El mes de abril es particularmente pródigo
en fechas conmemorativas relacionadas con el mundo de las letras; pero este año
es especialmente simbólico, pues tres de los
más grandes creadores de la literatura universal cumplen cuatrocientos
años de haber dejado esta vida y adquirido la gloriosa categoría de olímpicos
dioses del Parnaso.
El primero es William Shakespeare, máximo
artífice de la lengua inglesa, dramaturgo complejo y profundo, explorador
incansable de la psique humana, autor de piezas inmortales del teatro
universal. El genio inglés se ha expresado a través de un autor cuya vida está
envuelta en una bruma de misterio y leyenda, llegando a extremos de que algunos
se permiten dudar inclusive de su existencia, y por lo tanto de su autoría de
obras magníficas que hasta nuestros días se siguen escenificando en las salas
más diversas de los cinco continentes.
El segundo es Miguel de Cervantes
Saavedra, autor de El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha, obra cimera de la lengua castellana, sujeto de numerosos estudios, ensayos e
investigaciones, y cuya perspectiva ha ido cambiando con el tiempo, pues al ser
una creación que sobrepasa cualquier posibilidad humana, su mensaje se ha
metamorfoseado en cada siglo ante los seducidos lectores que en cada generación
han encontrado en sus páginas motivos de diversas interpretaciones,
constituyéndose en un libro inagotable e
infinito.
El tercero es Gómez Suárez de Figueroa,
más conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, escritor mestizo de madre
cuzqueña y padre español, símbolo de la confluencia de culturas que se dio en
América a raíz de la conquista hispana de estas tierras. Heredero de una
riquísima tradición cultural tanto por el lado paterno como por el materno,
supo volcar todo este valioso acervo en sus inmarcesibles obras que recogen y
rescatan la magnificencia de una civilización que se alzó como una de las más
importantes del mundo precolombino.
La coincidencia de la fecha de sus muertes,
los hace hermanarse no solo en los azares del tiempo, sino en el común destino
de la trascendencia, conquistada a fuerza del talento y la perseverancia,
superando toda clase de adversidades y peripecias para erigirse en modelos
emblemáticos de la humanidad. Ni la pobreza y la orfandad, ni el destierro y la
cárcel, ni la marginación y el desdén, pudieron abatirse contra estos invencibles
colosos de la pluma, que fundieron en fuego inextinguible las pasiones y los
sentimientos de sus vidas, la imaginación y los pensamientos de sus espíritus
poliédricos y múltiples.
Lima.
23 de abril de 2016.
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