martes, 4 de diciembre de 2012

La cuestión palestina


     En el 65 aniversario de la fecha en que se acordara la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas, la Asamblea General de ese organismo internacional ha votado una decisión histórica: el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro, por una aplastante mayoría de 138 votos a favor, 9 en contra y 41 abstenciones.
     Es un paso importante más que da el gobierno de la Autoridad Palestina en pos de su reconocimiento como miembro de pleno derecho en el máximo foro internacional. La decisión, sin embargo, posee también aristas que eventualmente podrían significar el entorpecimiento del proceso, pues para nadie es un secreto que existen poderosos intereses de por medio, respaldados por los Estados Unidos, el valedor principal que tiene el gobierno de Israel en el mundo.
     En medio de una agresión más hacia la Franja de Gaza, perpetrada por el gobierno de Benjamín Netanyahu, se produce este triunfo parcial de la causa de un pueblo que sufre las embestidas de su vecino ante la mirada atónita e impávida de la comunidad internacional. Mientras más de un centenar de vidas eran cegadas por la incursión armada del ejército judío, en el estrecho territorio que ya padece el cerco inicuo que le fue impuesto en el 2008, la propuesta de Mahmoud Abbas recibía un espaldarazo internacional en el seno de la instancia suprema de la ONU.
     Los sectores más ortodoxos del gobierno de Tel Aviv han reaccionado de manera desproporcionada a este revés de su diplomacia, amenazando con derribar inclusive al gobierno de Mahmoud Abbas si este acude a la Corte Penal Internacional (CPI) para denunciar los crímenes cometidos por el estado judío. Esto es como si un ladrón nos amenazara si lo denunciamos a la policía, pues no debe olvidarse la ocupación ilegal que ha cometido el estado hebreo en los territorios palestinos, concretamente las construcciones de los colonos en la región de Cisjordania, así como en la zona este de la ciudad de Jerusalén.
     Israel no ha reconocido, al igual que su socio mayor, la jurisdicción de la CPI. ¿Cómo puede hacerlo, pues, un gobierno criminal y genocida como el del actual Primer Ministro, un gobierno que cree tener patente de corso para actuar impunemente en el Medio Oriente?
     ¿Puede aceptar el mundo civilizado que un gobierno como el de Netanyahu amenace con derrocar al gobierno de la Autoridad Palestina y no mueva ni una pestaña? ¿No pueden actuar la ONU, la UE o los EE.UU. para detener tanto descaro, insolencia e impunidad? No quieren hacer nada, la verdad. Tal vez creen que los horrores sufridos por el pueblo judío durante el Holocausto, los inmuniza contra todo reproche o sanción que pudiera merecer algún despropósito suyo, razón por la que el gobierno de turno, en manos ahora de los halcones del Likud, se pueden zurrar tan abiertamente en el derecho internacional.
     La respuesta inmediata de Israel a la histórica votación en Nueva York ha sido la acelerada construcción de colonias judías en Cisjordania y de asentamientos en Jerusalén oriental, estrategia que sigue sistemáticamente con el deliberado propósito de hacer mucho más compleja la solución a la partición acordada hace más de seis décadas y pendiente de concretarse en el terreno de los hechos.
     Todos quienes han apoyado al pueblo palestino en su justa causa, son conscientes de que la única salida a este impase secular radica en el establecimiento de un Estado palestino con las fronteras que poseía en 1967, antes de la violenta guerra de rapiña del estado hebreo. Es lo que avalan España y Francia en Europa, muchos países latinoamericanos -incluido el Perú-, otros tantos de Asia y África. Quizá no debe sorprender el voto en contra de Panamá, un gobierno afecto a los intereses de Washington; apena lo de Colombia y su abstencionismo; pero entusiasma que México haya dado su respaldo a pesar de no haber reconocido todavía al gobierno de Ramallah.

Lima, 3 de diciembre de 2012.
      

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