que
al instante deduce la verdad de la escena que tiene ante sus ojos. Se oyen
golpes secos subiendo por la escalera, el agente de la ley se parapeta tras la
puerta, cuando hace su ingreso Rob arrastrando una maleta para sacar el cadáver
que yace en el camastro. Mira a los dos intrusos y repentinamente le es
revelado el triste final de su carrera delictiva.
La magia narrativa de Hitchcock, supremo
maestro de la intriga, es confirmada una vez más en este expectante filme.
Lima,
18 de enero de 2020.
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