Se ha recordado este 28 de noviembre último el bicentenario del nacimiento de Friedrich Engels, el indiscutido ideólogo y líder de los movimientos obreros del mundo, compañero inseparable de Karl Marx y creador con éste de una de las filosofías políticas más polémicas y subversivas de nuestra era: el comunismo científico. Había nacido en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Barmen, en la Renania prusiana, en 1920, donde su padre era un importante empresario textil. Fue educado con el fin de continuar las actividades familiares, pero el joven Friedrich ya manifestaba muy tempranamente un particular espíritu de rebeldía ante las injusticias que observaba en el medio, siguiendo sus estudios en forma paralela al trabajo asignado por vía paterna. Colaboraba en diversos medios de su ciudad con artículos donde era clara su orientación hacia una crítica del sistema económico imperante, el capitalismo naciente que se encargaría de estudiar y enjuiciar en sus escritos posteriores. Pronto se alineó con los jóvenes hegelianos de izquierda, discípulos del gran tótem de la filosofía europea de entonces, Hegel, que sin embargo le sirvió para encauzar una doctrina que, valiéndose de la dialéctica, interpreta cabalmente el sentido de la historia.
Su trashumante periplo europeo, luego de
haber estado en Mánchester, lo lleva por diversos países como Francia, Suiza, Bélgica,
y Alemania otra vez. Precisamente en la afamada ciudad industrial inglesa,
adonde llega para hacerse cargo de los negocios de su padre, tiene ocasión de
conocer la médula del capitalismo incipiente, dándose la paradójica situación
de trabajar en la mañana en las cómodas oficinas del centro fabril, y en las
tardes visitar las humildes y precarias casas de los obreros en los suburbios
de la ciudad. Allí es donde afianza su conocimiento práctico de sus estudios
teóricos de economía política que ya había empezado. Luego de este acercamiento
directo a la realidad clamorosa de los trabajadores, en un verdadero trabajo de
campo, conversando con ellos, observando sus condiciones de vida y recogiendo
testimonios sobre sus necesidades y dificultades, es que escribe ese primer
libro fundamental de su producción como es La
situación de la clase obrera en Inglaterra, que sale a la luz en 1845. En
este libro figura un diagnóstico tan lúcido como éste: «La única diferencia en
comparación con la antigua esclavitud abierta es que el trabajador de hoy
parece libre porque no es vendido de una vez por todas, sino poco a poco, por
día, semana, año, y porque ningún dueño lo vende a otro, sino que se ve
obligado a venderse a sí mismo».
En uno de esos constantes viajes por las
ciudades europeas tendría lugar en 1842 su encuentro histórico con Marx, ese
otro gran pensador del socialismo, de quien se convertiría, luego de algunos
pequeños desencuentros iniciales, en el mejor amigo y compañero de ruta en pos
de los objetivos de la clase obrera en el mundo. Marx atravesaba, como en casi
todo el resto de su vida, importantes apuros económicos, con una familia a la
que mantener y con una actividad periodística que también era blanco de la
persecución y la censura de las autoridades alemanas. Engels sería a partir de
ese momento también su mejor ayuda, el hombre que prácticamente sostuvo
materialmente al amigo en dificultades. Su sólida posición económica, la doble
actividad que le permitía obtener los recursos suficientes para financiar su
labor intelectual y política, la compartió solidariamente con la persona que él
intuyó certeramente sería el portavoz ideológico de los sectores más explotados
y humildes de la sociedad. Y a pesar de que su aporte en ese sentido igualmente
fue valioso para erigir el corpus del
pensamiento comunista, Engels siempre se consideró el según violín de Marx,
otorgándole a éste la primacía en cuanto a su creación y dirección.
Juntos escribirían precisamente ese texto
que es probablemente el escrito más incendiario de la historia de las ideas, el
Manifiesto del Partico Comunista de
1848, que cuando salió publicado no tuvo la repercusión que uno se pueda
imaginar, en medio de la insurrección de la Comuna de París y otros
levantamientos campesinos y obreros en Francia y Alemania. Pero transcurrido el
tiempo, su potencial efecto disolvente y revolucionario haría estragos en el
mundo entero, remeciendo las estructuras de las sociedades capitalistas desde
sus cimientos con esa frase inflamable y trepidante que cierra el manifiesto: «¡Proletarios
de todos los países, uníos!». Es increíble cómo una publicación de apenas
treinta páginas pudo haber significado tanto en la historia de la humanidad,
con un poder teórico conceptual equivalente a varios tomos de filosofía
política, como lo señaló Lenin. Es autor asimismo Engels de obras fundamentales
como Dialéctica de la Naturaleza, el Antidühring, El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana, libros que cimentarían la comprensión cabal de una ideología
que ha jugado un rol protagónico en el siglo XX, controvertida y perseguida por
muchos, estigmatizada y dogmatizada por algunos, desconocida realmente e
ignorada por la mayoría.
Otro libro donde el papel de Engels sería
igualmente capital en la bibliografía marxista es justamente Das Kapital, probablemente el volumen
señero de la colaboración de ambos pensadores, la obra cumbre del pensamiento
comunista, escrita al alimón. Marx, a su muerte en 1883, deja el primer tomo concluido
y el segundo y tercero inconclusos. Entonces Engels asume la tarea de
revisarlos y editarlos, saliendo a luz en 1885 y 1894 respectivamente. La obra
es el compendio de toda una vida dedicada al escrutinio de un fenómeno
económico de enormes repercusiones en la vida política y social de nuestros
pueblos, origen de grandes adelantos tecnológicos y materiales, pero también de
inconcebibles injusticias y clamorosas desigualdades en el mundo. En fin, lo
cierto es que el legado de Engels, secundando brillantemente a Marx, seguirá
latente mientras no se haya edificado en este planeta una sociedad justa y
equitativa, mientras no se hayan erradicado la explotación, el hambre y la
pobreza en la que malviven millones de seres humanos en la faz de la tierra.
Lima, 29 de noviembre de 2020.