domingo, 18 de octubre de 2020

Otra vez la poesía

 Definitivamente cada año es una fiesta de la cultura la primera semana de octubre, cuando se anuncian los afamados Premios Nobel desde la circunspecta y gélida Suecia, cuya capital Estocolmo es hace ya exactamente 120 años la plataforma de los laureles más resonantes para una comunidad de hombres y mujeres que han consagrado sus existencias a los arduos y meritorios menesteres de la ciencia, el arte y la lucha por la paz.

Este extraño 2020 se ha vivido la misma expectación más allá de la devastadora pandemia que azota el planeta. El lunes 5 se anunciaron a los ganadores del Premio Nobel de Medicina, por sus valiosos hallazgos en torno al virus de la hepatitis C, una enfermedad que cada año ocasiona miles de muertos en el mundo. El martes 6 fue el turno del de Física, para tres científicos que han realizado investigaciones fascinantes sobre los tan temibles agujeros negros, una especie de descomunal nicho cósmico que todavía sigue siendo un misterio. El miércoles 7 le tocó al de Química, para dos científicas que trabajaban varios años en el perfeccionamiento de las tijeras moleculares, una valiosa técnica genética puesta al servicio de la medicina más avanzada. Y el jueves 8 correspondió el anuncio para el que es probablemente el galardón más esperado, el de Literatura, que este año recayó en Louise Glück, una discreta pero sorprendente poeta estadounidense de quien hablaremos más adelante. El viernes 9 vino el de la Paz, otorgado al Programa Mundial de Alimentos, organismo dependiente de las Naciones Unidas que cumple un rol fundamental en un mundo asolado por el hambre y la desnutrición. Y, finalmente, el lunes 12 se anunció el de Economía, que premió el esfuerzo de dos norteamericanos por «mejorar la teoría de las subastas e inventar nuevos formatos de subasta».

Decía que el Premio Nobel de Literatura es el más esperado y mediático porque logra concitar la atención y el interés de vastos segmentos de lectores del mundo entero por una actividad que toca más directamente la sensibilidad de su condición de seres humanos comunes y corrientes, atentos a los vaivenes y a las novedades de la creación literaria que nos permita conocer a quien quizás hasta ese momento ignorábamos que venía realizando una obra destacada en el siempre entrañable oficio de las letras. Y este año la sorpresa ha sido mayor, pues la poeta neoyorquina no figuraba en las quinielas que se suelen elaborar semanas previas al anuncio oficial. Pero igualmente el consenso ha sido sólido en cuanto a la aceptación de lo que los académicos suecos  han decidido premiar, por la calidad de la poesía de Glück y por su importante trayectoria que casi en secreto y en silencio ha labrado una docena de libros de impecable factura o, como reza la declaración oficial, «por su inconfundible voz poética que, con una belleza austera, hace universal la existencia individual».

La buena noticia, además, es que se trata de un premio a la poesía, ese género tan poco frecuentado a pesar de estar considerado como el príncipe de los géneros literarios. Louise Glück, nacida en 1943, es la décimo sexta poeta mujer en recibir el preciado galardón, en un año aciago para la humanidad y particularmente difícil para su país, casi en vísperas de una elección decisiva que trazará el camino para un imperio que pareciera haber perdido el rumbo y encaminarse a su declive. Ha recibido varios importantes premios en su país y en el ámbito de la lengua inglesa, como el Pulitzer y el American Book Critic Award, así como el reconocimiento cívico durante el gobierno del presidente Barack Obama en los Estados Unidos. La anorexia nerviosa que padeció de joven, el dolor, el sufrimiento, la mitología griega, la familia, la muerte, entre otros temas y asuntos, están presentes en su poesía autobiográfica, confesional, directa, descarnada, exenta casi de artificios retóricos, pero cargada de una honda sensibilidad que conecta inmediatamente con el lector. De hecho, yo recibí el primer mazazo de sus versos aparentemente sencillos cuando buscaba leer sus primeros poemas después de recibir la noticia. Descansaba la siesta, como cada tarde, cuando en la radio alguien leyó el poema “Amante de las flores”, y me dejó anegado en un escalofrío silente y solitario, como cada vez que la belleza, lo sublime, lo inefable, roza mi alma. No pude desprenderme a partir de ese instante de la desoladora imagen de un corazón de acero atraído poderosamente por ese imán que es el cuerpo del ser querido que yace bajo tierra, que le sirve a la poeta para retratar el sentimiento de su hermana ante la muerte de la madre. Sencillamente estremecedora.   

Como siempre, este premio es un gran motivo para seguir adentrándose en el goce de la poesía a través de una magnífica poeta que sale del aparente anonimato para conquistar los gustos y las sensibilidades de lectores de otros ámbitos y otras lenguas.

 

Lima, 18 de octubre de 2020.


Martes 13

 Como si de una especie de cábala nefasta se tratara, el día del partido de fútbol –jugado el supersticioso y temible martes 13 reciente– entre los seleccionados del Perú y Brasil, que compiten por la clasificación para el próximo Mundial de Qatar 2022, se produjo un incidente que ocasionó una gran sensación de amargura e indignación entre el público aficionado del país anfitrión, pues a poco menos de los 10 minutos para que acabara el encuentro, el árbitro chileno Julio Bascuñán tomó una polémica y escandalosa decisión al cobrar la pena máxima a favor de Brasil por una acción que a todas luces no existió dentro del área peruana. La ejecución del tiro de los doce pasos dio ocasión al seleccionado brasileño de ponerse en ventaja y, a la larga, de definir el partido a su favor. Lo curioso es que, siendo dudosa la jugada que dio motivo al fallo, el juez no decidiera acudir al VAR, moderno sistema implementado en las últimas lides mundialistas con el fin de hacer más precisas y justas las decisiones de quienes están encargados de dirigir los encuentros. Mientras que cada incidente en que estuviera involucrado un jugador blanquirrojo era inmediatamente contrastado con el asistente de vídeo mencionado, sobre todo cuando se produjo la expulsión, legítima por lo demás, del zaguero Zambrano, las otras que tal vez eran más relevantes para el curso del match, no eran sencillamente tomadas en cuenta.

Qué maldición de martes 13 era ésta en que un partido que era enfrentado de igual a igual por un valiente seleccionado ante un rival precedido de glorias y laureles, se tornaba de pronto en un desastre por la culpa exclusiva de las desatinadas medidas de un juez que actuaba de la manera más arbitraria posible y en evidente complicidad con quienes monitoreaban desde una cabina todos los incidentes del partido y que en ningún momento le hicieron ver al árbitro que estaba cometiendo un error, o que por lo menos tuviera el tino de observar la repetición de una jugada considerada poco transparente. Creo que en ese momento dejaron de actuar responsablemente los miembros del VAR, dando la impresión de ser más los asistentes despabilados y emotivos de un BAR que los juiciosos y diligentes colaboradores de la buena marcha de un evento deportivo.

En fin, después de todo es sólo el comienzo de un largo camino que espera al equipo de la franja, que deberá seguir batallando con el mismo denuedo y entrega para alcanzar su gran objetivo de ser nuevamente protagonista en la competición más importante del globo. Mientras tanto, las autoridades deportivas del país ya han elevado una queja ante la Conmebol por la actuación desafortunada del mentado juez, quien es también señalado en su país por similares actuaciones en otras jornadas futbolísticas. Y aunque lo que decidan los miembros de dicha organización no cambiará sustancialmente los resultados, es bueno que se establezca un precedente para que en futuros encuentros no se vuelvan a presentar espectáculos tan bochornosos de un colegiado que se supone debe reunir todas las condiciones de objetividad e imparcialidad para dirigir un partido de fútbol de esta categoría.

También para que no tengamos que experimentar un nuevo robo como éste, reviviendo lo que sucedió allá en 1969 cuando el Perú disputaba un importante partido de visitante ante Bolivia en el estadio Hernando Siles de La Paz por la clasificación para el Mundial de México 70. En esa malhadada ocasión, el árbitro yugoslavo nacionalizado venezolano Sergio Chechelev anuló un gol legítimo de Alberto Gallardo que ponía el 2-2 al encuentro. La reacción de los peruanos no se hizo esperar, con Perico León, Teófilo Cubillas y Roberto Challe a la cabeza, pero el juez se empecinó en anular el tanto, expulsando al final a Roberto Mifflin creyendo que él había sido el que le propinó el cabezazo que le nubló momentáneamente la vista.

Es de esperar, pues, que en los sucesivos compromisos no sólo del seleccionado peruano, sino de cualquiera de los equipos que compiten en esta fase clasificatoria, los jueces encargados de dirigir los mismos sean los más calificados y competentes, para evitar empañar los triunfos de selecciones que evidentemente no necesitan este tipo de favoritismos, como es el caso de Brasil, país donde se ha puesto también en tela de juicio la actuación del cuestionado réferi.

 

Lima, 17 de octubre de 2020.    



La celda del poeta

     En el célebre monasterio de la Orden de Císter, conocido con el nombre de Santa María de Veruela, pasó una temporada Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta sevillano que buscaba nuevos aires para su quebrantada salud. A escasas tres leguas de la ciudad de Borja, en las inmediaciones del imponente Moncayo, perteneciente a la región de Aragón, en un valle poblado de encinas y carrascas, y donde pacían libremente ciervos y jabalíes, encontró el artista un lugar propicio para su retiro de asceta.

    Desde ese rincón casi abandonado escondido entre un paisaje bucólico, Bécquer escribió un manojo de cartas a sus amigos del periódico El Contemporáneo, donde colaboraba en Madrid, textos reunidos en un volumen que ha titulado Desde mi celda, prosas de excelente factura donde se puede apreciar la elegancia y finura de un escritor que fue conocido mundialmente por sus famosas rimas, versos de tintes románticos que causaron impacto durante un tiempo considerable hasta muy entrado el siglo XX, para declinar lentamente al ímpetu de las corrientes de vanguardia que insuflaron de nuevos aires a la poesía contemporánea. Pero lo sorprendente es que su prosa no haya sufrido los embates de los tiempos, manteniéndose ágil y amena para quien quiera recorrer los lugares, las anécdotas y las tradiciones que el poeta va desgranado a lo largo de estas extensas misivas llenas de descripciones y relatos increíbles de sus hallazgos por los pueblitos olvidados de la España rural y profunda.

    Sus paseos a la vera del camino para esperar la diligencia que le traía los diarios de la capital, observando detenidamente los arroyuelos y las plantas que circundaban el medio, los árboles poblados de pajarillos que le transmitían la música natural de la campiña; sus incursiones más hondas por los pueblos cercanos para conocer a la gente y sus costumbres, sus voces y atuendos singulares, además de oír sus relatos realistas y sus leyendas impregnadas de misterio; sus meditaciones religiosas y filosóficas en la paz y el silencio de una celda de la abadía, todo ello reluce y deslumbra bajo la escritura plena de belleza del poeta. Son nueve extensas e intensas cartas que uno lee sintiendo la presencia indescriptible del ser humano excepcional que en tan sólo 34 años dejó una obra que el tiempo no ha marchitado, luchando hasta el fin con una enfermedad que lo martilló desde muy temprano, pero que no impidió el efluvio maravilloso de un delicado lirismo que impregna cada palabra y cada frase de sus magníficos libros.

 

Lima, 27 de septiembre de 2020.  

lunes, 5 de octubre de 2020

Quino

 

    La desaparición física de Joaquín Salvador Lavado Tejón, mundialmente conocido como Quino, ha provocado la tristeza y congoja más universales entre sus miles y millones de seguidores y admiradores repartidos por todas las latitudes del planeta. Dotado de ese arte prodigioso del humor más inteligente plasmado en unas viñetas que sintetizaban la problemática esencial del ser humano, premunido de una aguda mirada reflexiva sobre el destino y el significado del hombre en este mundo inexplicable, premiado por los dioses con el don maravilloso de entregarnos un tratado de filosofía en los trazos sencillos de una historieta, Quino ha tenido que partir a otras dimensiones, después de un viaje sorprendente por este minúsculo globo hecho de agua y roca que ha durado 88 años, desde que en 1932 vio la primera luz de la vida en su natal Mendoza, Argentina, hasta este estrambótico 2020 que tanto le habría dado que pensar e imaginar para hacernos entender una realidad que se nos escapa no solo de las manos sino de todos los poros de nuestra indigente capacidad de comprensión.

    Cuando apenas unos días antes su más inmortal creación Mafalda cumplía 56 años, Quino tuvo la delicadeza de esperar que pasara la celebración para despedirse luego como en la conmovedora viñeta de una humorista chilena que se hizo viral inmediatamente por todas las redes sociales al conocerse la noticia de su muerte. Quino se acerca a Mafalda para preguntarle si ella se queda porque él ya se va, entonces la niña impávida le contesta que sí, que ella se queda todavía acá. Qué enternecedor mensaje donde un creador anuncia su retiro de esta breve experiencia vital y su creatura nos consuela haciéndonos saber que se quedará con nosotros para siempre, pues la obra genial trasciende al paso lisonjero de un hombre por este mundo, porque su creación permanece y se hace inmortal.

    Hijo de inmigrantes españoles, concretamente andaluces, vivió con desgarro las secuelas de la guerra civil española, acontecimiento que marcaría hondamente su espíritu sensible de artista en ciernes. Parco, reservado, tímido, Quino hablaba a través de sus dibujos y sus trazos que delineaban con inaudita elocuencia las grandezas y las miserias de este mundo. Amaba contemplar el mar y beber el buen vino, que sus amigos le enviaban a raudales. Fervoroso adherente del socialismo, creía que era el único sistema de gobierno que podía hacer menos injusto y desigual este mundo, más allá de las experiencias fallidas y burdas experimentadas en el siglo XX, pues así como el cristianismo había demorado tres siglos en establecerse, por qué pensar que en apenas 73 años podía consolidarse un régimen socialista. Una nueva forma de socialismo era la esperanza de esta humanidad sumida en la incertidumbre y la apatía. Él ya no estaría para cuando eso fuera posible.  

    Se ha dicho que Mafalda, su personaje emblema, es una niña curiosa, rebelde, inteligente, contestataria, etcétera, cosa que podemos comprobarlo al instante al abrir una página cualquiera de una de sus historietas, o leyendo las tiras cómicas que publican todavía algunos diarios del continente. Las diversas escenas de sus viñetas que tratan sobre la paz mundial, la contaminación de la Tierra, la injusticia y la desigualdad, la soberbia y estupidez de los políticos, la abrumadora tontería de los adultos, la insignificancia de las preocupaciones humanas, el negligente descuido de las cosas verdaderamente importantes, y miles de situaciones más, Quino las aborda con una agudeza y finura realmente insuperables. Y cuando dejó de publicar Mafalda, su vena satírica, pesimista y cínica muchas veces, siguió transitando por sus personajes anónimos que discutían y debatían los eternos problemas políticos y sociales de los hombres.

    Estaba prohibido leer Mafalda allá por los años 60 y 70 del siglo pasado, aunque no se lo dijera abiertamente; un veto impronunciable nos impidió conocerla entonces, llenando de bruma el pensamiento y la imaginación de los niños que especulábamos secretamente sobre las razones o sinrazones de tal temor a que supiéramos de su oculto mensaje, y cuando por fin accedimos a la maravilla de su discurso subversivo y disolvente, comprobamos en silencio cuáles eran los verdaderos motivos por los que se había instalado una barrera invisible entre el verbo y las palabras corrosivas de aquella niña y sus ávidos lectores que aprendimos con ella a pensar y a cuestionar el mundo que nos rodeaba, y a mirarlo con otros ojos atravesando los convencionalismos y la realidad indiscutible que alguien buscaba imponérnosla. Fue el momento también en que aprendimos a amarla. La única vez que tuve la suerte de ver a Quino fue hace como quince años cuando vino a Lima para la Feria del Libro y se presentó en una charla frente a cientos de niños, jóvenes y adultos que se afanaban por acercársele y escuchar sus palabras junto a su icónico personaje. Fue una tarde excepcional.

    Hay una sola discrepancia que siempre manifesté con Mafalda, pues en todo lo demás estuve perfectamente de acuerdo con sus frases lapidarias, y es cuando ella declara incansablemente su rechazo y odio a la sopa; debo entender, sin embargo, que es una niña como las demás, probablemente caprichosa o exquisita, como tantas que he conocido en la vida, que en general no poseen una particular afición a la comida casera. Pero más me gusta imaginar que a Mafalda no le gustaba la sopa porque nunca había venido al Perú, y que por lo tanto jamás pudo saber y saborear de la riquísima variedad de esos deliciosos platillos de nuestra gastronomía que son un verdadero prodigio de la culinaria. Alguna vez quizás tenga ocasión de venir por estas tierras y cambiar su infantil perspectiva sobre aquellos sabrosos potajes. No paso por alto, empero, la simbología que en la semántica de dicha historieta posee ese elemento tradicional de la cocina universal, que es la única forma de aceptar la actitud y sentir de la entrañable niña. Quino explicaba que la sopa era una alegoría de las dictaduras militares que asolaron nuestro continente en buena parte del siglo pasado, regímenes que eran impuestos por la fuerza y que no dejaban un atisbo de libertad a los atemorizados ciudadanos. Pero Mafalda amaba a los Beatles, con lo que no puedo estar más de acuerdo; amaba la justicia y abogaba por el respeto a la naturaleza, discrepaba con el absurdo comportamiento de los adultos, que ella cuestionaba desde su lúcida cabecita de niña filósofa, cosas que yo también sigo haciendo hasta ahora.

    Nos hará una falta sin fondo, como diría Vallejo, este extraordinario humorista que supo desentrañar el sinsentido y la angustia del hombre contemporáneo, despellejar ese sustrato de hipocresía y grisura que domina casi todo lo que el ser humano ha erigido como normal y sacrosanto a través de sistemas absolutamente injustos e inhumanos. ¡Hasta siempre Maestro!

 

Lima, 4 de octubre de 2020.