viernes, 14 de agosto de 2015

Enigma en los Alpes


Ha conmocionado al mundo entero la horrorosa tragedia del avión alemán de Germanwings, estrellado contra las montañas rocosas de los Alpes franceses el pasado 24 de marzo, con el saldo desolador de 150 muertos. No se trata de un accidente de aviación, como se podría suponer en estos casos, sino de un acto deliberado de buscar la muerte, perpetrado por nada menos que el copiloto de la nave, un joven de 27 años con serios problemas psicológicos y recurrentes ataques de depresión.

     El vuelo de Barcelona a Düsseldorf se realizaba aparentemente con toda normalidad, cuando el piloto decidió ir al baño, dejando el mando a cargo de Andreas Lubitz, quien en esos cruciales instantes habría decidido precipitar a la aeronave contra los macizos alpinos que tenía a la vista. Fue cuestión de minutos. Cuando el avión empezó a perder altura, producto de la decisión voluntaria de Lubitz, el piloto regresó de inmediato para retomar el mando, pero le fue imposible ingresar a la cabina. Los fuertes golpes en la puerta y los intentos de forzarla con una herramienta metálica, no inmutaron al suicida en su viaje inexorable.

     Terminar despedazado, producto de una colisión a la velocidad de crucero de un viaje en avión, debe ser sin duda una de las muertes más atroces. En los dramáticos segundos que preceden al choque, la desesperación debe cundir a niveles inauditos, como lo revelan todas las cajas negras que se han analizado de aviones siniestrados. Enseguida es el silencio, la macabra escena de los cuerpos –o lo que queda de ellos– regados en medio de los restos de la máquina.

     Pero el enigma mayor en este caso será la mente de Andreas Lubitz, pues aunque nos perdamos en las más desaforadas especulaciones sobre los motivos de su acto, nunca podremos penetrar los sinuosos laberintos de una decisión que seguirá interrogándonos hasta los límites de la perplejidad. Dicen que era un chico normal, sus familiares y sus vecinos lo describen como una persona común y silvestre, dominado por la pasión de volar. Su carrera ascendente peligraba por la enfermedad que amenazaba con inhabilitarlo para cumplir sus ansiados sueños. Tal vez en este nicho su puede escarbar un poco más para hallar las razones profundas de su determinación.

     Los 16 estudiantes -14 chicas y 2 muchachos de entre 14 y 16 años- de un instituto alemán, que regresaban de Barcelona luego de pasar una semana en un viaje de intercambio, y las dos profesoras que los acompañaban, desaparecidos ese luctuoso martes, constituyen solo alguno de los casos que le ponen rostros concretos a la tragedia. Conmueve la suerte que corrieron después de enterarnos de los pormenores de su partida del aeropuerto El Prat de la capital catalana. Dos de sus compañeros decidieron quedarse hasta la noche para conocer ese día el Camp Nou, el moderno estadio del club más famoso de la ciudad y uno de los mayores del mundo. Curiosamente, ese simple y pequeño capricho los salvó.

     Las decenas de vidas segadas abruptamente, las familias devastadas por el dolor, las investigaciones que establecerán las reales causales del hecho, serán parte de un proceso irreversible en la marcha natural de las cosas. Todos los controles y las precauciones que pongamos para anteponernos a lo imprevisible, se estrellarán también contra las duras rocas del misterio inabarcable que es el hombre, este ser insondable que siempre nos sorprenderá y dejará estupefactos.

 

Lima, 6 de abril de 2015.           

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