Me ha conmocionado profundamente enterarme
de la prematura muerte del joven tenor peruano Demsey Caqui Rivera. Una
corrosiva y devastadora enfermedad nos lo ha arrebatado inexorablemente, cuando
apenas contaba 26 años de edad.
Dotado de una voz prometedora, dada a
conocer desde muy tierna edad, cuando participaba en el coro de la parroquia de
su barrio, estudiaba con mucho esfuerzo e interés en el Conservatorio Nacional
de Música. Completaba su formación con el maestro Santa María, a cuya casa
acudía todos los días después del engorroso trayecto desde su casa en Bayóvar
hasta el clasemediero distrito de Jesús María.
En el año 2012 se hizo acreedor al primer
puesto en el concurso de canto lírico convocado por Radio Filarmonía, triunfo
que le valió el reconocimiento de la crítica y el apoyo de importantes
personalidades del mundo del bel canto.
A partir de allí se le abriría una gama prometedora de posibilidades y rumbos
que Demsey supo aprovechar, pues sabía que era el camino correcto para hacer
realidad su más caro sueño.
El muchacho, que vivía en un modesto y
humilde hogar en el distrito de San Juan de Lurigancho, junto con su madre y su
hermana, escaló vertiginosamente hasta llegar, de la mano generosa del siempre invalorable
Juan Diego Flórez, a Italia primero y luego a Viena, para perfeccionar su canto
en el Conservatorio de la capital mundial de la música.
Ya instalado en la ciudad europea de la
música, junto con la soprano Magdalena Gallo, segundo puesto en el mencionado
concurso de la emisora limeña, se le veía feliz y contento recorriendo los
pasos necesarios para convertirse en una de las voces más importantes de
nuestro cancionero lírico, cuando he ahí que la parca se ha interpuesto en su
camino de un modo inoportuno e intruso.
Una poderosa sensación de injusticia
aletea sobre la temprana muerte de Demsey, algo que no alcanzamos a explicar ni
comprender cuando una joven vida es segada de esta manera tan abrupta, rauda y
brutal del árbol frondoso de la vida. No sé si achacar al destino, al azar, a
algún dios maligno o al mismo demonio de lo absurdo el que un talento tan
valioso y en proceso de realizarse se haya truncado así, de lo noche a la
mañana.
He buscado alguna explicación que me haga
comprender racionalmente este hecho insondable, y evidentemente que no existe,
porque sucesos como este se sitúan más allá de toda conjetura lógica. Oscuros
designios gobiernan la vida humana, o tal vez el más puro y desnudo azar, el
caos atroz que se esconde debajo de estas suntuosas apariencias que la cultura
y la civilización han puesto delante de nuestros ojos.
Lo cierto es que nos hemos quedado
petrificados de espanto ante la forma que asume a veces la tragedia en medio de
esta comedia humana que nos rodea con su vanidad, su estupidez y su encanto. Ya
no nos es lícito imaginarnos un futuro promisorio con la figura del joven tenor
conquistando los escenarios más encumbrados del mundo de la lírica, a los que
fácilmente hubiese podido acceder por sus propios méritos. La resignación y el
paso del tiempo, esas formas edulcoradas del aburrimiento, terminarán por
hacernos entender que la realidad es más gris y prosaica de lo que quisiéramos,
dejando los deseos y los sueños
confinados en el reino de la fantasía y la quimera.
Lima,
7 de mayo de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario