viernes, 11 de diciembre de 2009

La encrucijada de Copenhague

Entre el 7 y el l8 de diciembre se reúnen en la capital danesa representantes del más alto nivel de 192 países del mundo, en la 15º Conferencia de las Partes de la Convención de la ONU Sobre Cambio Climático (COP 15), en una cita cumbre que tratará de llegar a acuerdos decisivos sobre un tema crucial para el destino del planeta que habitamos y, por consiguiente, para el propio destino de la humanidad.
Se trata de un encuentro realmente importante, pues a estas alturas del siglo XXI, los efectos de la emisión de gases contaminantes, que lo producen principalmente los grandes países industrializados, ha tomado una senda sin retorno de recrudecimiento en todas sus formas, convirtiéndose en la más grave amenaza sobre el inmediato porvenir de todas las especies vivas de la Tierra.
Cuando en 1997 se suscribió el Protocolo de Kyoto, había algunas esperanzas de que los países más desarrollados se comprometieran directamente con sus acuerdos, pero el primero en evadir su responsabilidad fue precisamente la primera potencia, uno de los principales emisores, junto con China, de gases de efecto invernadero. Es por ello que muchas de las decisiones que se acordaron en esa ocasión, han sido implementadas lenta y morosamente por los demás países, al sentir la falta de compromiso de quien debiera liderar una cruzada de esta naturaleza.
Pero resulta que dicho Protocolo estará vigente sólo hasta el año 2012, haciéndose necesario un nuevo pacto mundial sobre un asunto de primera magnitud, quizás el más importante de todos los que actualmente preocupan al mundo entero. No basta que los países firmantes se comprometan a una reducción paulatina de emisiones de CO2, ni que le señalen plazos como se ha hecho con el anterior y con otros acuerdos complementarios, sino que verdaderamente se pongan en práctica las medidas concretas para reducir drásticamente las causas del calentamiento global.
Lo que realmente está en juego en estos avances y retrocesos es, indudablemente, el interés de aquellos países más desarrollados en seguir su desmesurada carrera de crecimiento económico, a costa inclusive de la misma naturaleza, y de los trastornos que ya experimenta como consecuencia de un uso excesivo de sus recursos. Así como también de su carencia absoluta de una ética ecológica, que les permite medir sus índices de desarrollo económico al margen del bienestar del resto de la humanidad.
La causa central del fenómeno se puede atribuir al uso de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, razón por la que China, Estados Unidos, Rusia e India -- los cuatro mayores contaminantes del planeta--, se resisten hasta ahora a prestar su concurso para una política eficaz que combata efectivamente el cambio climático.
Pachauri, el ganador del Premio Nobel de la Paz del año 2007 junto con Al Gore, ha recordado a propósito las amenazas que se ciernen contra la vida en la tierra: subida del nivel de los mares; desaparición del hielo; aumento de sequías y olas de calor y reducción de disponibilidad de agua; a las que podemos agregar la desertificación, la extinción gradual de especies, la hambruna y un largo etcétera que no haría sino abonar los motivos legítimos para el espanto.
Es por ello que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), ha puesto en alerta a la comunidad internacional sobre lo que vaya a decidirse en Copenhague, que si bien no alienta puntualmente al optimismo, es una de las pocas ocasiones que tiene el género humano de aferrarse a una pequeña esperanza.
Para terminar, he leído con estupor en algunos medios, que existe un supuesto grupo de científicos que sostienen que se han exagerado deliberadamente los peligros del cambio climático, y que el principal responsable de este fenómeno no es el hombre, sino la propia naturaleza, situación que vendría sucediendo desde hace muchísimo tiempo. ¿A quién quieren exculpar con estas pretendidas conclusiones dizque científicas? ¿Quiénes le hacen el juego por estos lares, repitiendo sus falacias que buscan soslayar responsabilidades evidentes y propósitos inicuos? Que cada quien saque sus propias conclusiones, pues Copenhague no debería jamás ser una oportunidad perdida.

Lima, 12 de diciembre de 2009.

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