lunes, 31 de diciembre de 2012

Urgencia de la ética


     Veinte años después de Ética para Amador, Fernando Savater vuelve sobre uno de los temas constantes de su reflexión filosófica con Ética de urgencia (Ariel, 2012), un libro que reúne un conjunto de encuentros y ponencias que el escritor vasco tuvo con jóvenes estudiantes de España, pero que muestran las mismas inquietudes que cualquier joven de cualquier rincón del mundo.
     Son numerosos los tópicos que aborda a partir de una preocupación indesligable por el mundo que viene, los desafíos que implica para la ética las nuevas realidades del mundo virtual y sus elementos más connotados, como el caso de internet y las redes sociales, materia de interesantes disquisiciones en que el filósofo español nos da las pautas sobre cómo enfrentar su presencia en nuestros tiempos.
     Están también las cuestiones imperecederas de la filosofía, aquellas que han interrogado las mentes y las almas de los seres humanos desde siempre, como la felicidad, la libertad, la belleza, la religión, la muerte y el espinoso problema de Dios. Debemos pensar la ética, dice Savater, porque somos mortales y vulnerables, pues los dioses que son inmortales hacen, o pueden hacer, lo que les da la gana.
     El ámbito de lo público es igualmente materia de las agudas meditaciones del filósofo, temas cruciales de nuestra época como la democracia, la justicia, la igualdad, el terrorismo y la violencia, la crisis del capitalismo y el Tercer Mundo, merecen incisivas reflexiones de cara a un público juvenil siempre ávido de contrastar sus experiencias con una voz inteligente que les sirva de guía y referente.
     Me parece importante que subraye la diferencia entre la moral y la religión, nociones que andan un poco confundidas en el imaginario popular, razón por la que las iglesias pretenden erigirse a veces en autoridades irrebatibles en materia tan delicada. Savater alude al cielo como el gran soborno de las religiones, situación que complica el entendimiento y la vivencia de una ética auténtica, al margen de consideraciones y chantajes religiosos.
     Nos recuerda al respecto el gran aporte de Kant a la ética: “Una de las grandes aportaciones de Kant a la ética fue enseñarnos que para reconocer una norma moral hay que preguntarse: ¿quiero yo que todo el mundo haga esto?” Precisa acotación para entender y asumir asuntos cruciales en nuestras vidas, pues en esa interrogante se deposita toda esa capacidad de empatía y reciprocidad que son los signos de una verdadera existencia civilizada.
     Discrepo frontalmente, en cambio, con las razones con que pretende defender las corridas de toros. No me parece un buen argumento aquel de que los toros de lidia existen sólo para ir a morir en la arena, con la consiguiente racionalización sobre el toreo y el arte y todas esas ideas que los taurófilos -aunque yo preferiría llamarlos tauricidas, por ser más exacto- arguyen. Lo que nos subleva de ese tipo de espectáculos, es lo sangriento y salvaje que es, la pura bestialidad humana disfrazada convenientemente de supuestos motivos estéticos.
     Lo que sí me parece destacable es una maravillosa referencia al filósofo de la Academia: “En La República, Platón dice, no tan irónicamente como parece a primera vista, que lo mejor para querer ser un buen político es no querer serlo.” Creo que ahí está el santo y seña de una actividad cada vez más menospreciada por la opinión pública, algo que debería estar reservado sólo a los mejores ciudadanos de un país, mejores precisamente porque no es su ambición lo que determina su ingreso a las lides de la batalla política, sino un compromiso que rebasa lo meramente personal y se convierte en un servicio de docencia y decencia.

Lima, 30 de diciembre de 2012.
    
     

domingo, 23 de diciembre de 2012

Cría cuervos


     Todavía están frescos en la memoria de todos los espeluznantes acontecimientos de Newtown, una hasta ahora apacible localidad del Estado de Connecticut en los Estados Unidos, que de pronto se ha convertido en el escenario de un macabro hecho de sangre. El pasado 14 de diciembre, un joven de 20 años ha empuñado tres armas que su madre coleccionaba, y luego de acabar con la vida de ésta, se ha dirigido al centro educativo primario a 8 kilómetros de su casa para consumar la masacre que ha espantado al mundo entero.
     Las investigaciones aún no han esclarecido los motivos del múltiple asesinato, violenta deriva que ha terminado con la vida de 20 niños y 6 adultos en el centro de enseñanza, además de la del propio criminal y la de su madre. Se trata de la enésima matanza de ese tipo en el país que ha hecho del culto de las armas toda una característica de su ser nacional.
     Muchas veces los norteamericanos se han visto confrontados por una situación de este tipo, y en todas las ocasiones postraumáticas siempre se han repetido las mismas reflexiones sobre la posesión de armas y su necesaria regulación a través de una legislación más restrictiva, para terminar a las pocas semanas en el silencio y el olvido que incubaría a su vez una próxima tragedia.
     Eso, cuando no se han perdido en elucubraciones entre ingenuas y disparatadas sobre las causales profundas de esta conducta, que ya se puede calificar de sistemática dentro de los márgenes que la clasificación permite. Se ha dicho, por ejemplo, y nada menos que de la boca de un congresista, que estas actitudes se deberían a la educación laica que impera en las escuelas. O que las armas no son las culpables de los crímenes, sino los hombres que las usan. Y otras más descabelladas aún, como sugerir que se permitan armas en dichos centros de enseñanza.
     Lo que estas visiones quieren eludir es la realidad apabullante de un reguero de muertos debido a la proliferación de armas que son vendidas con suma facilidad y sin mayor control. El poderoso lobby de los fabricantes de armas -conglomerado siniestro de los negociantes de la muerte-, tiene evidentemente mucho de responsabilidad en este asunto que concierne a la nación en su conjunto.
     Si a esto le añadimos una cultura orientada al más despiadado materialismo, con la vorágine del consumo, el individualismo rampante y la industrialización de la violencia como tendencias dominantes, tendremos las consecuencias letales que ahora ya no tienen que ser solamente lamentadas ni lloradas, sino asumidas drásticamente desde el poder para restringir al máximo al menos uno de estos explosivos ingredientes.
     Las propuestas a este respecto del presidente Obama deben ir hasta conseguir la aprobación por el Congreso de una norma que limite severamente la posesión de armas entre los ciudadanos de la unión. Los congresistas que se opongan a una nueva legislación para un control más estricto de las armas serán cómplices de futuros crímenes de esta magnitud.
     Una sociedad que ha inculcado a sus miembros la cultura del más fuerte, que le prodiga a cada paso ejemplos nada edificantes de una actitud como gobierno frente al resto del mundo, que vive inmersa en la alocada carrera por el crecimiento económico, pero donde los valores del auténtico humanismo estás ausentes, no puede realmente esperar otra cosa.
     No sólo es esta madre la que no sabía a quién estaba criando bajo su techo, sino un país entero el que quizás ignora qué seres se forman bajo estos influjos nefastos que terminan produciendo estos cuervos que cada tanto arrancan los ojos de una nación ya en franca ceguera que se encamina a su definitiva decadencia moral.  

Lima, 22 de diciembre de 2012.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

A escribir en París


A propósito del asunto éste de las acusaciones de plagio que penden contra el escritor Alfredo Bryce Echenique, me propuse casi como jugando leer una de sus numerosas novelas, como una forma secreta quizás de solidaridad hacia el compatriota que vive una situación tan singular, o tal vez como una manera de entender aquel hecho tan feo y bochornoso del que lo sindican.
     Hasta ahora me es difícil creer todo lo que se ha dicho de Bryce, a pesar de que la prensa se ha encargado de mostrar las evidencias del delito. Sigo estupefacto ante una realidad que desborda los márgenes de mi comprensión. ¿Qué pasó o qué pudo pasar por la cabeza del novelista para apropiarse de textos ajenos y publicarlos como propios, sabiendo, como sabe todo hijo de vecino en esta era digital, que un hecho así no podía pasar desapercibido por mucho tiempo? Es algo ante lo que hasta ahora no tengo respuesta.
     La novela elegida casi al azar fue La vida exagerada de Martín Romaña, publicada en 1981 y probablemente una de las mejores narraciones del escritor limeño. Literalmente, me he matado de risa en muchos pasajes de la novela, siguiendo las tribulaciones y peripecias de un peruano, en su buhardilla de un techo del Barrio Latino en París, forjándose una identidad como escritor, ese lento y arduo aprendizaje del artista en un medio siempre difícil.
     No dejaba de pensar en lo increíble que resulta que el autor de Un mundo para Julius, su novela más emblemática, que acaba de cumplir cuarenta años, haya tenido que descender a la copia fácil y al plagio delator, aunque sólo de artículos periodísticos se tratara, que no es poca cosa. Lo cierto es que el asunto ha generado toda una polémica, con ribetes casi de lío de callejón, a raíz de la concesión a Bryce del Premio de Literatura y Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
     Escritores de todo el continente se enfrascaron en una discusión que por momentos rozó la diatriba y la injuria. Es muy desagradable, indudablemente, esto de los plagios, pero debo decir que el libro es verdaderamente cojonudo, una celebración sucesiva de la palabra, un río interminable de gozo asegurado. Encontré divertidísimo leer a Bryce después de algún tiempo, admirable el manejo versátil que hace del lenguaje coloquial para contarnos las correrías y tribulaciones de Martín Romaña en pleno mayo del 68.
     Se pueden hallar en la novela guiños a letras de canciones, sobre todo de valses criollos, un recurso que luego ha sido replicado por otros autores peruanos -Beto Ortíz, Eloy Jáuregui, por ejemplo-, mientras el personaje nos va desgranando, entre Inés, Sandra y Octavia, sus recuerdos nostálgicos desde su sillón Voltaire, las aventuras inverosímiles de su vida exagerada y la deriva tristísima de sus amores contrariados.
     Martín Romaña es un hombre con muchas fobias y manías, sufriendo lo indecible debido a su noble propensión de no molestar a nadie. El diagnóstico médico, según el doctor Llobera, habla de depresión neurótica y falta de agresividad, tendencias que llevan al protagonista a vivir escenas de dramática comicidad.
     En fin, más allá del feroz intercambio de puyazos de grueso calibre entre el escritor y sus críticos, esta obra se yergue como un espléndido ejercicio de oralidad, para dar vida a hilarantes sucesos del más puro humor bizarro, navegando, a través de este cuaderno azul, en el sillón Voltaire por los vericuetos de la nostalgia de un tal Martín Romaña.

Lima, 16 de diciembre de 2012.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Elegía por Ravi Shankar


     La desaparición física de uno de los músicos más emblemáticos del siglo XX deja huérfana de sonidos a una selecta muchedumbre de seguidores de este auténtico gurú del arte contemporáneo. Nacido en la ciudad sagrada de Benarés, allá por el año de 1920, su vida recorrió de manera fecunda y brillante el siglo XX, dejando a su paso una estela maravillosa de melodías y composiciones que constituyen sin duda lo mejor de su legado.
     A la increíble edad de 92 años ha dejado este mundo en San Diego (California), donde vivía con su esposa y su hija. Ravi Shankar, el genial ejecutante del sitar, el venerado maestro de tantísimos músicos de Occidente que tuvieron el privilegio -como el beatle George Harrison- de compartir a su lado fantásticos momentos de aprendizaje y deleite musical, se ha ido para quedar encantado en la memoria agradecida de todos quienes apreciamos y valoramos su enorme talento artístico.
     Hace algunos años, en mi época de búsqueda espiritual más intensa, explorando los saberes y sabidurías antiquísimas de la humanidad, me fue dado conocer, de la mano del gran poeta mexicano Octavio Paz, todo el estupendo bagaje cultural de la India, una de las civilizaciones más portentosas de la historia, poseedora de una riqueza inagotable en todos los órdenes del saber y del sentir humanos.
     Fue así que, a la par que me era revelado el misterio del profundo misticismo hindú, su milenaria literatura, su sistema de castas, sus dioses y hombres representativos, tuve ocasión de escuchar el nombre de este músico singular. Una viva curiosidad me llevó a apreciar sus creaciones más importantes, degustando sus impresionantes interpretaciones de ese instrumento único y mágico: el sitar, objeto que él convertía en un precioso vehículo para transportarnos a experiencias de la más elevada espiritualidad.
     Compartió escenarios y grabaciones con lo más graneado del arte occidental: el insólito violinista Yehudi Menuhin; el insuperable flautista Jean Pierre Rampal; el minimalista estadounidense Philip Glass y el inigualable saxofonista John Coltrane, fueron algunos de los músicos de este lado del mundo que gozaron de la excelsa compañía de Ravi Shankar en magníficos conciertos, presentaciones y discos que son una auténtica joya.
     Difusor mundial del raga, una intraducible forma de componer de la India, que en sánscrito quiere decir color, modo, estado de ánimo, y que musicalmente puede entenderse como una escala de sonidos, donde, al igual que el jazz, la improvisación juega un primerísimo papel, Ravi Shankar es el mejor representante de la música clásica indostaní.
     Padre de dos bellas y talentosísimas artistas de la música actual, la cantante norteamericana de soul y jazz Norah Jones, y la joven y virtuosa sitarista Anoushka Shankar, el legendario creador indio se sitúa entre los más grandes músicos de nuestra época.
     Cuando ejecuta el sitar, arranca de sus cuerdas unos sonidos plagados de un hondo misticismo oriental, haciendo evocar en el oyente visiones exóticas de esa vasta cultura, brotando de cada arpegio y pulseo una gama de imágenes extraordinarias que solazan los recodos más hondos de la sensibilidad y del espíritu en general.
     La presencia de Ravi Shankar será imperecedera en el panorama de la historia de la música, pues su espléndido legado quedará como una inagotable fuente de vivencias estéticas, cuya cercanía podrá hacernos vivir instantes insuperables de plenitud y regocijo. Su figura y su obra ya pertenecen al cielo eterno del arte mundial.

Lima, 15 de diciembre de 2012

lunes, 10 de diciembre de 2012

El litigio de La Haya


    El inicio de la fase de los alegatos orales en el diferendo que sostienen los Estados de Perú y Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, ha dado motivo para un amplio debate sobre los pormenores del caso y a una difusión inusitada de los considerandos y argumentos de ambas partes. La prensa viene cumpliendo al respecto un importantísimo papel al informar sobre los entretelones del suceso y al disponer en sus páginas amplios espacios para el conocimiento y el análisis del mismo.
     Le ha correspondido al Perú abrir los fuegos con la presentación de sus agentes y abogados ante el tribunal internacional, mientras que en días sucesivos le ha tocado a Chile responder con los argumentos que más o menos ya son del dominio público. Pues en el turno correspondiente al Perú se han presentado verdaderas sorpresas que podrían dar el giro definitivo a favor de la posición que defiende el gobierno de Lima.
     En tanto que Santiago mantiene su idea central de que existe un tratado de límites reconocido por ambos países, el Perú no reconoce al acuerdo pesquero de 1952 la calidad de tal. Pues la postura chilena pretende que la Declaración de Santiago, acuerdo tripartito firmado en 1952, y el Convenio sobre Zona Especial Marítima suscrito en 1954, constituyen sendos tratados limítrofes.
     Pero la verdad es que ambos documentos son más bien proclamas jurídicas de los gobiernos costeros que veían con preocupación la amenazante presencia de los grandes balleneros que venían a depredar nuestro mar. Surgió, pues, como un intento de defender la soberanía marítima de nuestros países -su potencial riqueza-, proclamada a su vez al mundo en 1947 por los gobiernos de Chile y Perú. Además, y lo que resulta altamente curioso, los dos instrumentos legales no han ratificados por los congresos de sus respectivos países.
     La sólida defensa esgrimida por el jurista Alain Pellet de la causa peruana ha llenado de nervios a los representantes chilenos en La Haya, a pesar de ciertas declaraciones altisonantes de su clase política y de la reacción triunfalista de sus voceros mediáticos. Esencialmente, aquella se ha basado en que los tratados no se presumen, pues deben ser explícitos e indubitables. Además, siempre un tratado de este tipo es bilateral, requisito que no reúnen los acuerdos mencionados.
     Los expresidentes del país del sur Eduardo Frei y Ricardo Lagos, han dicho que los fallos de La Haya son salomónicos y no sujetos a derecho, con lo cual han abierto un resquicio por donde podría colarse una eventual negativa de su país a acatar una sentencia adversa a su posición. Felizmente, estas declaraciones han sido desautorizadas tácitamente por los representantes oficiales chilenos ante el tribunal holandés.
     Por otro lado, el reclamo peruano es perfectamente legítimo, más allá del tiempo transcurrido y de los supuestos acuerdos reconociendo la inequitativa línea paralela como límite marítimo. Un elemental sentido de la lógica permite entender que cuando existen fronteras que forman una curva, existiendo por consiguiente mares superpuestos en las proyecciones costeras de ambos países, se impone la línea equidistante como separación justa en los dominios marítimos respectivos. Y ese es el sentido en que ha fallado en los numerosos litigios que ha resuelto la Corte, resolviendo casos similares en diferentes regiones del globo.
     Por su parte, Chile arguye un largo historial de actos administrativos que darían validez a su tesis del tratado de límites que no existe, pues la práctica y la costumbre no constituyen necesariamente fuentes del derecho. El que durante 60 años se haya mantenido una situación de hecho de flagrante injusticia, no quiere decir que se deba mantenerla ni mucho menos consagrarla. Es tiempo de sanear definitivamente una controversia de límites para que estos vecinos, que en muchos aspectos cooperan y traban relaciones de mutuo beneficio comercial y económico, puedan ingresar al futuro en las mejores condiciones de legitimidad histórica y de recíproco reconocimiento y respeto. Esa legendaria enemistad  patriótica, o patriotera más bien, debe dar paso a una coexistencia pacífica de valioso intercambio en todos los órdenes, como corresponde a dos verdaderos países civilizados.

Lima, 9 de diciembre de 2012.

martes, 4 de diciembre de 2012

La cuestión palestina


     En el 65 aniversario de la fecha en que se acordara la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas, la Asamblea General de ese organismo internacional ha votado una decisión histórica: el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro, por una aplastante mayoría de 138 votos a favor, 9 en contra y 41 abstenciones.
     Es un paso importante más que da el gobierno de la Autoridad Palestina en pos de su reconocimiento como miembro de pleno derecho en el máximo foro internacional. La decisión, sin embargo, posee también aristas que eventualmente podrían significar el entorpecimiento del proceso, pues para nadie es un secreto que existen poderosos intereses de por medio, respaldados por los Estados Unidos, el valedor principal que tiene el gobierno de Israel en el mundo.
     En medio de una agresión más hacia la Franja de Gaza, perpetrada por el gobierno de Benjamín Netanyahu, se produce este triunfo parcial de la causa de un pueblo que sufre las embestidas de su vecino ante la mirada atónita e impávida de la comunidad internacional. Mientras más de un centenar de vidas eran cegadas por la incursión armada del ejército judío, en el estrecho territorio que ya padece el cerco inicuo que le fue impuesto en el 2008, la propuesta de Mahmoud Abbas recibía un espaldarazo internacional en el seno de la instancia suprema de la ONU.
     Los sectores más ortodoxos del gobierno de Tel Aviv han reaccionado de manera desproporcionada a este revés de su diplomacia, amenazando con derribar inclusive al gobierno de Mahmoud Abbas si este acude a la Corte Penal Internacional (CPI) para denunciar los crímenes cometidos por el estado judío. Esto es como si un ladrón nos amenazara si lo denunciamos a la policía, pues no debe olvidarse la ocupación ilegal que ha cometido el estado hebreo en los territorios palestinos, concretamente las construcciones de los colonos en la región de Cisjordania, así como en la zona este de la ciudad de Jerusalén.
     Israel no ha reconocido, al igual que su socio mayor, la jurisdicción de la CPI. ¿Cómo puede hacerlo, pues, un gobierno criminal y genocida como el del actual Primer Ministro, un gobierno que cree tener patente de corso para actuar impunemente en el Medio Oriente?
     ¿Puede aceptar el mundo civilizado que un gobierno como el de Netanyahu amenace con derrocar al gobierno de la Autoridad Palestina y no mueva ni una pestaña? ¿No pueden actuar la ONU, la UE o los EE.UU. para detener tanto descaro, insolencia e impunidad? No quieren hacer nada, la verdad. Tal vez creen que los horrores sufridos por el pueblo judío durante el Holocausto, los inmuniza contra todo reproche o sanción que pudiera merecer algún despropósito suyo, razón por la que el gobierno de turno, en manos ahora de los halcones del Likud, se pueden zurrar tan abiertamente en el derecho internacional.
     La respuesta inmediata de Israel a la histórica votación en Nueva York ha sido la acelerada construcción de colonias judías en Cisjordania y de asentamientos en Jerusalén oriental, estrategia que sigue sistemáticamente con el deliberado propósito de hacer mucho más compleja la solución a la partición acordada hace más de seis décadas y pendiente de concretarse en el terreno de los hechos.
     Todos quienes han apoyado al pueblo palestino en su justa causa, son conscientes de que la única salida a este impase secular radica en el establecimiento de un Estado palestino con las fronteras que poseía en 1967, antes de la violenta guerra de rapiña del estado hebreo. Es lo que avalan España y Francia en Europa, muchos países latinoamericanos -incluido el Perú-, otros tantos de Asia y África. Quizá no debe sorprender el voto en contra de Panamá, un gobierno afecto a los intereses de Washington; apena lo de Colombia y su abstencionismo; pero entusiasma que México haya dado su respaldo a pesar de no haber reconocido todavía al gobierno de Ramallah.

Lima, 3 de diciembre de 2012.