A
propósito del asunto éste de las acusaciones de plagio que penden contra el
escritor Alfredo Bryce Echenique, me propuse casi como jugando leer una de sus
numerosas novelas, como una forma secreta quizás de solidaridad hacia el compatriota
que vive una situación tan singular, o tal vez como una manera de entender
aquel hecho tan feo y bochornoso del que lo sindican.
Hasta ahora me es difícil creer todo lo
que se ha dicho de Bryce, a pesar de que la prensa se ha encargado de mostrar
las evidencias del delito. Sigo estupefacto ante una realidad que desborda los
márgenes de mi comprensión. ¿Qué pasó o qué pudo pasar por la cabeza del
novelista para apropiarse de textos ajenos y publicarlos como propios,
sabiendo, como sabe todo hijo de vecino en esta era digital, que un hecho así
no podía pasar desapercibido por mucho tiempo? Es algo ante lo que hasta ahora
no tengo respuesta.
La novela elegida casi al azar fue La vida
exagerada de Martín Romaña, publicada en 1981 y probablemente una de las
mejores narraciones del escritor limeño. Literalmente, me he matado de risa en
muchos pasajes de la novela, siguiendo las tribulaciones y peripecias de un
peruano, en su buhardilla de un techo del Barrio Latino en París, forjándose
una identidad como escritor, ese lento y arduo aprendizaje del artista en un
medio siempre difícil.
No dejaba de pensar en lo increíble que
resulta que el autor de Un mundo para
Julius, su novela más emblemática, que acaba de cumplir cuarenta años, haya
tenido que descender a la copia fácil y al plagio delator, aunque sólo de
artículos periodísticos se tratara, que no es poca cosa. Lo cierto es que el
asunto ha generado toda una polémica, con ribetes casi de lío de callejón, a
raíz de la concesión a Bryce del Premio de Literatura y Lenguas Romances de la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Escritores de todo el continente se
enfrascaron en una discusión que por momentos rozó la diatriba y la injuria. Es
muy desagradable, indudablemente, esto de los plagios, pero debo decir que el
libro es verdaderamente cojonudo, una celebración sucesiva de la palabra, un
río interminable de gozo asegurado. Encontré divertidísimo leer a Bryce después
de algún tiempo, admirable el manejo versátil que hace del lenguaje coloquial
para contarnos las correrías y tribulaciones de Martín Romaña en pleno mayo del
68.
Se pueden hallar en la novela guiños a
letras de canciones, sobre todo de valses criollos, un recurso que luego ha
sido replicado por otros autores peruanos -Beto Ortíz, Eloy Jáuregui, por
ejemplo-, mientras el personaje nos va desgranando, entre Inés, Sandra y
Octavia, sus recuerdos nostálgicos desde su sillón Voltaire, las aventuras
inverosímiles de su vida exagerada y la deriva tristísima de sus amores
contrariados.
Martín Romaña es un hombre con muchas
fobias y manías, sufriendo lo indecible debido a su noble propensión de no
molestar a nadie. El diagnóstico médico, según el doctor Llobera, habla de
depresión neurótica y falta de agresividad, tendencias que llevan al
protagonista a vivir escenas de dramática comicidad.
En fin, más allá del feroz intercambio de
puyazos de grueso calibre entre el escritor y sus críticos, esta obra se yergue
como un espléndido ejercicio de oralidad, para dar vida a hilarantes sucesos
del más puro humor bizarro, navegando, a través de este cuaderno azul, en el
sillón Voltaire por los vericuetos de la nostalgia de un tal Martín Romaña.
Lima, 16 de
diciembre de 2012.
Walter:
ResponderEliminarEs bien conocida la existencia del escritor "fantasma", un personaje anónimo que se encarga de proveer material a escritores de renombre.
El cliente exige originalidad y calidad a su proveedor y este se compromete a brindársela. Ahora, ¿qué sucede cuando el escritor en las sombras tiene un compromiso impostergable para con el más famoso y no se le ocurre nada?
Plagia. Pues necesita el dinero.
Se sugiere que Isaac Asimov empleaba esta práctica para lograr su prolífica obra; Jorge Bucay fue víctima de un inescrupuloso, que copió textualmente varias hojas de otro libro...
No es improbable que a Bryce le haya sucedido lo mismo. Sin perjuicio de que sus libros más conocidos y famosos fueran en verdad enteramente suyos.
En mi opinión, este hecho desafortunado no cambia en nada el valor artístico de la obra del escritor.
Junto a mi saludo, te hago llegar un deseo de que tengas una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.
Muy buen aporte el tuyo Arturo, que quizá explica todo este espinoso asunto en que se ha visto involucrado un escritor que queremos entrañablemente.
ResponderEliminarUn saludo y felicidades en estas fiestas.