viernes, 3 de junio de 2016

Cinco esquinas: una parábola del poder

     Coincidiendo con su cumpleaños número ochenta, el Nobel peruano nos estrega su flamante novela Cinco esquinas (Alfaguara, 2016), que tiene como escenario la Lima de los años finales del siglo XX, concretamente los Barrios Altos –ese  barrio venido a menos del centro histórico– , cuando imperaba en el país la dictadura disfrazada de democracia del primer presidente japonés que hemos tenido, servido desde las sombras por un siniestro personaje que fungía de asesor pero que en realidad manejaba todos los hilos del gran entramado del poder.
     La historia comienza cuando dos amigas, Chabela y Marisa, pertenecientes a la clase acomodada limeña –una vive en La Rinconada, y la otra en El Golf– tienen un inusitado encuentro erótico en casa de una de ellas, por culpa del toque de queda que regía en la ciudad, debido a las constantes amenazas de los grupos alzados en armas que practicaban métodos terroristas para sus fines políticos, manteniendo en zozobra a una población presa del miedo y la incertidumbre.
     Hay en sus páginas una galería de personajes pintorescos y bien definidos: Rolando Garro, un tipo inescrupuloso que ejerce el periodismo en su versión amarillista; Juan Peineta, un setentón recitador y solitario que vive con su gato en un cuartito de los Barrios Altos; Julieta Leguizamón, alias la Retaquita, fiel discípula y colaboradora de Garro en su semanario Destapes; Enrique Cárdenas, exitoso empresario y próspero minero, marido de Marisa; Luciano Casasbellas, abogado y amigo personal de Enrique, además de marido de Chabela.
     Enrique es víctima de un burdo chantaje por parte de Rolando Garro, quien le lleva un paquete con fotografías comprometedoras en las que aquél aparece participando en una orgía. Luciano se hace cargo del caso y le recomienda tomar algunas medidas, a la par que recurren a entrevistas de alto nivel con el asesor del presidente, en las que participan también miembros de la CONFIEP. Pero el asunto se complica cuando el periodista propone al empresario un negocio: que éste se asocie a la revista con el fin de aumentar su cobertura y otros beneficios para ambos, propuesta que Cárdenas rechaza de plano. A los pocos días, los personajes ven con asombro y estupefacción la nueva edición de Destapes en los quioscos de periódicos, exhibiendo en la portada las escabrosas imágenes materia de las temidas fotografías: Enrique desnudo en una orgía con mujeres de alquiler en Chosica.
     Un día Rolando no aparece en la redacción de la revista, dejando preocupados a todos sus colaboradores, que lo buscan estérilmente por diversos lugares de la ciudad. A los pocos días, la policía llega a la casa de Julieta para llevarla a hacer un reconocimiento: se trata del cadáver de su maestro y guía, asesinado con saña y cuyos restos yacían en la morgue. Pronto, todos se van enterando de la terrible noticia, especulando sobre las razones y los presuntos autores del cruel homicidio.
     Celestino Arguello, el fotógrafo del semanario, poseía los originales de aquellas imágenes de la orgía de Chosica, porque un extranjero le había contratado para la ocasión. Éste desapareció y aquél lo tenía guardado hasta que una premura económica lo obligó a buscarles un fin. Se las lleva a la Retaquita, quien a su vez le sugiere consultarlo con Rolando Garro, el que inmediatamente decide usarlas para chantajear al minero Enrique Cárdenas. Pero este paso lo había dado contraviniendo las órdenes del Doctor, el tenebroso jefe de los servicios de inteligencia del régimen de Fujimori, para quien trabajaba. Esto decidiría su suerte, precipitando su muerte, atribuida oficialmente al recitador Juan Peineta, quien publicaba cartas en todos los medios a su alcance lanzando invectivas y denuestos en contra del periodista por alguna jugarreta que le había hecho en el pasado. El crimen fue ejecutado  por los agentes de la policía secreta que controlaba el Doctor, según testimonio de Willy Rodrigo, un viejo amigo de Ceferino, a quien llama una mañana para hacerle la confesión.
     Al final, una edición extraordinaria de Destapes, del que ahora es directora Julieta Leguizamón –gracias a su reflotamiento por el Doctor, con el fin de convertirla en arma mediática contra los opositores al gobierno de Fujimori–, revela los entresijos del asesinato de Rolando Garro, quedando al descubierto la participación directa del temible Doctor y su banda de sicarios. La duda moral en que se debatía Julieta la hace optar finalmente por el lado más ético y valioso del periodismo, desvelando las ruinas y miserias del poder, prolegómenos de su propio fin.
     Simultáneamente Quique –ya libre de la acusación de la muerte de Garro–, Marisa y Chabela, planean un nuevo viaje reparador a Miami, donde antes habían disfrutado de un singular y sensacional ménage à trois. Pero ahora decide sumarse Luciano, causando el estupor de todos, pues los objetivos de aquellos eran muy especiales, renaciendo a su vez la sospecha de si el abogado sabía de todo ello. Todo termina entre carcajadas de éste y las fingidas palabras de bienvenida de Marisa a pasar unas vacaciones juntos.
     Una entretenida novela que, sin embargo, no está a la altura de las grandes ficciones que Vargas Llosa nos ha regalado a lo largo de su ya larga trayectoria literaria. Hay una sensación de algo impostado, como en una novela de tesis, que el autor quiere hacer calzar con sus postulados sobre la realidad de una época de nuestra historia reciente. Si bien el manejo del lenguaje y la estructura de la novela son impecables, su entramado hecho de sucesos previsibles le resta algo de verosimilitud y espontaneidad a la historia. En fin, podemos perdonarle por esta boutade al insigne escribidor hispano-peruano.

Lima, 18 de abril de 2016.

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