Entre los dramas de
Shakespeare, quien ha sondeado casi todas las profundidades del alma humana, es
Macbeth
aquel que mejor describe y retrata, en su más cruda naturaleza, esa propensión
del ser humano para hacerse con la capacidad de disponer de un modo omnímodo
con los destinos y las vidas de todos a quienes considera que están por debajo
de su pretendido derecho a ejercer ese ansiado poder.
Ambientado en el reino de Escocia, nos va
presentando el proceso de gradual demencia que acarrea el apetito desmesurado
por poseer los hilos de la vida y de la muerte, que padece un general del rey
Duncan, desencadenando una serie de crímenes al más alto nivel. En las primeras
escenas las brujas convocan a Macbeth y Banquo para anunciarles sus profecías.
Le anuncian al primero que será señor de Cawdor, mientras que dos nobles
escoceses, Roos y Angus, llegan para confirmarles el vaticinio.
Macbeth precipita los acontecimientos
cuando en el segundo acto ordena el asesinato de Duncan. Aún con las manos
manchadas de sangre, trata de ser consolado por Lady Macbeth, pero Macduff ya
ha descubierto el crimen. Los hijos del rey, Malcolm y Donalbain, deciden
partir, uno para Inglaterra y el otro para Irlanda. Entretanto, al mejor estilo
de los homicidios en serie, se produce la muerte de Banquo, logrando salvarse
su hijo Fleance, quien huye.
Durante el banquete que celebra Macbeth
con sus invitados, el espectro de Banquo aparece para interpelarlo desde el
otro mundo. Macbeth delira. Lady Macbeth explica a los presentes el mal que
padece su marido. Pero más que un problema de orden psiquiátrico, lo que
perturba la conciencia del criminal es la culpa que sobrelleva como un fardo
pesado, a la manera que siglos después llevaría otro personaje de la literatura,
brotado de la imaginación de un torturado creador como Dostoievski.
Lady Macduff dice: “Pero ahora recuerdo que
estoy en este mundo terreno donde hacer el mal es loable a menudo, y hacer el
bien quizá se considera como locura peligrosa”. Curiosa declaración sobre cómo
se trastocan todos los valores en medio de la vorágine de la consecución del
poder, y tenebrosa constatación de un lado siniestro de la condición humana.
Será el prolegómeno de su propia muerte, así como la de su hijo, a manos de los
esbirros enviados por Macbeth.
Desde el exilio, Malcolm y Macduff
preparan la venganza, que llegará como un vendaval para arrasar con una
situación inicua que ansiaba perpetuar el rey usurpador. Con la ayuda del conde
Seyward y las fuerzas a su mando, consiguen derrotar las ambiciones de la
tiranía. Es en estas circunstancias que encuentra la muerte Lady Macbeth, hecho
que motiva la reflexión más citada de la obra: “La vida es una sombra tan solo,
que transcurre; un pobre actor que, orgulloso, consume su turno sobre el
escenario para jamás volver a ser oído. Es una historia contada por un necio,
llena de ruido y furia, que nada significa”. En otras versiones, traducen como
que la vida es una historia contada por un idiota, con mucho ruido y furia, y
que no tiene sentido. Es la famosa frase que serviría para que el gran escritor
estadounidense William Faulkner titule una de sus más renombradas novelas.
Cuando en la última escena del acto final
entra Macduff con la cabeza de Macbeth, respiramos tranquilos al saber que todo
ha terminado, se ha restablecido en el trono a Malcolm y las cosas vuelven a la
normalidad. Es el punto final de un drama que nos conmueve por la fuerza de los
hechos, que nos interroga sobre los límites de la ambición humana, y que
también nos reconforta porque sabemos que después de todo, la justicia se
impone por sobre la barbarie humana, aunque para ello hayamos tenido que pasar
por el sacrificio de vidas inocentes.
Lima,
27 de junio de 2015.
A mí, Macbeth me deja un mal sabor de boca. Es ése "regreso a la normalidad" lo que no tolero. Es reconfortante, sí. Pero también es anestesiante. Es ese rancio conservadurismo lo que no puedo soportar. Macbeth representaba un cambio; no el mejor, no el ideal, pero era un cambio que hizo sacudirse a la norma. Al eliminar a Macbeth, nadie aprendió nada, todo vuelve a ser igual, dejando la puerta abierta para que venga otro Macbeth.
ResponderEliminarGran obra, sin duda.