El escenario más temido se ha materializado
en nuestro país la noche de este lunes negro cuando la mayoría de congresistas
votó por declarar vacante la presidencia de la República. Lo ha hecho de forma
alevosa y absolutamente irresponsable, desoyendo el clamor mayoritario de la
población que no avalaba una medida como ésta que lo único que hace es agravar
la triple crisis que vive el Perú. De espaldas ante la ciudadanía, movida por
el sólo afán de venganza y ansias de poder, ha defenestrado al presidente
Vizcarra para colocar al presidente del Congreso, un personaje seriamente
cuestionado por su alianza con sectores oscuros de las bancadas amigas que
buscaron claramente durante todos estos meses deshacerse de una figura que les
era molesta para imponer sus propios designios en diversos ámbitos de la
actividad pública y que obedecen, en último término, a intereses subalternos
que nada tienen que ver con las verdaderas necesidades de los peruanos.
El plan de Antauro y sus secuaces ha
funcionado a la perfección, dictando desde la cárcel la agenda del país y
moviendo sus hilos aviesamente para que sus títeres del congreso le inflijan al
país una estocada letal en medio de una situación compleja y que deja a la
nación en la zozobra más terrible, presa de la incertidumbre, la desesperanza,
la preocupación por un mañana que se torna más gris todavía sabiendo que
quienes asumirán las funciones ejecutivas son los mismos que han saboteado
sistemáticamente desde el parlamento todo atisbo de sensatez, mesura y espíritu
de conciliación en todo este tiempo.
El trumpismo en su peor versión se ha
impuesto en nuestro país de forma desembozada y ruin, coludidos en una pandilla
de mafiosos y facinerosos que jamás tuvieron la calidad moral para juzgar a
nadie, arrogándose facultades para las cuales no estaban ni mínimamente
calificados. El Perú ingresa con esta medida a una crisis profunda de la cual
alguna vez responderán estos cuatreros de medio pelo que amparándose en un
artículo constitucional de ambigua interpretación, han decidido saltar al
abismo para que todos los ciudadanos de a pie paguemos sus consecuencias.
¿Alguien se imagina siquiera quiénes van a conformar ese gabinete de espectros?
¿Podremos avizorar lo que nos espera en los próximos ocho meses y medio en
medio de esta colosal cuchipanda que desatarán desde el poder estos verdugos de
la democracia?
Era sencillo esperar hasta el 28 de julio
del próximo año para que todo quede en manos del Ministerio Público y del Poder
Judicial y se continúe con el debido proceso de los cargos que enfrenta el
señor Vizcarra. Mas ahora todo está en riesgo mayor: la política sanitaria para
enfrentar la pandemia, las elecciones convocadas para abril del 2020, las
políticas en materia educativa, la reforma universitaria, la reforma política y
sobre todo la condición de varios congresistas involucrados en serios delitos,
que paradójicamente han estado protegidos por los mismos que ahora se rasgan
las vestiduras y tramitan expeditivamente una vacancia, al mismo tiempo que
retienen durante meses el caso de Edgar Alarcón, uno de los cabecillas del
golpe de Estado revestido de ropajes legales que han perpetrado estos
“representantes” que en realidad no representan a nadie, a no ser que alguien
odie al Perú de tal manera para que simpatice con la vileza cometida.
El artículo 46 de la Constitución reconoce
al pueblo el derecho a la insurgencia, estableciendo que nadie debe obediencia
a un gobierno usurpador, norma que faculta a un gran levantamiento popular que
exija la dimisión del régimen espurio que se ha instalado en Palacio de
Gobierno. Las calles serán en los próximos días el escenario adecuado de una
lucha sin cuartel para recuperar la democracia arrebatada y los valores cívicos
pisoteados por una gavilla de traidores. De hecho, al conocerse la noticia, miles
de personas salieron a las calles en diferentes ciudades del país para expresar
su rechazo y repudio a la decisión de un congreso que ha demostrado no estar a
la altura de las expectativas de la población. Los jóvenes pisan ahora las
calles nuevamente alzando sus voces iracundas por el espectáculo nauseabundo de
una caterva impresentable de forajidos que han perpetrado en unas pocas horas
una barrabasada monumental arrasando con todo vestigio democrático. Y lo que
reciben es una represión brutal de una dictadura inicua que desata todo su odio
a la voz indignada del pueblo.
Se ha roto el principio fundamental del Estado
de Derecho al abolirse de facto la separación de poderes, merced al asalto
mercenario del Poder Ejecutivo por quienes fungían de representantes del pueblo
agazapados en el Poder Legislativo, instancia democrática que convirtieron en
una pocilga en todo este tiempo que ocupan esos escaños inmerecidamente. Afirman
que han actuado legalmente, cuando está claro que han vulnerado el espíritu de
la Carta Magna valiéndose de una argucia extremadamente subjetiva y
cuestionable como es la “incapacidad moral”. Pero menos aún poseen legitimidad,
cuando es abrumador el rechazo del pueblo peruano que en un 80 por ciento está
en desacuerdo con el golpe asestado la noche aciaga del lunes. Varios
periodistas de la radio y la televisión empiezan a normalizar vergonzosamente
la situación, hablando de una “transición democrática” donde ha habido
sencillamente un golpe de Estado, una violación canalla a la honra nacional que
alguna vez tendrá que castigarse.
Por fin tiene respuesta la legendaria
pregunta de Zavalita en Conversación en
La Catedral, ahora sabemos con exactitud de relojero el momento preciso de
su génesis. ¿En qué momento se jodió el Perú?, inquiría el personaje
vargasllosiano, pues allí está el lunes 9 de noviembre del 2020 para engrosar
el ominoso libro de los anales de la historia universal de la infamia. Zozobra
e insurgencia había pensado en un principio para el título de este artículo,
porque lo que viviremos durante el régimen de los impostores será eso, un
estado permanente de lucha y resistencia a la embestida de la dictadura
encaramada en Palacio de Pizarro, y la insurgencia en las calles y en las redes
y en donde haga falta y por el tiempo que sea necesario para obligar a los
usurpadores a recular y regresar a sus cubículos. Ninguna persona decente podrá
sumarse jamás al gabinete hediondo que pretenden armar con sus ávidos hocicos
que husmean en busca de alguna alimaña que se preste a sus propósitos. Nadie ha
reconocido a Merino como presidente de la República, ningún país del mundo
puede rebajarse al nivel de un país de opereta, estableciendo relaciones protocolares
con una republiqueta bananera que es el hazmerreír internacional gracias a un
puñado de asaltantes.
Lima, 10 de noviembre de 2020.
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